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Voto de TOM REGAN:
6

Voto de TOM REGAN:
6
6.1
3,579
Drama
En 1937 un niño tibetano es elegido por un grupo de monjes para representar a su pueblo y convertirse en el decimocuarto Dalai Lama, la más alta figura del budismo en el Tibet. El sistema es expeditivo: el niño, de dos años, es arrebatado a su familia y llevado al palacio de Potala para ser educado y preparado para asumir el liderazgo político y espiritual. (FILMAFFINITY)
17 de diciembre de 2017
17 de diciembre de 2017
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
288/08(10/12/17) Sensorialmente atractiva aunque narrativamente dispersa y superficial propuesta dirigida por Martin Scorsese que realiza un biopic sobre la vida del décimo cuarto Dalai Lama (“Kundun se le denomina, en tibetano “La Presencia”), nacido como Tenzin Gyatso, político exiliado y dirigente espiritual del Tíbet, ello sobre el guión de la militante budista Melissa Mathison (“E.T.”), que a su vez se inspira en las escrituras y entrevistas con el mencionado referente budista, ella fue la impulsora del film, siendo la que eligió a Scorsese como realizador, con el beneplácito del Dalai, estando en una década en que la fiebre budista surcó Hollywood, prueba de ello es además de esta cinta, la de Bertolucci “El pequeño Buda” (1993), y la coetánea con la que abordo, “Siete años en el Tíbet” de Jean Jacques Annaud, abordando periodo similar al de esta, con el mismo Lama, pero en esta de secundario. Obra singular en la filmografía del director italoamericano, católico militante, proclive a argumentos de thrillers con nervio y violencia, con diálogos fulgurantes, con actores de prestigio, y un ritmo vibrante, aquí todo cambia a la serenidad, a lo contemplativo y espiritual zen, meditativa y serena, diálogos escasos, sin actores reconocidos, amateurs tibetanos la mayoría (Tenzin Thuthob Tsarong, sobrino nieto del Dalai Lama, interpreta al Dalai Lama adulto, mientras Tencho Gyalpo, sobrina del Dalai Lama, aparece como madre del Dalai Lama). Esto no tendría que ser malo, pero tampoco queda en certeramente desarrollado, y es que Martin estructura su relato desprovisto de alma, su vena crítica y de mirada ambigua frente al cristianismo (explotada en “La última tentación de Cristo”) queda aquí anestesiada, su acidez queda anulada, evoluciona la historia en base a set-pieces, viñetas a modo de postal preciosas de la vida en el país de las alturas, con adornado por una música epidérmica, cosido esto en base a la narrativa voz en off del protagonista, una sucesión de slogans de libro de auto-ayuda que ni siquiera rascan, quedan plúmbeos, de turista que se acerca un rato a esta religión, y es que nada aprenderás sobre esta fe. Una fallida película que se sobrelleva por la belleza de las imágenes, pero que a nivel emocional te deja insatisfecho, y es que Scorsese hace un trabajo demasiado sumiso, no hay matices, no se da dimensión humana del protagonista, los secundarios son acartonados sin vida, la familia el chico desaparece al principio, no hay personajes de apoyo que den vigor al protagonista), no hay actuaciones con las que mínimamente empatices (son meras personas reproduciendo lo que han leído sin emitir expresividad), no tiene aristas, como tampoco el conflicto Tibet-China es expuesto con mínima claridad, muy confusa esta crucial subtrama tratada de forma plana.
La cronología lineal con eventos abarcan desde 1937, cuatro años después del fallecimiento del decimotercero Dalai Lama, hasta 1959; el entorno es el Tíbet, a excepción de breves secuencias en China e India. Comienza con la búsqueda de la decimocuarta emanación de la encarnación del Dalai Lama. Después de una visión del regente del Tíbet Reting Rinpoche (Sonam Phuntsok), varios lamas disfrazados de sirvientes descubren a un candidato prometedor: un niño, Tenzin Gyatso, de dos años y medio nacido de una familia de agricultores en la provincia de Amdo, cerca de la frontera con China. Martin Scorsese centra todo el film en la vida que lleva el joven lama como líder espiritual de todo un pueblo, mostrando con amplio detalle la vida en el monasterio, así como algunos aspectos particulares de la religión tibetana, aunque la segunda parte del film se centra en la invasión China (que todavía dura). El Lama es interpretado a los dos años por Tenzin Yeshi Paichang, a los cinco por Tulku Jamyang Kunga Tenzin, a los 12 Gyurme Tethong, y finalmente como un adulto Tenzin Thuthob Tsarong.
El relato se puede partir en dos: Durante la primera se da el descubrimiento del nuevo líder budista, como es educado espiritualmente en el palacio tibetano de Lhasa, como crece allí, sus travesuras (comidas copiosas, distraimiento con los ratones mientras se debe orar,…); La segunda parte se centra en la crisis entre China y el Tibet que dio con la anexión militar del país himalayo por parte de la nación comunista comandada por Mao Tsetung (Robert Lin sobreactuado), de cómo el Dalai afronta este cataclismo, su ingenuidad ante las relaciones internacionales, sobre la disposición de Tibet (del que desconocía tuviera ejército). Aquí es donde Scorsese aporta algo de sustancia, ofreciendo una brutal crítica al país asiático, a su afán expansionista, a su salvajismo ante una nación débil, y con ello el mensaje se proyecta a nuestro tiempo, convirtiéndose en una denuncia contra la opresión al pueblo tibetano.
