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Voto de TOM REGAN:
7
7.0
8,578
Drama
Un hombre de mediana edad decide suicidarse. Su única preocupación es encontrar a alguien que le ayude y se comprometa a enterrarlo. Esta situación le permite conocer a una gran variedad de personajes. (FILMAFFINITY)
15 de julio de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
135/17(19/06/18) Más que interesante film iraní escrito y dirigido por el más destacado artista en esta lid en su país, Abbas Kiarostami. Film que como casi todo el cine de este realizador provoca en mí sentimientos encontrados, y es que es una cinta compleja, de ritmo pausado, sereno, a mi modo de ver el séptimo arte es demasiado, es ese ritmo en tras un gran tramo de intensidad cortante llegan unos minutos contemplativos en los que casi se ve crecer la hierba, y eso que mayormente estamos en un desierto, y esto a mi modo de sentir me es arrítmico, aunque en sus picos me fascinan las conversaciones que el protagonista mantiene con la gente con la que se cruza y recoge en su Land-Rover. El argumento es una singular road-movie rememora la profunda crisis que Abbas tuvo tras divorciarse de su mujer, llegando a tener tentaciones suicidas, asimismo he leído también bebe de un poema legendario, del poeta y matemático persa Omar Khayyam (1048-1123). El relato fluye en dos vertientes, una es el enfrentamiento existencial entre las razones de unos y otros para el suicido; y en otro esta la radiografía que se hace de la nación persa a través de las diferentes personas que se tropiezan con el protagonista, representando una situación social diferente. Se estrenó en la 50ª edición del Festival de Cannes, donde ganó la Palma de Oro ex-aequo con “La anguila” de Shohei Imamura. La exhibición del film se prohíbe en Irán por su polémica temática sobre el suicidio.
Kiarostami da un toque especial a la filmación, sin música (excepto en el final), con lo que da ese toque tan suyo de naturalismo, con escenas con máximo dos personajes (casi siempre dentro del auto), derivando en el minimalismo adusto, con largos primeros planos en que el protagonista habla a la cámara que hace de copiloto (en realidad el que estaba sentado junto a él era el propio director), alternándolo con tomas lejanas en que vemos al coche circular por una serpenteante carretera rural, esto casi siempre mientras charla con su acompañante recogido al azar, la distancia del enfoque contrasta con el sonido diáfano, otorgando una rara sensación. También se encuadran tomas a través de las ventanillas a modo subjetivo de barrera entre el protagonista y el mundo que lo rodea.
El núcleo de la película está en las conversaciones entre Badii y los diferentes personajes con los que habla, desde un comienzo enigmático en que vemos al protagonista vagar sin rumbo con su auto intentando trabar conversación con gente a la que ofrece dinero sin decir lo que deben hacer a cambio, lo cual motiva al espectador en el misterio de sus acciones, esto se tensa hábilmente durante algunos minutos, con ese turbador encuentro con un chatarrero que lo cree un pervertido sexual en busca de mancebo, al joven recluta kurdo (Safar Ali Moradi), con el que tras un interrogatorio gráfico de una parte del país, Badii intenta trabar vínculos con él hablándole de su experiencia también como recluta nos enteramos del porqué, y entonces el soldado huye ante la proposición del protagonista, o al estudiante de teología islámica (Mir Hossein Noori) que intenta detener sus propósitos con argumentos de dogma religioso, diciéndole este que no hay diferencia entre asesinato y suicidio, y "Dios le confía el cuerpo del hombre. El hombre no debe atormentar a ese cuerpo", a lo que Badii contesta: "Sé que el suicidio es un pecado, pero ser infeliz también es un gran pecado". Un estudio psicológico de la determinación por acabar con todo, el choque entre razón y fe, entre religión e individualismo fatalista, hasta que llegamos al tipo mayor (Abdolrahman Bagheri), un profesor azerí de taxidermia, representa la voz de la veteranía, él que más hace pro disuadirlo, lo hace con una historia conmovedora de cuando él tuvo la tentación suicida y algo tan simple como el sabor de las cerezas le hizo echarse atrás, enternecedora historia de las que queda en el subconsciente por siempre, la que hace bueno el metraje visto.
