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Voto de TOM REGAN:
6
7.0
2,607
Drama. Terror
Un prestigioso científico vive obsesionado con la idea de encontrar una fórmula que le permita aislar los impulsos malignos del ser humano. Cuando lo consigue, decide experimentar consigo mismo y se bebe la poción que ha inventado. A partir de ese momento, se convierte en un monstruo de maldad que deambula por las calles durante la noche cometiendo todo tipo de fechorías. Adaptación de la obra homónima de Robert Louis Stevenson. (FILMAFFINITY) [+]
11 de febrero de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
15/15(18/01/16) Interesante segunda versión sonora del clásico del terror de Robert Louis Stevenson de 1886, realizada por Victor Fleming y protagonizada por el afamado actor Spencer Tracy, con el hándicap de ser una copia del Rouben Mamoulian de 1931, con Fredric March en el rol del bipolar doctor. Más que una versión de la novela es una adaptación de la obra teatral de Thomas Sullivan, que se inspira libremente en el libro, la metro Goldwyn Mayer se hizo con los derechos de la obra original, versionada en cine en 1931 por la Paramount, esta versión quiso la MGM hacerla desaparecer, consiguiendo tantas copias como pudo y detrayéndolas para hacer la suya genuina, haciendo de la versión un film desaparecido hasta que se halló décadas después, consiguiendo con su restauración recuperarla. El guión es de John Lee Mahin (“Scarface”, “Capitanes intrépidos” o “Quo vadis”), en el se desarrolla la eterna lucha entre el bien y el mal, en este caso en la bipolaridad que reside en todas las personas, se reflexiona sobre los peligros de el Hombre jugando a ser Dios, enmarcado todo en la gótica época victoriana. En lo malo está que nada aporta original a la versión de 1931.
El escenario es el Londres de finales de SXIX, el protagonista es el Dr.Jekyll (Spencer Tracy), tipo obsesionado con la búsqueda del origen del mal en las personas, cree el bien y el mal habitan en todos los humanos, solo es cuestión de “sacudirlo” para que salga a flote. Para ello lleva a cabo unos experimentos en su sótano, llegando al punto de probar en sí mismo un suero para que emerja su lado Malo, cambiándole el aspecto físico y mentalidad, con esta nueva personalidad transitoria sale por la urbe con un nombre nuevo, Mr. Hyde, en sus correrías en una sala de variedades entabla relación con una camarera, Ivy Pearson (Ingrid Bergman), a la que conoció como Dr. Jekyll, su trato deriva en vejaciones por parte de él a ella. Entre tanto Jekyll mantiene un noviazgo con la dulce Beatrice Emery (Lana Turner), teniendo ella un padre (Donald Crisp) receloso del extraño comportamiento de Jekyll. Asimismo tiene importancia en el relato el mejor amigo de Jekyll, el Dr. Lanyon (Ian Hunter).
La historia nos habla de la complejidad de la Condición Humana, sobre su dualidad, una persona puede ser cruel y tierno, ángel y demonio, bueno y malo, solo depende de las circunstancias, nos habla de la hipocresía, de la represión sexual, de las falsas apariencias. El relato se mueve por estos derroteros, pero de un modo que rasca poco, quizás debido a la censura imperante en Hollywood que hace que el aspecto más acentuado de esta dualidad está en la represión sexual, que Mr Hyde deja medio traslucir en su lujuria, esto que solo se muestra de modo liviano es el verdadero motor de lo que debería ser la historia, en como el Dr Jekyll representa las buenas maneras y la flema ante el sexo y Mr Hyde es desenfreno sexual, estas connotaciones de índole erótico-sexual quedan cercenadas por mor del Código Hays, quedando un tanto difusa la personalidad de Mr Hyde, su misoginia, machismo, y salvajismo sexual, hacen que orgánicamente la narración se resienta. Asimismo es reseñable como se cargan las tintas en el melodrama romántico aminorando la poderosa carga de terror que conlleva el relato, restando tensión.
