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Voto de TOM REGAN:
8
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8
6.9
12,999
Drama
Asturias, principios del siglo XX. Don Rodrigo de Arista Potestad, Conde de Albrit, Señor de Jerusa y de Polán, creía saber qué era el honor. Hasta que regresó de América viejo, casi ciego y arruinado. A su llegada descubre un amargo secreto: una de sus dos nietas -Nelly y Dolly- es ilegítima, no lleva la noble sangre de su familia. (FILMAFFINITY)
6 de diciembre de 2017
6 de diciembre de 2017
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
281/01/01/12/17) Cautivador film del oscarizado José Luis Garci, guionizada por él y Horacio Valcárcel, adaptando la novela homónima de Benito Pérez Galdós, relato pausado, sereno, plácido de ver, en que el realizador madrileño se toma su tiempo para componer un relato revestido de clasicismo, con solemnidad, invitándonos a la reflexión, dejando poso pictórico en el espectador por la belleza y amor con que retrata la Asturias rural de finales de SXIX, gracias a una memorable cinematografía de Raúl Pérez Cubero, adornados lienzos por la entrañable música clásica de Manuel Balboa (aunque en ocasiones sobre-usada), y todo esto atomizado por unos actores superlativos, siendo Titánica la interpretación ( lo minimizo al decir actúa, es el CONDE de Albrit y punto) de un majestuoso Fernando Fernán Gómez, quizá minusvaloro algún trabajo suyo anterior (si es así, mea culpa) pero puede sea su mejor encarnación en su dilatada carrera de más de seis décadas, sublime, acompañándole en esta cima un brillante Rafael Alonso (enfermo de cáncer durante el rodaje) y un radiante Agustín González. Un retrato fascinante de un mundo cambiante en decadencia, donde la aristocracia pierde sus abolengos privilegios en pos de una clase social de arribistas.Un drama que versa sobre el honor, la dignidad, la nobleza, los prejuicios, el clasismo social, el rencor, la redención, el paso lapidario del tiempo, ello con personajes perfectamente delineados, con sus aristas y matices, salpicando el metraje de situaciones de enorme intensidad dramática.
En su debe algunos momentos algo artificiosos, y sobre todo las actuaciones de una Cayetana Guillén Cuervo (hay amores que perjudican y es que entonces la actriz era pareja del director) desubicada, falta de carácter para enfrentarse mínimamente al coloso Fernán Gómez, muy débil para el rol que juega, y tampoco dan buena impresión las ñoñas nietas encarnadas de modo almibarado por Cristina Cruz y Alicia Rozas. Fue candidata la película al Oscar al film de habla no inglesa, perdiendo ante la sobrevalorada “La vida es bella”, y en la ceremonia patria delos Goya tuvo 13 nominaciones, ganado únicamente el muy merecido para Fernando Fernán Gómez, siendo la gran triunfadora otra sobrevalorada cinta, “La niña de tus ojos” de Fernando Trueba. El proyecto se rodó inicialmente como una miniserie para TVE, siendo esta película un montaje, con una duración menor, que se realizó para el cine, la serie fue estrenada en 2001. Cuarta adaptación cinematográfica de la novela, la homónima primera muda en 1925, realizada por José Buchs y protagonizada por Modesto Rivas, la segunda (también homónima) fue una versión argentina en 1954, dirigida por Román Viñoly Barreto, protagonizada por enrique Muiño, y la tercera se estrenó en 1972 con el título de “La duda”, dirigida por Rafael Gil y protagonizada por Fernando Rey.
Garci realiza un ejercicio en el que funde relato y ambientación, como un buen pintor se toma su tiempo para que las imágenes dejen poso en el espectador, recordándome en el estilo (el Dios del Cine me perdone) al Kubrick de “Barry Lyndon” en el sentido de esta miscelánea entre continente y contenido, en la cadencia rítmica para dejar poso, con sobriedad, sin estridencias, con planos sostenidos para dejar que sean los actores los que proyecten sus emociones encontradas y con ello capturarnos, creando un metraje evocador, de estampas bucólicas que nos atraviesan. Ello en poderoso desarrollo epidérmico en el que se hace una visión flexible de lo que debe ser el honor enfrentado al pragmatismo de una vida, nos habla delos golpes de la vida y como enfrentarlos, nos habla con mordacidad sobre el suicidio, sobre las raíces, sobre la familia, sobre el peso de la sociedad de la Iglesia, sobre la hipocresía, sobre las falsas apariencias, sobre la mezquindad, sobre la amoralidad, sobre la perdida, y sobre todo sobre el envejecimiento y cómo afrontar esta otoñal etapa.
