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Voto de Paranoid:
4
Cuernos
Voto de Paranoid:
4
Fantástico. Intriga. Thriller Merrin Williams (Juno Temple) ha muerto en extrañas circunstancias, y su novio, Ignatius 'Ig' Perrish (Daniel Radcliffe), es el único sospechoso. En el primer aniversario de la muerte de Merrin, Ig se pasa la noche borracho y haciendo cosas espantosas. Cuando se despierta, tiene una resaca tremenda… y cuernos que le están naciendo en la cabeza. Ig posee un nuevo poder macabro que intenta usar para descubrir al monstruo que mató a su ... [+]
8 de junio de 2015
30 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ver cine es como un juego o, al menos, así siempre me lo planteo yo. Un juego en el que el director establece unas reglas, y tú, como espectador-jugador, decides seguirlas o no. A mí siempre me gusta seguir esas reglas y creo que soy un jugador entusiasta: me esfuerzo en aceptar lo que me están planteando y cuestiono pocas cosas. Sin embargo, hay juegos mejores y peores, y ello se debe, principalmente, a la calidad de dichas reglas: a veces, se cambian a media partida, por lo que el juego se vuelve tramposo, y otras, simplemente son difíciles de entender o no siguen una lógica y una mínima verosimilitud.

Horns se incluiría en este último grupo: reglas arbitrarias, caprichosas y realmente confusas. ¿De qué va este juego? ¿Quieren hacerme reír, quieren hacerme llorar, quieren mantenerme en vilo? Creo que Alexandre Aja quiere crear en el espectador todas esas cosas, pero en mí solo ha conseguido la primera de ellas.
Horns empieza con fuerza, con mucha fuerza. El protagonista, Ig Perrish, interpretado por Daniel Radcliffe, es un personaje atormentado por el asesinato de su novia (Merrin), del que se convierte en el principal sospechoso. Después de tan nefasto acontecimiento, empieza a sufrir una transformación. ¿Por qué? No lo sabemos, pero en este punto de la película lo cierto es que no importa, y aceptamos el juego.

No es un factor original, ni mucho menos. La metamorfosis es un motivo recurrente en el cine (quizás La mosca de Cronenberg es una de mis películas favoritas de esta temática), pero, para mí, siempre es bienvenido, sobre todo si está bien llevado.

Y precisamente eso es lo que parece en un principio: al personaje de Radcliffe no solo le salen cuernos, sino que empieza a crear efectos extraños en la gente de su alrededor, que parecen dar rienda suelta a sus deseos más oscuros, lo que crea unas situaciones cómicas muy divertidas y acertadas en mi opinión.

Sin embargo, el desarrollo de la trama no está bien logrado ni mucho menos bien resuelto. A la vez que se profundiza en el argumento, vemos cómo el tono de comedia va dando paso a la severidad y la tragedia, y a partir de aquí la película empieza a perder fuelle. La motivación principal del protagonista se desarrolla a la manera de un thriller, durante el que se va revelando qué pasó en realidad por medio de unos flashbacks que, en mi opinión, se alargan demasiado y le restan ritmo e interés a la narración.

Podríamos decir, en resumidas cuentas, que estamos ante una película en ocasiones divertida, con un tono de comedia negra bien conseguido que va degenerando en un dramón azucarado y ñoño, desarrollado a través de una narración propia de un thriller tirando a floja y aburrida.

El director me ha mostrado sus reglas, y yo las he querido aceptar, pero he salido confundido y desorientado en el intento. O son unas reglas sin sentido, o yo soy un mal jugador.

¿Mis razones para concluir esto? En el spoiler…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Como decíamos, el avance de la trama, a modo de thriller, va minando mi interés por la historia. A medida que Ig va conociendo la verdad, crece tanto su sed de venganza como la longitud de sus cuernos. La confesión definitiva surgirá del único personaje que parecía “puro” (con permiso de Merrin), precisamente el mejor amigo de Ig, Lee, el único que parecía confiar en él (¡quién lo hubiera imaginado!).

¿Y cómo? Pues más que por las dotes detectivescas de nuestro cornudo protagonista, por pura casualidad. De repente, Ig se da cuenta de que su amigo lleva al cuello esa cruz tan especial que pertenecía a Merrin, y al arrancársela, el tipo pierde una especie de protección que lo hacía inmune a los poderes “demoníacos” del protagonista. ¿Por qué? No lo sabemos, y aquí ya empiezo a necesitar explicaciones más claras, y empiezo a rechazar el juego.

El caso es que le confiesa que él la mató (qué pérfido malhechor). A partir de aquí, parece que la película ha alcanzado su punto álgido, y el enfrentamiento se salda con la derrota de Ig. No obstante, como era de esperar, Ig vuelve, y tras reconciliarse con el padre de Merrin, este le da su bendición y le concede la cruz fetiche de su hija, que esta vez le cura las graves heridas del rifirrafe con Lee y le quita los cuernos. ¿Por qué? No lo sabemos.

Quería dedicarle una mención especial a Merrin. Si creíamos que estábamos ante una mujer, no podíamos estar más equivocados: es un auténtico ángel. Más buena que la Madre Teresa de Calcuta, más guapa que Nefertiti, más pura que la Virgen María (o bueno, casi casi…). Todos la idolatran, todos están enamorados de ella; es más, su propia belleza es la que parece desatar la locura en los demás. En definitiva, una película que creo que tiene la voluntad de crear un producto original, de romper esquemas, nos ofrece un personaje que hemos visto miles de veces. Qué cansancio me producen estas mujeres perfectas que no son verdaderas mujeres, sino seres de luz casi divinos. Y qué atroz el crimen cometido contra ella, de una gravedad innombrable, que sacude el cielo y la tierra (y el Infierno).

Algo me dice que si Merrin no fuera tan pelirroja, si no tuviera una piel tan de porcelana, si la cámara no nos ofreciera sus mejores ángulos, si no tuviera esa recta perfección moral, esa fidelidad y sacrifico hacia su amado, si sus pedos no olieran a Chanel n.º 5 (por favor, pero qué digo, dudo mucho que tenga ano siquiera), su violación y asesinato no sería tan grave, su muerte no merecería una venganza tan elevada, que le restaure su honor mancillado… Cansino conservadurismo en la creación de personajes femeninos… Pero, ¡eh, espera! Que se nos ha olvidado que “semos moernos”: una perfecta pérdida de la virginidad, en una perfecta postura de folleteo, en una perfecta casita del árbol, en un perfecto y bucólico bosque, es el maquillaje perfecto. Solo faltaba que unos conejitos y unos pajarillos se pusieran a bailar y cantar alegres mientras contemplan la escena de nuestro protagonista embistiendo a la susodicha (pero, Harry Potter, ¿qué le estás haciendo, canalla?).

No obstante, el summum de mi decepción con esta película empieza con la lectura de la nota secreta de Merrin que habíamos mencionado (ay, pero qué buena que era, qué pena más grande), digna de culebrón de sobremesa. Y termina con una escena final en la que el protagonista, dispuesto a perdonar y convertido en ángel (eso sí, después de cubrir de víboras a una camarera e incitar a su hermano a morir de sobredosis), decide completar su venganza, por lo que adopta una forma de demonio total, aunque un poco amuermado, porque se deja disparar y trinchar antes de embestir a Lee (a este con los cuernos) y provocarle una muerte cruenta, que es malo, muy malo (me cansa también la absoluta y maniquea maldad de este personaje).

Finalmente, Ig muere, gran héroe caído en desgracia, y se queda en una especie de paraíso con su querida Merrin. Pero ¿qué clase de cursilada me acabo de tragar?
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