Posee el film un atractivo arranque con la presentación del Dr Jekyll, luego baja un poco, con picos de sugestiva intensidad, como la sensual aparición de Ivy, la primera transformación de Jekyll en Hyde, o la siniestra huida de Hyde por las calles Londres. Lo bueno está enclaustrado en un film un tanto tenue en reflejar el conflicto interno, la tormenta interior del Dr, su batalla entre sus enconados sentimientos. Por su marcado melodrama adolece de tensión, esto se denota sobre todo en un final anticlimático, carente de poder emocional. Aún así tiene momentos buenos que la hacen recomendable.
Queda muy bien expuesta la simbología visual de la que está salpicada el film, como la de las puertas de la casa del Dr. Jekyll, por un lado está la puerta principal, por la que entran los invitados y la gente de bien, como el Dr. Jekyll, y por otro está la puerta del laboratorio, situada en los bajos de la vivienda (metáfora del Infierno) y de la que se puede salir a la calle por una puerta trasera, por la que sale y entra el pérfido Mr. Hyde, haciendo con las puertas el símil de las dos personalidades, la principal es la de delante y la oscura es la de atrás. Esta dualidad aquí de puertas, se realza con las dos mujeres, Beatrice es la puerta delantera, la mujer burguesa, la educada, la virginal, esta contrapuesta a la extrovertida y sexy Ivy, en representación de la tentación sexual, de la corrupción moral, todo en pos de exponer la dualidad de la Naturaleza Humana. Ahondando en este simbolismo destaca las imágenes de reminiscencias freudianas en la primera transformación, con la flor de la bondad hundiéndose en el agua, con las dos mujeres en la mente de Jekyll, la rubia su novia Beatrice, y la perversión la morena Ivy hundiéndose en un cenagal, a lo que sigue Jekyll azotando con rabia a dos yeguas, una blanca y otra negra, que se transforman en las dos mujeres con sus cabellos al viento mientras parecen disfrutar de los azotes de un Jekyll desencajado, o en la segunda metamorfosis, se inicia con Beatrice de viaje, Jekyll observa con lujuria la liga que le regaló Ivy, entonces decide tomarse la pócima, y en su mente se entremezclan otra vez las dos mujeres, embotelladas y Jekyll decide descorchar a una Ivy sonriente, produciéndose una explosión, alegoría claramente sexual, como su yo normal es retraído decide buscar en su yo couclto (Mr. Hyde) la valentía para ir en busca de Ivy, quedando patentes sus demonios con respecto a su obsesión sexual latente que proviene de la puritana sociedad en la que vive.
(sigue en spoiler)
El escenario es el Londres de finales de SXIX, el protagonista es el Dr.Jekyll (Spencer Tracy), tipo obsesionado con la búsqueda del origen del mal en las personas, cree el bien y el mal habitan en todos los humanos, solo es cuestión de “sacudirlo” para que salga a flote. Para ello lleva a cabo unos experimentos en su sótano, llegando al punto de probar en sí mismo un suero para que emerja su lado Malo, cambiándole el aspecto físico y mentalidad, con esta nueva personalidad transitoria sale por la urbe con un nombre nuevo, Mr. Hyde, en sus correrías en una sala de variedades entabla relación con una camarera, Ivy Pearson (Ingrid Bergman), a la que conoció como Dr. Jekyll, su trato deriva en vejaciones por parte de él a ella. Entre tanto Jekyll mantiene un noviazgo con la dulce Beatrice Emery (Lana Turner), teniendo ella un padre (Donald Crisp) receloso del extraño comportamiento de Jekyll. Asimismo tiene importancia en el relato el mejor amigo de Jekyll, el Dr. Lanyon (Ian Hunter).
La historia nos habla de la complejidad de la Condición Humana, sobre su dualidad, una persona puede ser cruel y tierno, ángel y demonio, bueno y malo, solo depende de las circunstancias, nos habla de la hipocresía, de la represión sexual, de las falsas apariencias. El relato se mueve por estos derroteros, pero de un modo que rasca poco, quizás debido a la censura imperante en Hollywood que hace que el aspecto más acentuado de esta dualidad está en la represión sexual, que Mr Hyde deja medio traslucir en su lujuria, esto que solo se muestra de modo liviano es el verdadero motor de lo que debería ser la historia, en como el Dr Jekyll representa las buenas maneras y la flema ante el sexo y Mr Hyde es desenfreno sexual, estas connotaciones de índole erótico-sexual quedan cercenadas por mor del Código Hays, quedando un tanto difusa la personalidad de Mr Hyde, su misoginia, machismo, y salvajismo sexual, hacen que orgánicamente la narración se resienta. Asimismo es reseñable como se cargan las tintas en el melodrama romántico aminorando la poderosa carga de terror que conlleva el relato, restando tensión.