El gran pilar sobre el que se asienta esta cinta es el retrato de personalidad del protagonista, un tipo honorable, orgulloso, soberbio, arrogante, un aristócrata de pura cepa, en su pobreza erguido y recto, con rígidos principios morales, reflejando un interior anclado en la nostalgia de un pasado de opulencia que no volverá, ahora solo le quedan las “migajas”, y quiere aprovecharlas, migajas que pueden ser tan satisfactorias como la amistad verdadera (con Don Pio) o sobre todo el amor de sus “nietas”, su carácter irreductible choca con las nuevas generaciones de advenedizos corruptibles y maleables según el viento que sople, imposible no empatizar con un León como el Conde. Todo esto y más lo desborda el actor de origen peruano (Lima-Perú, 28 de agosto de 1921), un Magno Fernando Fernán Gómez, presencia totémica, imponente, carismático, majestuoso, con esas ropas negras, con esa poblada leonina barba rojiza, dejando entrever las arrugas de un millón de vicisitudes, y entre ellas sobresalen don ojos azules penetrantes, ello con una gestualidad pétrea, y sobre todo enarbolando una oratoria incisiva, poderosa, arrolladora, personaje dominador y magnético en el modo de irradiar seducción. Para hito de la historia de la filmografía patria la Apocalíptica escena en la que da un descomunal rapapolvo a los que han conspirado contra él, las denominadas “fuerzas vivas” (alcalde, cura, médico, funcionario de hacienda…).
Rafael Alonso consigue dar réplica al inmenso protagonista con un rol estremecedoramente conmovedor, el modo entrañable en que se autocalifica dan escalofríos, su bonhomía, su mirada triste, las heridas que emite, su rostro ajado por los padecimientos, la química que tiene con Fernán Gómez es de leyenda, sus conversaciones transmiten hondura existencial gloriosa. Punto y aparte merece su sentido de la vocación actoral al rodar con cáncer avanzado,… (sigue en spoiler)
En su debe algunos momentos algo artificiosos, y sobre todo las actuaciones de una Cayetana Guillén Cuervo (hay amores que perjudican y es que entonces la actriz era pareja del director) desubicada, falta de carácter para enfrentarse mínimamente al coloso Fernán Gómez, muy débil para el rol que juega, y tampoco dan buena impresión las ñoñas nietas encarnadas de modo almibarado por Cristina Cruz y Alicia Rozas. Fue candidata la película al Oscar al film de habla no inglesa, perdiendo ante la sobrevalorada “La vida es bella”, y en la ceremonia patria delos Goya tuvo 13 nominaciones, ganado únicamente el muy merecido para Fernando Fernán Gómez, siendo la gran triunfadora otra sobrevalorada cinta, “La niña de tus ojos” de Fernando Trueba. El proyecto se rodó inicialmente como una miniserie para TVE, siendo esta película un montaje, con una duración menor, que se realizó para el cine, la serie fue estrenada en 2001. Cuarta adaptación cinematográfica de la novela, la homónima primera muda en 1925, realizada por José Buchs y protagonizada por Modesto Rivas, la segunda (también homónima) fue una versión argentina en 1954, dirigida por Román Viñoly Barreto, protagonizada por enrique Muiño, y la tercera se estrenó en 1972 con el título de “La duda”, dirigida por Rafael Gil y protagonizada por Fernando Rey.
Garci realiza un ejercicio en el que funde relato y ambientación, como un buen pintor se toma su tiempo para que las imágenes dejen poso en el espectador, recordándome en el estilo (el Dios del Cine me perdone) al Kubrick de “Barry Lyndon” en el sentido de esta miscelánea entre continente y contenido, en la cadencia rítmica para dejar poso, con sobriedad, sin estridencias, con planos sostenidos para dejar que sean los actores los que proyecten sus emociones encontradas y con ello capturarnos, creando un metraje evocador, de estampas bucólicas que nos atraviesan. Ello en poderoso desarrollo epidérmico en el que se hace una visión flexible de lo que debe ser el honor enfrentado al pragmatismo de una vida, nos habla delos golpes de la vida y como enfrentarlos, nos habla con mordacidad sobre el suicidio, sobre las raíces, sobre la familia, sobre el peso de la sociedad de la Iglesia, sobre la hipocresía, sobre las falsas apariencias, sobre la mezquindad, sobre la amoralidad, sobre la perdida, y sobre todo sobre el envejecimiento y cómo afrontar esta otoñal etapa.
