Savage Grace se centra en unos hechos que conmocionaron a la sociedad norteamericana en 1972. La película nos cuenta la historia de un matrimonio de clase alta, y de la confusa relación que ambos mantienen con su hijo desde que este era un niño. Una relación que va de la indiferencia al desprecio, de la obsesión a la envidia, culminando en un a escabrosa relación incestuosa.
El director Tom Kalin se adentra en tan compleja historia sin prejuicios de ningún tipo y la muestra seguramente de la forma más cercana a como sucedieron los hechos en realidad. Y consigue el objetivo de incomodar al espectador con una historia que resulta profundamente incómoda. Lo que no consigue de ninguna manera es involucrar al espectador en una historia cuyas anodinas y vulgares imágenes no están a la altura de la escabrosa pero jugosa historia en la que se basan. El director demuestra no tener el más mínimo sentido del gusto componiendo secuencias y planos de telefilm de sobremesa.
La historia de Savage Grace es incómoda y difícil de aceptar, pero aun así podía existir un cierto grado de empatía o comprensión hacia los personajes. No es así. Todos resultan considerablemente indeseables sin excepción. Y no es que el extraño reparto ayude mucho. Por supuesto la presencia de Julianne Moore es lo mejor de la película, en un trabajo en el que repite recursos de anteriores interpretaciones suyas pero que le sirve para colocarse a distancia considerable del resto de sus compañeros de reparto. No puede decirse lo mismo de la aportación española, ni del actor Eddie Redmayne que encarna con evidente falta de carisma al hijo de la protagonista.