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Voto de TOM REGAN:
7
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7
Ciencia ficción. Terror Tras un experimento nuclear, un deshielo provoca la vuelta a la vida de un dinosaurio, que sembrará el pánico entre la población. (FILMAFFINITY)
8 de junio de 2023 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
152/04(04/06/23) Desequilibrada muestra de una de las pioneras en el cine de monstruos, la primera en lo que se refiere a los que surgen de la paranoia de la Guerra Fría y su derivada al miedo a la Era Atómica. Y es que la película tiene su atractivo y fascinación en los geniales efectos visuales creados por el mago Ray Harryhausen (había estado trabajando durante años con Willis O'Brien, creador de King Kong; este fue su primer crédito en este campo, luego aclamado en sus trabajos de culto en las películas “El séptimo viaje de Sinbad” de 1958, “Jason y los argonautas” de 1963 y “El viaje dorado de Sinbad” 1973), siendo épico en su creación de ese monstruo antediluviano, Rhedosaurus, antecedente notorio del popular Godzilla (estrenado en cine este bicho japonés un año después de este), cada una de sus apariciones son sensacionales, por supuesto poniendo el filtro del año 1952, lejos de los CGI actuales, aquí brilla el estilo rudimentario de maquetas y stop-motion, ello para secuencias esplendidas como es el ataque del monstruo a un barco, el ataque a un faro, y por supuesto en el rush final su entrada cual elefante en cacharrería en Nueva York (ello con la ingeniosa excusade que allí se encontraron restos de estos dynos), con ese fenomenal clímax final en el parque de atracciones de Coney Island, jugando hábilmente con las transparencias estando el monstruo en medio de la montaña rusa, cual si estuviera enjaulado siendo atracción de feria. Ray creó un método para el stop-motion entre escenarios realistas, moviéndose con una fluidez asombrosa para su tiempo, destrozando barcos, devorando a incautos, destrozando coches, como destruye con realismo el faro, cómo reacciona a los proyectiles que le lanza. Haciendo que el verdadero protagonista fuera el gran Dyno, y todo lo demás sea un apósito. En su debe se le puede achacar como parece cambiar de tamaño para cada escena en comparación con otros elementos que todos tenemos en mente (esto ya es algo que también pasaba con el otro monstruo con el que Ray trabajó, el mencionado King Kong).

La historia se refiere a un dinosaurio, el Rhedosaurus, liberado de su estado de hibernación congelado por una prueba de bomba atómica en el Círculo Polar Ártico. La bestia comienza a abrir un camino de destrucción a medida que viaja hacia el sur, y finalmente llega a sus antiguos lugares de desove, incluyen la ciudad de Nueva York.

Pero ni mucho menos es redonda, pues falla en una historia de fondo más plana que la pantalla de un ordenador, muy sosa, con personajes sin alma, que me importan entre el zero y la nada lo que les pase. Dirige en su debut el ucraniano Eugène Lourié, antiguo director artístico en la primera de las tres pelis que hizo sobre monstruos, el guion de Lou Morheim, y Fred Freiberger, se basaba libremente en el cuento de Ray Bradbury (“Fahrenheit 451” y “Crónicas marcianas”) de 1951 "The Fog Horn", que se publicó en The Saturday Evening Post, historia breve contiene una pieza de imágenes en la que un monstruo prehistórico confunde la señal de advertencia de un faro con una llamada de apareamiento, escena aparece en “The Beast from 20,000 Fathoms” desprovista de significado sexual y es la única conexión entre el cuento y la película. Con lo que el nombre del célebre autor es tomado como reclamo comercial para las carteleras. Creó un cliché de elementos para el sub género serie b (producción de la Warner con 200,000 $) de monstruos atómicos surgidos en los 50 al albor del mencionado temor nuclear, con una estructura inicial de cuasi-doc, alabando los medios de los que dispone bien el ejército USA o su policía, con un monstruo que al principio no se ve, tarda en aparecer diáfanamente, prima el escepticismo ante los que dicen haberlo visto, se deja caer a un científico muy mayor que de solemnidad a sus argumentos y que nos guie en el comportamiento del bicho, para en última instancia hacer acto de presencia arrollador, la mayor parte de veces en una gran ciudad, y con esto escenas de rostros aterrorizados, todo adornado por personajes acartonados, y si es posible un (risible e innecesario) romance (aquí una tontería), una plantilla ajada como he dicho.