El gran pilar sobre el que se asienta esta cinta es el retrato de personalidad del protagonista, un tipo honorable, orgulloso, soberbio, arrogante, un aristócrata de pura cepa, en su pobreza erguido y recto, con rígidos principios morales, reflejando un interior anclado en la nostalgia de un pasado de opulencia que no volverá, ahora solo le quedan las “migajas”, y quiere aprovecharlas, migajas que pueden ser tan satisfactorias como la amistad verdadera (con Don Pio) o sobre todo el amor de sus “nietas”, su carácter irreductible choca con las nuevas generaciones de advenedizos corruptibles y maleables según el viento que sople, imposible no empatizar con un León como el Conde. Todo esto y más lo desborda el actor de origen peruano (Lima-Perú, 28 de agosto de 1921), un Magno Fernando Fernán Gómez, presencia totémica, imponente, carismático, majestuoso, con esas ropas negras, con esa poblada leonina barba rojiza, dejando entrever las arrugas de un millón de vicisitudes, y entre ellas sobresalen don ojos azules penetrantes, ello con una gestualidad pétrea, y sobre todo enarbolando una oratoria incisiva, poderosa, arrolladora, personaje dominador y magnético en el modo de irradiar seducción. Para hito de la historia de la filmografía patria la Apocalíptica escena en la que da un descomunal rapapolvo a los que han conspirado contra él, las denominadas “fuerzas vivas” (alcalde, cura, médico, funcionario de hacienda…).
Rafael Alonso consigue dar réplica al inmenso protagonista con un rol estremecedoramente conmovedor, el modo entrañable en que se autocalifica dan escalofríos, su bonhomía, su mirada triste, las heridas que emite, su rostro ajado por los padecimientos, la química que tiene con Fernán Gómez es de leyenda, sus conversaciones transmiten hondura existencial gloriosa. Punto y aparte merece su sentido de la vocación actoral al rodar con cáncer avanzado,… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
… murió de cáncer en Madrid a los 78 años (24/10/1998), ocho días después del estreno del film (16/10/1998). Curiosamente debutó en un film protagonizado por Fernán Gómez, y cerró el círculo terminó junto al gran polifacético artista. En la citada “La Duda” había encarnado a Senén Corchado, aquí Agustín González; El mencionado Agustín está sensacional, poderoso, ruin, viscoso, pelotilla, desplegando su raza de actor visceral que rezuma naturalidad, formidable.
Puesta en escena memorable en su poder de por momentos Síndrome de Stendhal, preciosista diseño de producción de Julián mateos (“Robin & Marian”), rodando en escenarios naturales de Asturias (Acantilado de Puerta de Viriago; Cadavedo; Capilla del Santo Madero- Parras; Cementerio de Niembro; Gijón; Llanes; Luarca; Monasterio de Valdedios; Oviñana; Palacio de Figaredo; Palacio de Meres; Playa de Andrín; Playa de Torimbia; Playa de Toró; Pola de Lena; Santa Cristina de Lena; Somió; Taberna La Perla de Oviedo; Tiñana), en Burgos (Monasterio de Santa María de la Vid- Aranda de Duero), y en Madrid (Pabellón XII del Patronato de la Feria del Campo), con decorados del oscarizado Gil Parrondo (“Patton”), moviéndonos por lugares hermosos, bucólicos, estos realzados por la subyugante fotografía de Raúl Pérez Cubero (“Historia de un beso”), haciendo de pintor delineando cuadros exquisitos en su beldad sibarita (ese plano de Don Pio sobre el acantilado cayéndosele el sobrero al mar,, esas estampas campestres,…), influenciados por Botticeli, encuadres espléndidos que embelesan, con atardeceres que impresionan artísticamente, con agraciadas tomas panorámicas, de tonalidades macilentas- amarillentas, con mucha luz natural, con luces de velas que evocan sensación melancólica, iluminación matizada, cuidada y mimada, con suaves movimientos de cámara, con algunos sugerentes planos-secuencia (los sutiles 9 y medio minutos del plano-secuencia inicial), con vibrantes primeros planos que exprimen lo mejor de las excelentes actuaciones. Todo esto envuelto en la música arreglada por Manuel Balboa (“Canción de cuna”), con profusión del “Gymnopédie” de Erik Satie, bien las primeras (no sé cuántas) veces primeras, pero llega un momento en que se sobre-utiliza, sin variaciones, se repite demasiado, también se oye el “Nimrod” de Edward Elgar, score musicado por la Orquesta sinfónica de Madrid con dirección de Ángel Gil Ordóñez.
Spoiler:
Momentos recordables, alguna ya mencionado: Primera aparición de El Abuelo, cual Dios barbudo, llega por el bosque entre árboles, apartando una rama para hacerse completamente visible, sublime; Reseñables los momentos fordianos, el Conde visita a su esposa difunta en su tumba y charla con ella, enternecedor; La conversación trémula del conde con Don Pio, tras este no tener valor para tirarse al mar, Don Pio le dice”…Señor Conde, perdóneme que me halague, soy el hombre más bueno del mundo. Tan bueno, tan bueno, que he llegado a despreciarme por ello. Señor Conde que malo es ser bueno”, a lo que sigue una tremenda charla en la taberna, de un humor negro exquisito, hablando de las hijas de Don Pio, y sobre el suicidio; La Imperial “paliza” dialéctica que da el Conde a las “fuerzas vivas” de Gerusa, HOMÉRICO; En otra charla frente a los acantilados Don Pio a el Conde “A mí me habla usted de soledad señor Conde. Que voy por el tercer perro enterrado”;
Don Rodrigo: Si te dieran a escoger entre el honor y el amor, ¿qué harías?
