71/14(08/03/11) Primera de las versiones de la novela de Charles Portis, dirigida por el excelente artesano del oeste y del género de aventuras Henry Hattaway, y protagonizada por el héroe americano por antonomasia, John Wayne, es un papel hecho a su medida. El argumento es muy simple, un hombre es asesinado y su adolescente hija decide contratar a un alguacil-cazarecompensas para que lo atrape, lo lleve ante la justicia y lo cuelguen, para ello deberán adentrarse en terreno salvaje, el clásico relato de la lucha del bien contra el mal, no hay grises, con el añadido de contarnos el despertar de la inocencia de una joven. La cinta está muy bien realizada, posee un gran ritmo, con un comienzo que te engancha, comienza con un prólogo en un rancho, para después pasar a un tramo en el que estamos en pueblo en el que se va a ahorcar a tres criminales y la gente se agolpa alrededor para presenciarlo, esto ya marca por donde nos movemos, para a continuación pasar a la cacería. Hattaway compone escenas de gran fuerza como la mencionada ejecución, como la divertida negociación de la muchacha con el tratante de caballos o como su esplendoroso clímax final. Pero lo que hace a este film elevarse es la fenomenal pareja protagonista, John Wayne y la debutante Kim Darby, Darby compone un personaje de fuerte carácter, testarudo, valiente, ingenioso y de gran fuerza de voluntad, y todo esto la actriz lo borda, magnífica, el otro es el majestuoso John Wayne, el Duque hace uno de sus mejores papeles, que sí, que lo mismo de siempre, pero esta vez dota a su personaje de más ironía, de más tridimensionalidad y de un carácter crepuscular hondo, te transmite vulnerabilidad y emoción, sobresaliente, entre los dos se establece un química fascinante, se compenetran de modo excelente, con diálogos mordaces, llenos de chispa y de humor. Gran fotografía del brillante Lucien Ballard (‘Atraco perfecto’, ‘El guateque’ o ‘Grupo Salvaje’), de las que enaltecen los bellos parajes por los que se mueven los protagonistas, con tomas panorámicas de enorme hermosura, adornado con una deliciosa música del Elmer Bernstein (‘Serpico’, ‘El cabo del miedo’ o ‘Los Cazafantasmas’). Decir como defecto es que hay un tercer protagonista Glen Campbell, dando vida a La Boeuf y este es una sombra que se mueve por la pantalla sin la menor empatía, traslada la nada, del todo inane, a años luz de sus otros dos compañeros. No es uno de los mejores westerns de la historia, pero tampoco lo pretende, quiere entretenernos un rato con la clásica historia de una venganza y esto lo consigue. Fuerza y honor!!!