229/17/18/08/23) Decepcionante film, sobre todo por las expectativas de estar dirigido por el otrora brillante Tom Burton, dueño en sus orígenes de un estilo propio muy reconocible, pero que lleva lustros, desde su canto de cisne que para mí fue “Sweeney Todd”, aun con amago de volver con “Frankenweenie” (2012), esta, en realidad una revisión de sus orígenes. Me da la sensación de que está cansado de dirigir, que ya lo hace por necesidad y no por creatividad, pues esta se ha gibarizado hasta convertirse solo en un autoplagio constante. Esta que me ocupa es un buen ejemplo, una historia con todas las marcas burtonianas góticas posibles, pero el realizador californiano se dedica a juntar estos elementos sin alma alguna, hace una mezcla entre un inadaptado muchacho en una historia con claros efluvios a “Big Fish” (el hombre mayor contando sus ‘batallitas’ con toques sobrenaturales que pueden ser reales o no) con algunos recursos de “Eduardo Manostijeras” (ejemplo esos setos podados con formas de dynos), súmense el refrito de coas de la saga Harry Potter, les metemos un tropel de personajes mutantes (mujer-pájaro, fuerza sobrehumana, invisibilidad, capacidad de controlar el aire, capacidad de proyectar sueños a través de los ojos, capacidad de alojar abejas vivas dentro del cuerpo, unos niños gemelos con máscara que atesoran un terrible ‘Don’, una chica con una gran mandíbula dentada en la nuca, un joven con el poder de dar vida a sus creaciones artísticas, una chica que tiene ene le tacto fuego, o el que debe buscar su ‘poder’), con claras trazas de los “X-Men: First Class”, y no digamos ya con un deux machine de “Atrapado en el tiempo” (3 de septiembre de 1943) donde la personalidad es nula en estos, se define por sus poder y punto, para un desarrollo donde la primera parte puede generar ilusión, al menos esperanza en su despliegue estético, con escenas con algún toque lírico bonito, o un homenaje agradable de Tim al maestro pionero del stop-motion Ray Harryhausen (un combate de esqueletos), gracias a la fenomenal cinematografía del galo Bruno Delbonnel (“Amelie” o “Inside Llewyn Davis”), el hermoso diseño de producción de Gavin Bocquet (“Star Wars:Episodio 1”). Pero que cuando llega la segunda parte de la acción la cosa se desmadra, desembocamos en un aparatoso festival CGI (impropio del creador de escenarios como los de Bitelchus o Big Fish) y pierde cualquier asidero emocional posible, pues nunca ha habido vínculos entere los protagonistas y el espectador con lo que me importa entre zero y un euro de madera lo que les pase. Escrita por Jane Goldman (precisamente guionista de X-Men: First Class), basada en la novela homónima de 2011 de Ransom Riggs. Con un sangrante por lo desaprovechado elenco de buenos actores como Eva Green, Asa Butterfield, Chris O'Dowd, Allison Janney, Rupert Everett, Terence Stamp, Ella Purnell, Judi Dench y Samuel L. Jackson, demostrando los más veteranos que todos terminamos trabajando por dinero, y los jóvenes pueden no den más de sí.
Es la clásica historia de la eterna batalla Bien vs Mal, superficial en su evolución, estando en el centro la manida plantilla del héroe que no sabe que lo es, y debe descubrirlo. Con dosis de otros temas, como aceptarte como eres, sobre la tolerancia al diferente, con un claro subtexto simplista contra los nazis y su Holocausto, muy de parvulario esta vertiente. Haciendo referencia el abuelo a su huida de Polonia por ser diferente (eufemismo de ser judío), y no digamos ya los nombres de monstruos como Hollowgasts o Hollows (raíz de Holocausto). Tim Burton además, parece haber perdido ese sentido del humor caustico tan punzante, la falta de inspiración es notoria en una labro que parece estar haciendo al ralentí.
Para colmo su descripción de este universo paralelo con bucles temporales es farragoso y con más agujeros que el coche de Sony Corleone, con unos villanos con unas motivaciones confusas, con unos monstruos copias de los Slenderman cruzados con el Fauno de Guillermo del Toro. Para desembocar en una batalla supuestamente climática que es un akelarre de efectos por ordenador desnaturalizados, con un bonito marco en el paseo marítimo de Blackpool (con su Boardwalk y su torre), pero para un despliegue de combates que rozan el ridículo, no sabiendo si deben jugar al espectáculo o al humor, y se queda en la nada en sus combates chuscos, y ello adornado de disonante música techno.
Un producto preocupado del continente y entre poco y nada del contenido. Quiere tener su corazón emocional en el romance entre el protagonista y la bella ingrávida, pero esto se refleja de forma forzada, por imperativo del guion, sin provocarte algo, y no digamos la sub trama del joven celoso, un pegote que aporta lo que Forrest Gump a la física cuántica.
Resulta que tenemos que tenemos a un grupo de niños, jóvenes y una adulta que llevan 73 años repitiendo el mismo día, y con ello sin crecer, y no tenemos una mínima introspección por esta disfunción, no hay dilemas morales, ni dudas, aquí nadie tiene personalidad, son muñecos sin carácter alguno. Por no tener, no tiene ni el protagonista, una cáscara hueca. Tampoco es que haya algún diálogo o frase a recordar, todo resulta en este aspecto rutinario.