Don Pío: Mire, si de eso que llamamos el honor pudiera hacer una cosa material, sería muy bueno para abonar la tierra: estiércol; para criar la lechuga y el tomate. Eso es el honor en mi humilde opinión: una buena mierda.
Notable cinta, al que quizás le sobra algo de teatralidad, y algunas desequilibradas elecciones de casting, pero son subsanadas por sus brillantes aciertos, empezando por el Dios Fernando Fernán Gómez. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/12/el-abuelo.html
Puesta en escena memorable en su poder de por momentos Síndrome de Stendhal, preciosista diseño de producción de Julián mateos (“Robin & Marian”), rodando en escenarios naturales de Asturias (Acantilado de Puerta de Viriago; Cadavedo; Capilla del Santo Madero- Parras; Cementerio de Niembro; Gijón; Llanes; Luarca; Monasterio de Valdedios; Oviñana; Palacio de Figaredo; Palacio de Meres; Playa de Andrín; Playa de Torimbia; Playa de Toró; Pola de Lena; Santa Cristina de Lena; Somió; Taberna La Perla de Oviedo; Tiñana), en Burgos (Monasterio de Santa María de la Vid- Aranda de Duero), y en Madrid (Pabellón XII del Patronato de la Feria del Campo), con decorados del oscarizado Gil Parrondo (“Patton”), moviéndonos por lugares hermosos, bucólicos, estos realzados por la subyugante fotografía de Raúl Pérez Cubero (“Historia de un beso”), haciendo de pintor delineando cuadros exquisitos en su beldad sibarita (ese plano de Don Pio sobre el acantilado cayéndosele el sobrero al mar,, esas estampas campestres,…), influenciados por Botticeli, encuadres espléndidos que embelesan, con atardeceres que impresionan artísticamente, con agraciadas tomas panorámicas, de tonalidades macilentas- amarillentas, con mucha luz natural, con luces de velas que evocan sensación melancólica, iluminación matizada, cuidada y mimada, con suaves movimientos de cámara, con algunos sugerentes planos-secuencia (los sutiles 9 y medio minutos del plano-secuencia inicial), con vibrantes primeros planos que exprimen lo mejor de las excelentes actuaciones. Todo esto envuelto en la música arreglada por Manuel Balboa (“Canción de cuna”), con profusión del “Gymnopédie” de Erik Satie, bien las primeras (no sé cuántas) veces primeras, pero llega un momento en que se sobre-utiliza, sin variaciones, se repite demasiado, también se oye el “Nimrod” de Edward Elgar, score musicado por la Orquesta sinfónica de Madrid con dirección de Ángel Gil Ordóñez.
Spoiler:
Momentos recordables, alguna ya mencionado: Primera aparición de El Abuelo, cual Dios barbudo, llega por el bosque entre árboles, apartando una rama para hacerse completamente visible, sublime; Reseñables los momentos fordianos, el Conde visita a su esposa difunta en su tumba y charla con ella, enternecedor; La conversación trémula del conde con Don Pio, tras este no tener valor para tirarse al mar, Don Pio le dice”…Señor Conde, perdóneme que me halague, soy el hombre más bueno del mundo. Tan bueno, tan bueno, que he llegado a despreciarme por ello. Señor Conde que malo es ser bueno”, a lo que sigue una tremenda charla en la taberna, de un humor negro exquisito, hablando de las hijas de Don Pio, y sobre el suicidio; La Imperial “paliza” dialéctica que da el Conde a las “fuerzas vivas” de Gerusa, HOMÉRICO; En otra charla frente a los acantilados Don Pio a el Conde “A mí me habla usted de soledad señor Conde. Que voy por el tercer perro enterrado”;
Don Rodrigo: Si te dieran a escoger entre el honor y el amor, ¿qué harías?
Don Pío: Mire, si de eso que llamamos el honor pudiera hacer una cosa material, sería muy bueno para abonar la tierra: estiércol; para criar la lechuga y el tomate. Eso es el honor en mi humilde opinión: una buena mierda.
Notable cinta, al que quizás le sobra algo de teatralidad, y algunas desequilibradas elecciones de casting, pero son subsanadas por sus brillantes aciertos, empezando por el Dios Fernando Fernán Gómez. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2017/12/el-abuelo.html