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Voto de Federico:
9
7.8
41,320
Romance. Drama
Hong Kong, 1962. Chow, redactor jefe de un diario local, se muda con su mujer a un edificio habitado principalmente por residentes de Shanghai. Allí conoce a Li-zhen, una joven que acaba de instalarse en el mismo edificio con su esposo. Ella es secretaria de una empresa de exportación y su marido está continuamente de viaje de negocios. Como la mujer de Chow también está casi siempre fuera de casa, Li-zhen y Chow pasan cada vez más ... [+]
15 de marzo de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Deseando amar.
Asistimos en esta película a una visión intimista y personal sobre la lenta trasformación de los valores de una cultura tradicional por los de una nueva sociedad más actual. La contraposición de la “civilización de la vergüenza” oriental, frente a la “civilización de la culpa” de raíces cristianas y más occidental. Un hombre, —Chow Mo-Wan (Tony Leung)— y una mujer, —Mrs. Chan (Maggie Cheung)— a los que une la soledad y el engaño de sus respectivas parejas, entablan una profunda amistad. Su situación les obliga a vivirla a escondidas y en silencio lo que les produce un profundo desasosiego. “Podemos sentir vergüenza pero no culpa, porque nosotros no somos como ellos”, —le dice Chow Mo-Wan a Mrs. Chan—. Pero, en la cultura tradicional chi-na, la culpa existe cuando los actos son conocidos o supuestos por los demás, y eso les hace iguales a ellos. La sinceridad, la lealtad y la amistad son los valores que guían sus actos, pero también, su deseo de amar.
Asistimos entonces como espectadores, a una historia de amor que discurre a un ritmo lento y con una dinámica que sólo es posible desde una perspectiva oriental. La cámara, desde una distancia cercana transforma nuestra mirada y nos implica en cada una de las secuencias, convirtiéndonos en observadores indiscretos. Todo se desarrolla sobre un escenario de oscuros pasillos y reducidos habitáculos desdibujados donde nada nos distrae y donde no parece existir nada más allá de los personajes, salvo nosotros con nuestra impertinente mirada. Una gama de colores fríos con predominio de los tonos grises y azules envuelven la mayor parte de las secuencias, absorbiendo junto con la luz, todos y cada uno de los deseos. Salvo el rojo intenso y sin matices del pasillo del hotel donde Chow y Li-Zhen (Mrs. Chan) buscan un refugio secreto y temporal a su amistad. En consonancia con estos colores apagados o planos, se nos mues-tra la resignación y la falta de coraje de Chow Mo-Wan. Mientras, en claro contraste, Li-Zhen se nos presenta llena de matices. Sus dieciocho vestidos sixties de diferentes tejidos y multitud de dibujos y colores, sirven de hilo conductor y nos permiten percibir el paso del tiempo, haciéndola, además, profundamente seductora. En su puesta en escena Li-Zhen nos permite, asimismo, ver aflorar sus sentimientos, sus debilidades y su valor. No obstante, es cuando la observamos o la vemos caminar al compás de las notas de violín de la música de Michael Galasso cuando todo lo dicho en estas líneas adquiere su verdadero sentido.
Asistimos en esta película a una visión intimista y personal sobre la lenta trasformación de los valores de una cultura tradicional por los de una nueva sociedad más actual. La contraposición de la “civilización de la vergüenza” oriental, frente a la “civilización de la culpa” de raíces cristianas y más occidental. Un hombre, —Chow Mo-Wan (Tony Leung)— y una mujer, —Mrs. Chan (Maggie Cheung)— a los que une la soledad y el engaño de sus respectivas parejas, entablan una profunda amistad. Su situación les obliga a vivirla a escondidas y en silencio lo que les produce un profundo desasosiego. “Podemos sentir vergüenza pero no culpa, porque nosotros no somos como ellos”, —le dice Chow Mo-Wan a Mrs. Chan—. Pero, en la cultura tradicional chi-na, la culpa existe cuando los actos son conocidos o supuestos por los demás, y eso les hace iguales a ellos. La sinceridad, la lealtad y la amistad son los valores que guían sus actos, pero también, su deseo de amar.
Asistimos entonces como espectadores, a una historia de amor que discurre a un ritmo lento y con una dinámica que sólo es posible desde una perspectiva oriental. La cámara, desde una distancia cercana transforma nuestra mirada y nos implica en cada una de las secuencias, convirtiéndonos en observadores indiscretos. Todo se desarrolla sobre un escenario de oscuros pasillos y reducidos habitáculos desdibujados donde nada nos distrae y donde no parece existir nada más allá de los personajes, salvo nosotros con nuestra impertinente mirada. Una gama de colores fríos con predominio de los tonos grises y azules envuelven la mayor parte de las secuencias, absorbiendo junto con la luz, todos y cada uno de los deseos. Salvo el rojo intenso y sin matices del pasillo del hotel donde Chow y Li-Zhen (Mrs. Chan) buscan un refugio secreto y temporal a su amistad. En consonancia con estos colores apagados o planos, se nos mues-tra la resignación y la falta de coraje de Chow Mo-Wan. Mientras, en claro contraste, Li-Zhen se nos presenta llena de matices. Sus dieciocho vestidos sixties de diferentes tejidos y multitud de dibujos y colores, sirven de hilo conductor y nos permiten percibir el paso del tiempo, haciéndola, además, profundamente seductora. En su puesta en escena Li-Zhen nos permite, asimismo, ver aflorar sus sentimientos, sus debilidades y su valor. No obstante, es cuando la observamos o la vemos caminar al compás de las notas de violín de la música de Michael Galasso cuando todo lo dicho en estas líneas adquiere su verdadero sentido.