Posee el film un atractivo arranque con la presentación del Dr Jekyll, luego baja un poco, con picos de sugestiva intensidad, como la sensual aparición de Ivy, la primera transformación de Jekyll en Hyde, o la siniestra huida de Hyde por las calles Londres. Lo bueno está enclaustrado en un film un tanto tenue en reflejar el conflicto interno, la tormenta interior del Dr, su batalla entre sus enconados sentimientos. Por su marcado melodrama adolece de tensión, esto se denota sobre todo en un final anticlimático, carente de poder emocional. Aún así tiene momentos buenos que la hacen recomendable.
Queda muy bien expuesta la simbología visual de la que está salpicada el film, como la de las puertas de la casa del Dr. Jekyll, por un lado está la puerta principal, por la que entran los invitados y la gente de bien, como el Dr. Jekyll, y por otro está la puerta del laboratorio, situada en los bajos de la vivienda (metáfora del Infierno) y de la que se puede salir a la calle por una puerta trasera, por la que sale y entra el pérfido Mr. Hyde, haciendo con las puertas el símil de las dos personalidades, la principal es la de delante y la oscura es la de atrás. Esta dualidad aquí de puertas, se realza con las dos mujeres, Beatrice es la puerta delantera, la mujer burguesa, la educada, la virginal, esta contrapuesta a la extrovertida y sexy Ivy, en representación de la tentación sexual, de la corrupción moral, todo en pos de exponer la dualidad de la Naturaleza Humana. Ahondando en este simbolismo destaca las imágenes de reminiscencias freudianas en la primera transformación, con la flor de la bondad hundiéndose en el agua, con las dos mujeres en la mente de Jekyll, la rubia su novia Beatrice, y la perversión la morena Ivy hundiéndose en un cenagal, a lo que sigue Jekyll azotando con rabia a dos yeguas, una blanca y otra negra, que se transforman en las dos mujeres con sus cabellos al viento mientras parecen disfrutar de los azotes de un Jekyll desencajado, o en la segunda metamorfosis, se inicia con Beatrice de viaje, Jekyll observa con lujuria la liga que le regaló Ivy, entonces decide tomarse la pócima, y en su mente se entremezclan otra vez las dos mujeres, embotelladas y Jekyll decide descorchar a una Ivy sonriente, produciéndose una explosión, alegoría claramente sexual, como su yo normal es retraído decide buscar en su yo couclto (Mr. Hyde) la valentía para ir en busca de Ivy, quedando patentes sus demonios con respecto a su obsesión sexual latente que proviene de la puritana sociedad en la que vive.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La puesta en escena resulta loable, con una estimable dirección artística de Cedric Gibbons (“El Mago de Oz” o “Cantando bajo la lluvia”), rodándose todo en los platós de la MGM, ensalzada la imagen por la fotografía de Joseph Ruttenberg (“Luz que agoniza” o “Historias de Filadelfia”), en tonos sombríos, siendo magnífica en el tramo de la huida de Hyde por las calles de Londres, jugando con las sombras y la niebla, de notorias influencias al expresionismo alemán, sumando muy expresivos primeros planos, y esto punteado por la correcta música de Franz Waxman (“Traidor en el Infierno” o “Escala en “Hawaii”), incentivando el dramatismo del relato.. Reseñable es la labor de maquillaje de Jack Dawn (“El Mago de Oz” o “Cita en san Luis”), muy sutil, dando todo el protagonismo al rostro y la expresividad de Spencer Tracy.