El protagonista desea suicidarse, nunca esgrime sus motivos, simplemente quiere meterse en un hoyo y tras tomar unas pastillas y morir allí de noche, y entonces espera alguien a las seis de la mañana, "Si respondo, sácame. Si no lo hago, tira 20 palas de tierra para enterrarme". Esta omisión de motivaciones hay quien lo alabado, pues dicen que queda mejor cubrir con una nebulosa esta información, y a mí me queda un error no darnos estos resortes que hubieran hecho cobrar empatía con el protagonista, sin esta información el personaje me queda como un tipo melancólico bastante plano. Sus argumentos podrían haber abierto dilemas morales que de otro modo quedan cercenados. Aun así es una cinta que te hace reflexionar, pensar, plantearte qué harías tú en la situación de los requeridos como enterradores, proyectando preguntas sobre el sentido de la vida, sobre lo relatividad de la felicidad, sobre la compleja naturaleza humana, sobre sí la religión puede ser la respuesta a nuestros problemas, ello potenciado por la capacidad punzante del director en sugerir tanto visualmente, como verbalmente, ello derivando en momentos de un lirismo estimable. Kiarostami no toma partido, ni trata de juzgar al Sr. Badii, trata al espectador de adulto, dejándole que sea el que de su veredicto, con ello realza la ambigüedad moral del film.
Homayoun Ershadi deja una actuación un tanto fría, me cuesta empatizar con alguien que no sé el motor de su suicida comportamiento, solo notamos se cerrazón por alcanzar su objetivo, esto acentuado por su inexpresividad marcadamente tristona; Abdolrahman Bagheri es el secundario que deja huella con la historia que da título al film, de una hondura y calado en el espectador estremecedor.
Kiarostami da un toque especial a la filmación, sin música (excepto en el final), con lo que da ese toque tan suyo de naturalismo, con escenas con máximo dos personajes (casi siempre dentro del auto), derivando en el minimalismo adusto, con largos primeros planos en que el protagonista habla a la cámara que hace de copiloto (en realidad el que estaba sentado junto a él era el propio director), alternándolo con tomas lejanas en que vemos al coche circular por una serpenteante carretera rural, esto casi siempre mientras charla con su acompañante recogido al azar, la distancia del enfoque contrasta con el sonido diáfano, otorgando una rara sensación. También se encuadran tomas a través de las ventanillas a modo subjetivo de barrera entre el protagonista y el mundo que lo rodea.
El núcleo de la película está en las conversaciones entre Badii y los diferentes personajes con los que habla, desde un comienzo enigmático en que vemos al protagonista vagar sin rumbo con su auto intentando trabar conversación con gente a la que ofrece dinero sin decir lo que deben hacer a cambio, lo cual motiva al espectador en el misterio de sus acciones, esto se tensa hábilmente durante algunos minutos, con ese turbador encuentro con un chatarrero que lo cree un pervertido sexual en busca de mancebo, al joven recluta kurdo (Safar Ali Moradi), con el que tras un interrogatorio gráfico de una parte del país, Badii intenta trabar vínculos con él hablándole de su experiencia también como recluta nos enteramos del porqué, y entonces el soldado huye ante la proposición del protagonista, o al estudiante de teología islámica (Mir Hossein Noori) que intenta detener sus propósitos con argumentos de dogma religioso, diciéndole este que no hay diferencia entre asesinato y suicidio, y "Dios le confía el cuerpo del hombre. El hombre no debe atormentar a ese cuerpo", a lo que Badii contesta: "Sé que el suicidio es un pecado, pero ser infeliz también es un gran pecado". Un estudio psicológico de la determinación por acabar con todo, el choque entre razón y fe, entre religión e individualismo fatalista, hasta que llegamos al tipo mayor (Abdolrahman Bagheri), un profesor azerí de taxidermia, representa la voz de la veteranía, él que más hace pro disuadirlo, lo hace con una historia conmovedora de cuando él tuvo la tentación suicida y algo tan simple como el sabor de las cerezas le hizo echarse atrás, enternecedora historia de las que queda en el subconsciente por siempre, la que hace bueno el metraje visto.