La cronología lineal con eventos abarcan desde 1937, cuatro años después del fallecimiento del decimotercero Dalai Lama, hasta 1959; el entorno es el Tíbet, a excepción de breves secuencias en China e India. Comienza con la búsqueda de la decimocuarta emanación de la encarnación del Dalai Lama. Después de una visión del regente del Tíbet Reting Rinpoche (Sonam Phuntsok), varios lamas disfrazados de sirvientes descubren a un candidato prometedor: un niño, Tenzin Gyatso, de dos años y medio nacido de una familia de agricultores en la provincia de Amdo, cerca de la frontera con China. Martin Scorsese centra todo el film en la vida que lleva el joven lama como líder espiritual de todo un pueblo, mostrando con amplio detalle la vida en el monasterio, así como algunos aspectos particulares de la religión tibetana, aunque la segunda parte del film se centra en la invasión China (que todavía dura). El Lama es interpretado a los dos años por Tenzin Yeshi Paichang, a los cinco por Tulku Jamyang Kunga Tenzin, a los 12 Gyurme Tethong, y finalmente como un adulto Tenzin Thuthob Tsarong.
El relato se puede partir en dos: Durante la primera se da el descubrimiento del nuevo líder budista, como es educado espiritualmente en el palacio tibetano de Lhasa, como crece allí, sus travesuras (comidas copiosas, distraimiento con los ratones mientras se debe orar,…); La segunda parte se centra en la crisis entre China y el Tibet que dio con la anexión militar del país himalayo por parte de la nación comunista comandada por Mao Tsetung (Robert Lin sobreactuado), de cómo el Dalai afronta este cataclismo, su ingenuidad ante las relaciones internacionales, sobre la disposición de Tibet (del que desconocía tuviera ejército). Aquí es donde Scorsese aporta algo de sustancia, ofreciendo una brutal crítica al país asiático, a su afán expansionista, a su salvajismo ante una nación débil, y con ello el mensaje se proyecta a nuestro tiempo, convirtiéndose en una denuncia contra la opresión al pueblo tibetano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En su devenir “Kundun”, se llega a convertir en un hermoso collage de estampas de enorme valor estético-auditivo, gracias a una miscelánea fabulosa entre el diseño de producción y (el colorido y radiante) vestuario del tres veces oscarizado, Dante Ferretti (“Gangs of New York” o “Sweeney Todd”), recreando con autenticidad el Tibet en Marruecos (Timlougite [pueblo donde nace el Dalai Lama]; La cordillera Atlas; Aït Benhaddou; La Kasbah de Toubkal [Dungkhar Monastery]; Casablanca [el cuartel de Mao Tsetung]; y en los Atlas Corporation Studios-Ouarzazate), además de en Idaho-USA, en el monasterio Karma Triyana Dharmachakra en Woodstock-Nueva York y en la British Columbia-Canadá, todo esto atomizado por la esplendorosa fotografía de Roger Deakins (“Skyfall” o “Sicario”), por momentos hipnotizante (ejemplo cuando el Dalia Lama es cubierto por tela roja y en subjetivo vemos a través de las fibras), valiéndose unos juegos cromáticos sibaritas en su fuerza cautivadora, con angulaciones dramáticas, con panorámicas hermosas, con primeros planos absorbentes, componiendo postales de una belleza que cala, con algunos slows que saben enfatizar tramos importantes alegóricamente (ejemplo metáfora visual extendida de elaborada obra de arte de arena coloreada se elimina gradual a medida los chinos aumentan presión y Kundun debe huir), o ese magnífico plano cenital en que vemos al Dalai Lama en una ensoñación, primero en plano cerrado que se va abriendo poco apoco mientras vamos viendo a su alrededor decenas y decenas de cadáveres de monjes tibetanos masacrados. Todo esto montado de forma prodigiosa, alternando escenarios y viñetas con sentido simbólico la habitual (también tri-oscarizada) Thelma Schoonmaker. Todo esto envuelto en la meliflua música Philip Glass (“El show de Truman” o “Las horas”), de resonancias étnicas sensacionales engarzadas con las imágenes, cubriendo los huecos que el guión no sabe rellenar, siendo crucial para sobrellevar sus muchos altibajos, ello con formas vocales e instrumentales tibetanas tradicionales, de evocación turbadora que deriva en algo cuasi-etéreo en su devenir epidérmico.
En conjunto queda una obra visualmente excitante, pero tras ella todo denota artificiosidad de docu-drama, sin transmitir intensidad alguna, no hay en su metraje sensación de algo que vaya a trascender, aunque en su favor está su beldad expositiva que hace que se vea sin apenas tedio Fuerza y honor!!!
En conjunto queda una obra visualmente excitante, pero tras ella todo denota artificiosidad de docu-drama, sin transmitir intensidad alguna, no hay en su metraje sensación de algo que vaya a trascender, aunque en su favor está su beldad expositiva que hace que se vea sin apenas tedio Fuerza y honor!!!