Aceptable y bientencionada película de Van Sant.

Nunca está de más exaltar los derechos de las minorías, y de paso retratar una vez más la vertiente fascista de la comunidad cristiana, y aquí este tipo dirige acertadamente el biopic del tal Harvey Milk, encarnado por Sean Penn con su habitual maestría.

Por otra parte, Gus incurre, por momentos, en el tic, en el tópico y en el aburrimiento más de lo deseable, no nos engañemos, y el populismo y el oportunismo de esta propuesta se divisan a la legua, pero la verdad es que no hay ninguna estridencia excesiva en la película, lo cual a día de hoy en el cine actual me sabe como un triunfo.

Imagino que es lo que nos pasa a los atléticos, que firmaríamos un cuarto puesto en Liga con los ojos cerrados, y quizá dejándonos golpear por Enrique Cerezo con un látigo.

Conmovedor pero cierto, ya veis.