Vaya por delante que no me disgustó la película, sino que más bien me pareció una apuesta interesante, con cierto encanto, cuyo mayor problema es que se va desinflando a medida que va acercándose a su final. La historia empieza con buen pie, presentando a dos personajes atípicos: Rae, una chica traumatizada que se desahoga de sus males follando a troche y moche con cualquiera que se le ponga a tiro y por otro lado, Lazarus, un granjero/bluesero/predicador aficionado que la recoge después de una brutal paliza. La relación paterno-filial que se establece entre dos personajes tan dispares es el motor de una historia que trata sobre la redención a través del amor y al extremo que puede llegar un ser humano brutalmente privado de las atenciones afectivas más básicas.
Christina Ricci borda el personaje de Rae, dotándole de la mezcla de sensualidad y vulnerabilidad que requiere; pero es Samuel L. Jackson quien se come al resto del reparto (incluido el flojo Justin Timberlake) con patatas. Gracias a él, "Black Snake Moan" gana puntos y se sitúa en esa borrosa frontera que separa una película mediocre de un visionado medianamente fascinante.