Spencer Tracy no parece una buena elección para un rol para el que se requería alguien más joven, asumiendo esta tara deja impronta de gran actor, exhibiendo la dicotomía necesaria, imprime a su villano ambigüedad, amoralidad, crueldad, y ello sin demasiado maquillaje, todo lo asume su excelente poder de expresividad, con una mirada que te atraviesa, a lo que ayuda su vestuario, la chistera, el bastón y la capa que ondea cuando huye a modo de visión mefistofélica, en el lado de Jekyll es más suave, demuestra sentimientos, emociones, en un arco de desarrollo bueno. Ingrid Bergman resulta una presencia radiante, espléndida en su sensualidad, con una evolución bien mostrada, de la alegría, frescura y simpatía del inicio, a la angustia, tristeza y sometimiento que muestra tras estar con Hyde, un destello sobre la pantalla es la actriz sueca, curiosamente originalmente su rol era el de Beatrice, pero ella pidió al director el papel de la camarera, lo nocivo es que su profesión en el libro era de prostituta y aquí por la censura se cambia la profesión, provocando que el comportamiento orgánico de la actriz sea bastante difuso, una libertina no acorde con su tiempo, pero si con la meretriz pensada por Stevenson. La bella Lana Turner le toca bailar con la más fea, con un papel soso, insulso, carente de alma, al que ella no da mucho.
Spoiler:
Momentos recordables, aparte de los ya mencionados: Los escenas de vejaciones psicológicas y físicas a que somete Hyde a Ivy, siendo el zenit cuando la asesina, con ese estremecedor rostro de aceptación de la muerte de Ivy; Cuando Jekyll se reúne con Beatrice para decirle que lo mejor es que lo dejen, en un acto de sacrificio y de por parte de él; Cuando Hyde es matado en su laboratorio, ante nuestros ojos su rostro se convierte en Jekyll, entonces en un momento cuasi-místico su mayordomo Poole recita el Salmo 23.
Hay dos versiones en largometraje del relato de Robert Louis Stevenson anteriores a esta, ambas en blanco y negro, la primera una versión silente de 1920 silenciosa, realizada por John S. Robertson con John Barrymore en el papel del doctor, y la referida hablada de 1931 con Fredric March en el rol del Dr. Jekyll.
En conjunto una recomendable cinta de terror psicológico, algo arrugada por el paso del tiempo y por la censura. Fuerza y honor!!!
Spencer Tracy no parece una buena elección para un rol para el que se requería alguien más joven, asumiendo esta tara deja impronta de gran actor, exhibiendo la dicotomía necesaria, imprime a su villano ambigüedad, amoralidad, crueldad, y ello sin demasiado maquillaje, todo lo asume su excelente poder de expresividad, con una mirada que te atraviesa, a lo que ayuda su vestuario, la chistera, el bastón y la capa que ondea cuando huye a modo de visión mefistofélica, en el lado de Jekyll es más suave, demuestra sentimientos, emociones, en un arco de desarrollo bueno. Ingrid Bergman resulta una presencia radiante, espléndida en su sensualidad, con una evolución bien mostrada, de la alegría, frescura y simpatía del inicio, a la angustia, tristeza y sometimiento que muestra tras estar con Hyde, un destello sobre la pantalla es la actriz sueca, curiosamente originalmente su rol era el de Beatrice, pero ella pidió al director el papel de la camarera, lo nocivo es que su profesión en el libro era de prostituta y aquí por la censura se cambia la profesión, provocando que el comportamiento orgánico de la actriz sea bastante difuso, una libertina no acorde con su tiempo, pero si con la meretriz pensada por Stevenson. La bella Lana Turner le toca bailar con la más fea, con un papel soso, insulso, carente de alma, al que ella no da mucho.
Spoiler:
Momentos recordables, aparte de los ya mencionados: Los escenas de vejaciones psicológicas y físicas a que somete Hyde a Ivy, siendo el zenit cuando la asesina, con ese estremecedor rostro de aceptación de la muerte de Ivy; Cuando Jekyll se reúne con Beatrice para decirle que lo mejor es que lo dejen, en un acto de sacrificio y de por parte de él; Cuando Hyde es matado en su laboratorio, ante nuestros ojos su rostro se convierte en Jekyll, entonces en un momento cuasi-místico su mayordomo Poole recita el Salmo 23.
Hay dos versiones en largometraje del relato de Robert Louis Stevenson anteriores a esta, ambas en blanco y negro, la primera una versión silente de 1920 silenciosa, realizada por John S. Robertson con John Barrymore en el papel del doctor, y la referida hablada de 1931 con Fredric March en el rol del Dr. Jekyll.
En conjunto una recomendable cinta de terror psicológico, algo arrugada por el paso del tiempo y por la censura. Fuerza y honor!!!