El protagonista desea suicidarse, nunca esgrime sus motivos, simplemente quiere meterse en un hoyo y tras tomar unas pastillas y morir allí de noche, y entonces espera alguien a las seis de la mañana, "Si respondo, sácame. Si no lo hago, tira 20 palas de tierra para enterrarme". Esta omisión de motivaciones hay quien lo alabado, pues dicen que queda mejor cubrir con una nebulosa esta información, y a mí me queda un error no darnos estos resortes que hubieran hecho cobrar empatía con el protagonista, sin esta información el personaje me queda como un tipo melancólico bastante plano. Sus argumentos podrían haber abierto dilemas morales que de otro modo quedan cercenados. Aun así es una cinta que te hace reflexionar, pensar, plantearte qué harías tú en la situación de los requeridos como enterradores, proyectando preguntas sobre el sentido de la vida, sobre lo relatividad de la felicidad, sobre la compleja naturaleza humana, sobre sí la religión puede ser la respuesta a nuestros problemas, ello potenciado por la capacidad punzante del director en sugerir tanto visualmente, como verbalmente, ello derivando en momentos de un lirismo estimable. Kiarostami no toma partido, ni trata de juzgar al Sr. Badii, trata al espectador de adulto, dejándole que sea el que de su veredicto, con ello realza la ambigüedad moral del film.
Homayoun Ershadi deja una actuación un tanto fría, me cuesta empatizar con alguien que no sé el motor de su suicida comportamiento, solo notamos se cerrazón por alcanzar su objetivo, esto acentuado por su inexpresividad marcadamente tristona; Abdolrahman Bagheri es el secundario que deja huella con la historia que da título al film, de una hondura y calado en el espectador estremecedor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La puesta en escena resulta incisiva en marcar el estado de ánimo crudo del relato. Filmando en Teherán y alrededores, el extrarradio de la capital persa, mostrando lugares bullicioso en la ciudad y áridos en el exterior, secos, agrestes, desérticos, abandonados, vías terrosas que dejan un surco de polvo tras pasar el auto del protagonista, todo esto atomizado por la cinematografía de Hemayum Payvar (“Y la vida continúa”), imprimiendo tonalidades ocres, marrones, creando secuencias singulares con esos mencionados y alargados primeros planos, o las tomas generales con el coche cual nave espacial navegando el desierto , jugando con secuencias de largos silencios para ahondar en el dramatismo interior del protagonista, tiod esto redunda en una alegoría del yermo de vida introspectiva de Badjii, la esterilidad de su corazón. Sobresale la labor de cámara en el rush final, imprimiendo misticismo desde que observa el avión supersónico dejar la estela en el cielo, mira unos niños corriendo en un campo de futbol, y se sienta en un banco a observar la ciudad cuando se pone el sol (alegoría de su vida), y dejando el run-run de sus posibles dudas, como muy poéticas son las imágenes de la luna llena envuelta en nubes negras nocturnas; La cinta está exenta de música extradiegética, solo oímos un tema a lo lejos en una radio, es "Khuda Bowad Yaret" (Dios sea tu protector) del cantante afgano Ahmad Zaher , se reproduce en segundo plano, asimismo durante los créditos finales se oye una pieza de trompeta, adaptación de Louis Armstrong de 1929 de "St. James Infirmary Blues".