A esto se atiene esta cinta. Tiene un comienzo lento y dubitativo, demasiado estirado en idas y venidas de gente que dice haber visto al bicho deshelado. Hay unas vistosas escenas (repito, poner el filtro del año) del supuesto Ártico (el film de 1951 “El enigma de otro mundo” tiene similitudes con este, una es el elemento del escenario helado) con pruebas nucleares, hay una gran avalancha de hielo, ello en un inicio de thriller interesante, pero luego vira. Pasamos minutos y minutos con la sub trama de un soldado que dice haber visto al monstruo y que nadie le cree, se topa con la incredulidad de todos, hasta que comienza a atar cabos con algunos ataques marinos, lo que le lleva a asociarse con un paleontólogo. Este tramo resulta denso, reiterativo, y sin un carácter fuerte que nos haga empatizar con los roles, simples estereotipos lisos, en una trama plúmbea, sin chispa alguna, cada vez que sale de pantalla el bicho hay un bajón. Desembocando esto, con un encaje de bolillos, orgánicamente cogido por los pelos, en que una campana sub marina será bajada en alta mar (porque en ese punto determinado? Pues porque sí!), y el paleontólogo y un ,militar bajaran para investigar, cuando solo pueden pasar dos cosas, lo más normal es que no encuentren algo, pero si lo encuentran el peligro es de muy alto riesgo, no compensa. Entonces, en esta bajada tenemos una escena sin sentido en la trama, una batalla encarnizada entre un tiburón y un gran pulpo, al parecer una filmación real, encarnizada y muy violenta, pero que nada tiene que ver con la trama. Al final aparece la Bestia, y la reacción del paleontólogo es de traca.
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Todo ello para llegar al zenit del clásico ataque a la oficiosamente capital del mundo, Nueva York, siendo el epítome colocar a la Bestia en Manhattan entre sus imponentes rascacielos, para con ello comparar la gran estatura del bicho y con la derivada de la destrucción que provoca, ello ante los gritos y carreras de los ciudadanos aterrados, con alguna reacción idiotesca como es ese poli disparando al Monstruo cual si le disparatar a un tanque con un tirachinas. Hay destrucción pantagruélica de rascacielos que son demolidos, personas aplastadas por los escombros, intentos vanos de defensa con disparos de soldados. Para complicar la situación, y no recurrir a ataques de bombas que destrozarían al bicho, se hace ver que el Dyno lleva sangre tóxica para la respiración, lo que complica su caza. Todo desemboca en la coda final en el parque de atracciones de Coney Island (en realidad las escenas son en Pike en Long Beach-California). Allí aparecerá como héroe el gran Lee Van Cleef (el mítico Malo de la leoneiana “El Bueno, el feo y el Malo”) como francotirador que deberá acertar al bicho justo en una herida que tiene. Para poder apuntar bien la única forma es subirse a un vagón de la montaña rusa y parar en la cima para desde allí colocarse. Todo rodado con estupendo sentido dele espectáculo, con una maravillosa combinación de efectos especiales, con fondos, con la Bestia, la montaña rusa en primer plano, fenomenal coda. Coronada con el acierto del sniper que provoca el derrumbe letal de la Bestia sobre la montaña rusa que destroza, mientras aun al francotirador y su compañero no les ha dado tiempo a escapar, teniendo que hacerlo entre las llamas provocadas por el caos provocado por el Rhedosaurus.

Tiene su paradoja en que parece ser una crítica a los peligros de jugar a ser dioses con las pruebas atómicas, espetándonos que esto tiene efectos secundarios muy peligrosos y para alertarnos está como alegoría el Rhedosaurus el símbolo de esto, pero contradictoriamente la solución que se esgrime es precisamente el elemento radioactivo, con ese ‘Isótopo Radiactivo".

El film fue un gran éxito y probablemente inició la producción de “Them!” (en España titulada “la humanidad en peligro”), donde la Bestia serian hormigas gigantes, a pesar de que Jack Warner odiaba las películas de monstruos.

En una escena que intenta identificar al Rhedosaurus, el profesor Tom Nesbitt examina los dibujos de dinosaurios de Charles R. Knight, un hombre a quien Harryhausen afirmó como inspiración.

El esqueleto de dinosaurio en la secuencia del museo es artificial; se obtuvo del almacén de utilería de RKO Pictures donde se había construido para su comedia clásica La criada de un bebé (1938).

‘Curiosamente, en una escena, un psiquiatra, que busca desalentar a Nesbitt mencionando otros monstruos fabulosos, cita al "monstruo de Loch Lomond", en lugar de la criatura más conocida del lago Ness, reportada por primera vez en 1933. También cita a las "serpientes verdes de Irlanda", solo puedo suponer que es una turbia referencia a la leyenda del irlandés San Patricio, al que se atribuye haber expulsado a todas las serpientes de Old Eire.’

Me queda una producción parteaguas en el apartado de efectos especiales, lo que la hace una película más que interesante, a pesar de su rémora en su guión raquítico. Gloria Ucrania!!!
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