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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
6
Drama. Comedia Historia de boxeo y de superación personal que se convirtió en el mayor éxito de la Metro en 1931. Un ex campeón de boxeo, hundido en la desidia y con tendencia a la bebida, regresa a los rings, pero se da cuenta de que los años no han pasado en balde. En esta aventura cuenta con la presencia y apoyo constantes de su hijo, que encarna todo lo que él hubiera querido ser. Hay dos versiones más de esta película: la de Robert Z. Leonard ... [+]
19 de diciembre de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
410/03(03/12/21) Interesante drama dirigido por King Vidor, muy exitoso en su momento, tanto taquilleramente como exaltado por la crítica, teniendo varias nominaciones a los Oscar, haciendo a sus protagonistas Wallace Beery y Jackie Cooper (famoso ya por sus cortos con la ‘Our Gang’) dos estrellas grandemente pagadas en Hollywood. Beery ganó el Oscar al Mejor Actor por su actuación (compartiendo el premio con Fredric March por “Dr. Jekyll y Mr. Hyde”), Frances Marion ganó el Oscar a la Mejor Historia y la película fue nominada al Oscar a la Mejor Película y Mejor Director. Aunque en un relato que se nota envejecido y arrugado por el paso de las décadas, de hecho lo he visto con ocasión del 90 aniversario del estreno (09/11/1931), y tiene una historia que si se analiza fríamente chirría en su mensaje de amor paterno-filial, pues nadie puede tolerar que un niño se crie con un padre así, al que habría que quitárselo al menor análisis de la situación, el pobre chico tiene a un progenitor alcohólico hasta las trancas (teniendo que desvestirlo y acostarlo el pobre chaval), viven un cuchitril de habitación, ludópata hasta gastarse el poco dinero que tiene, sin trabajo, pendenciero hasta caer en prisión, descuida al niño dejándolo solo casi constantemente, al chico no lo tiene escolarizado, vamos que cualquier juez le entregaría el niño a la madre acomodada y con vida resuelta en menos que canta un gallo. Que quiera el hijo al padre es fruto del roce y de que no ha conocido otra vida, que tiene libertad para hacer lo que quiera, esto por mor del padre tenerlo abandonado, casi un Síndrome de Estocolmo. Por lo que su moralina del amor entre este despreciable padre y su adorable hijo me resulta grimante. Con lo que me queda para sacar partido a la película es la Homérica química que tienen los dos protagonistas Beery & Cooper, de las que conmueven y estremecen (y eso que los dos se llevaban fatal, los celos del mayor por achacar al chaval que le robaba protagonismo fueron la causa), apoyándose en unas actuaciones Magnas, derrochan realismo, naturalidad, sentimiento, arrollan con una compenetración y unos diálogos formidables.

El guión de Leonard Praskins y Wanda Tuchock se basa en una historia de Frances Marion (que escribió el papel específicamente para Beery), cuenta la historia de un boxeador alcohólico acabado, Andy Purcell (Wallace Beery) que intenta recomponer su vida (tras haber sido campeón del mundo de los pesados) por el bien de su pequeño hijo, Dink (Cooper). Un relato cargado de sentimentalismo y emociones a flor de piel, pero habiendo tramos donde se cruza la línea de lo manipulador, pero que sabe enmascararlo con un ritmo muy ágil, y con u n humor desengrasante estupendo. Agradeciéndose que no se haga de la madre, que dejó al padre con el niño, una bruja, si no que se le da alma y matices, mujer cariñosa y con dolor por no poder estar con su hijito, nunca actúa de modo rastrero contra el ex, más bien lo contrario.

La historia entre el padre y el hijo es un continuo idas y venidas, alegrías y tristezas, con un caballo de carreras de por medio, con borracheras, peleas, apuestas locas, acercamientos a la madre del chico, teniendo todo su zenit en el combate pugilístico entre Andy y un mexicano, demostración culmen de un padre intentando ganar dinero con su sangre para hacer feliz a su pequeño vástago, el boxeo como metáfora diáfana de los sacrificios humanos por lo que queremos, el atavismo primitivo en pos de alcanzar una meta por la fuerza, camino este por el que van los que no tienen otro camino. Ello desde la vertiente humilde de un tipo que llega al combate advertido por un médico der que no está bien en la cabeza, y humildemente con la bata raída, un duelo donde el salvajismo hace aparición por la ferocidad de los golpes, donde el padre se siente obligado por el amor a su retoño a continuar incluso cuando las fuerzas ya no le quedan, no quiere decepcionar a aquel que le llama ‘Campeón’. Para desembocar en un final muy emocionante y valiente, nada acomodaticio, aunque se pueda decir que se hace para buscar la lágrima fácil, pero esto se consigue de modo estremecedor donde Jackie Cooper matiné un primer plano escalofriante, que solo no conmoverá a los que posean un corazón de piedra,

Jackie Cooper y Wallace Beery resultan tan convincentes y aplaudidas, que pronto motivaría a los productores a reunirles de nuevo en las celebradas películas “El arrabal” y “La isla del tesoro”.

Es de ensalzar el tratamiento que se da al personaje del amigo de Dink, un niño negro que es su mejor compañero, no caricaturizándolo como se estilaba en estos años, acorde con una visión racista de los negros.

La película, junto con el papel de Beery en Min y Bill, catapultó la carrera de Beery. Beery firmó un contrato con MGM poco después especificando que recibe un dólar más por año que cualquier otro actor en el lote, convirtiéndolo efectivamente en el actor mejor pagado del mundo. La imagen también convirtió a Jackie Cooper, de nueve años, en la primera estrella infantil de la década de 1930, una era conocida por sus numerosos y populares actores infantiles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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