Momento recordable: Vemos de noche desde fuera el hogar de Badjii, a través de una ventana con una cortina, con lo que lo vemos cual sombra, respetando su intimidad, en un plano sostenido largo tiempo observamos cual voyeur a Badjii deambula por la residencia, escuchamos una especie de sonido místico con la atronadora llegada de una tormenta, se pone una chaqueta y sale de la casa, entonces la cámara baj y vemos bajo su hogar otro con la luz encendida. Vemos un coche (al parecer un taxi) surcar la terrosa y curvosa carretera, vemos a Badjii acercarse al hoyo hecho por él, se sienta al borde y se fuma u cigarro mientras observa las luces de la ciudad al fondo. Tras lo cual se levanta y se tumba en el agujero, lo vemos en primer plano, mira el nuboso cielo, apareciendo y ocultándose la luna llena, hay un fundido a negro sobre el rostro de Badjii, son los relámpagos, que ilumina y oscurecen su pétrea cara de modo intermitente hasta que se produce un largo fundido a negro, y cuando vuelve la luz es de día y un grupo de soldados en formación llegan junto al agujero, se paran a descansar allí, pero no intuyen nada, dejando en suspense si ha muerto y ha sido enterrado, o simplemente se levantó y marchó. Tras esto hay un extraño epílogo en formato ejercicio de meta-cine, una especie de making-off del film, quizás para rebajar dramatismo a lo visto y que la censura imperante en Irán fuese indulgente con la película.
Badii al referirse al trabajo que pide con los que se cruza: "Todo trabajo es lo mismo, un trabajo es un trabajo".
El film guarda enorme paralelismo con la película “Fresas silvestres” (1957) del director sueco Ingmar Bergman. (ir a mi blog abajo direccionado)
El suicidio es un tabú aún mayor en la ley y la cultura islámicas que en las escrituras cristianas. De hecho, la noción de quitarse la vida es tan vengativa para las sensibilidades musulmanas que Irán casi se niega a permitir que el film y su director salir del país.
Cinta que pese a sus irregularidades y desequilibrios provoca en quien la ve preguntas y dudas sobre la Condición Humana, y esto siempre es de agradecer. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/07/el-sabor-de-lascerezas.html
Momento recordable: Vemos de noche desde fuera el hogar de Badjii, a través de una ventana con una cortina, con lo que lo vemos cual sombra, respetando su intimidad, en un plano sostenido largo tiempo observamos cual voyeur a Badjii deambula por la residencia, escuchamos una especie de sonido místico con la atronadora llegada de una tormenta, se pone una chaqueta y sale de la casa, entonces la cámara baj y vemos bajo su hogar otro con la luz encendida. Vemos un coche (al parecer un taxi) surcar la terrosa y curvosa carretera, vemos a Badjii acercarse al hoyo hecho por él, se sienta al borde y se fuma u cigarro mientras observa las luces de la ciudad al fondo. Tras lo cual se levanta y se tumba en el agujero, lo vemos en primer plano, mira el nuboso cielo, apareciendo y ocultándose la luna llena, hay un fundido a negro sobre el rostro de Badjii, son los relámpagos, que ilumina y oscurecen su pétrea cara de modo intermitente hasta que se produce un largo fundido a negro, y cuando vuelve la luz es de día y un grupo de soldados en formación llegan junto al agujero, se paran a descansar allí, pero no intuyen nada, dejando en suspense si ha muerto y ha sido enterrado, o simplemente se levantó y marchó. Tras esto hay un extraño epílogo en formato ejercicio de meta-cine, una especie de making-off del film, quizás para rebajar dramatismo a lo visto y que la censura imperante en Irán fuese indulgente con la película.
Badii al referirse al trabajo que pide con los que se cruza: "Todo trabajo es lo mismo, un trabajo es un trabajo".
El film guarda enorme paralelismo con la película “Fresas silvestres” (1957) del director sueco Ingmar Bergman. (ir a mi blog abajo direccionado)
El suicidio es un tabú aún mayor en la ley y la cultura islámicas que en las escrituras cristianas. De hecho, la noción de quitarse la vida es tan vengativa para las sensibilidades musulmanas que Irán casi se niega a permitir que el film y su director salir del país.
Cinta que pese a sus irregularidades y desequilibrios provoca en quien la ve preguntas y dudas sobre la Condición Humana, y esto siempre es de agradecer. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2018/07/el-sabor-de-lascerezas.html