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Voto de Lukas:
8

Voto de Lukas:
8
7.2
57,002
Romance. Drama
Ben Sanderson (Nicolas Cage), un guionista alcohólico, acaba de perder su trabajo en Hollywood debido a que sus problemas con la bebida afectan a su rendimiento. Sin amigos y sin familia, decide ir a Las Vegas con el propósito de beber hasta morir. Nada más llegar a la ciudad, conoce a Sera (Elisabeth Shue), una atractiva prostituta que trabaja en la calle de la que se queda prendado. (FILMAFFINITY)
7 de febrero de 2024
7 de febrero de 2024
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La vi en su momento, cuando se estrenó en los cines, y la verdad es que me pareció una cinta excelente, que dejó huella. Durante un tiempo estuve con sus imágenes dándome vueltas por dentro, pensando en su tremenda desolación. Ha pasado el tiempo, casi treinta años (cómo pasa el tiempo), y las cosas han cambiado mucho. Uno ha vivido ya varias vidas en ésta, y todo eso que ha pasado, no se puede cambiar. Ahora, he tenido la oportunidad de verla, y como se merece, en versión original con subtítulos, para apreciar las voces originales (aunque, si digo la verdad, no recuerdo cómo era el doblaje). Me sigue gustando, me parece una gran película, pero no la calificaría de obra maestra ni mucho menos. Para eso le falta, y mucho.
Lo mejor es el guión, del propio Mike Figgis, que escribió a partir de la obra de John O’Brien, que se quitó de en medio poco antes del estreno de la peli. Es una historia durísima, sobre un alcohólico que quiere acabar sus días bebiendo, es decir, que quiere matarse bebiendo sin parar. Y su destino será la ciudad más impersonal y terrible del mundo, Las Vegas, una meca del juego construida en mitad del desierto, una no-ciudad, horrible donde las haya, que siempre me ha parecido lo más parecido al infierno en la Tierra. Es la combinación del propósito y el lugar, lo que hace de la cinta algo tremendamente dramático y melancólico al mismo tiempo. Para dar vida a este personaje fatal, Ben Sanderson, Figgis escogió con gran acierto a Nicolas Cage, que hace una gran interpretación, una de las mejores de su irregular carrera. Nunca me gustó este tipo, pero aquí lo borda. Luego, para el papel de Sera, la prostituta de la que se enamora, escogió a Elisabeth Shue, una actriz muy secundaria, pero que aquí brilla como esos neones de los que está rodeada. Es la buena química (¡nunca mejor dicho!) entre los dos lo que hace que la cinta remonte, y alcance momentos de gran brillantez.
Desde el principio ya sabemos cómo acabará la historia, así que no hay lugar para la intriga ni la sorpresa. El que busque aquí algo parecido, la lleva negra. La historia es monocorde, porque Ben lo que hace es beber todo el tiempo, y ella hace también lo que ha aprendido, es decir, prostituirse por unos mugrosos billetes. Ambos son almas en pena, en la ciudad del pecado, en donde todos los vicios están permitidos, porque es el infierno en la Tierra, ya lo he dicho. Y en un lugar así, todo brillo falso, que nunca duerme, ¿qué es lo que hace falta? Un ángel. ¿Y quién es el ángel necesario? Pues Sera, mismamente. Ella es la que se cruza (literalmente) en el camino de nuestro hombre, para llevarlo a un territorio mejor, lejos de ese cuarto de hotel infecto en el que se aloja al principio (buen juego de palabras: The Whole Year Inn, The Hole You're In, “el agujero en el que estás”, como lee el pobre alcohólico). Como bien se dice en varios momentos, Ben está creído que ella se le ha aparecido en forma de ángel, para salvarlo. Un ángel muy carnal, y un ángel paradójico, pues no se encuentra en una situación muy superior a él. Entre ambos surge el amor, o algo que se le puede llamar amor, que es más bien un reconfortamiento mutuo, un cuidarse lo mejor posible, hasta que llegue la hora fatal.
Lo malo es que no hay remedio. Él no quiere dejar de beber, no quiere que ella se lo pida. Uno nunca cambia, y un alcohólico menos. (Por cierto, vaya fastidio, que se siga confundiendo estado con condición: se tiende a decir “borracho”, cuando se quiere hablar de “alcohólico”; borracho, es algo pasajero, joder.) Ella puede dejar de salir a hacer la calle, pero él sí que no. Es la aceptación de este estado de cosas, lo que da a la cinta su carácter profundamente trágico.
¿Qué es lo que rechina aquí, o mejor dicho, qué es lo que me molesta? No la magnífica banda sonora, también del bueno de Figgis, que al parecer es músico de jazz antes que cineasta. No seré yo el que critique las pelis con banda sonora de jazz, ¡me encanta el jazz, es la mejor música para una peli así! Lo que no entiendo es la inclusión de las canciones de Sting, un músico que nunca me hizo gracia. Son canciones pegajosas, que desentonan con el resto de la banda sonora y que añaden un poco de melaza y “buenas intenciones” a una historia de lo más nihilista. Que no, que no, que ni Angel Eyes ni My First and Only Love. Que mejor te callas, y así estarás más guapo. Otro punto en contra es la fotografía, bastante conseguida, de Declan Quinn, pero que por momentos roza la estética del videoclip, tan extendido en esos años. Hay secuencias un poco ridículas, pero bueno, en general, el color, la elección de los decorados, la planificación, todo está en su lugar. Por momentos, la peli parece un documental, el realismo está muy conseguido. También me gusta el cambio de color /planificación, cuando Sera habla con su psicoanalista, le cuenta toda esta historia que ahora vemos (guapísima, Elisabeth Shue). Si no fuera por esos detalles, sin duda estaríamos ante una obra maestra absoluta.
Lo mejor es el guión, del propio Mike Figgis, que escribió a partir de la obra de John O’Brien, que se quitó de en medio poco antes del estreno de la peli. Es una historia durísima, sobre un alcohólico que quiere acabar sus días bebiendo, es decir, que quiere matarse bebiendo sin parar. Y su destino será la ciudad más impersonal y terrible del mundo, Las Vegas, una meca del juego construida en mitad del desierto, una no-ciudad, horrible donde las haya, que siempre me ha parecido lo más parecido al infierno en la Tierra. Es la combinación del propósito y el lugar, lo que hace de la cinta algo tremendamente dramático y melancólico al mismo tiempo. Para dar vida a este personaje fatal, Ben Sanderson, Figgis escogió con gran acierto a Nicolas Cage, que hace una gran interpretación, una de las mejores de su irregular carrera. Nunca me gustó este tipo, pero aquí lo borda. Luego, para el papel de Sera, la prostituta de la que se enamora, escogió a Elisabeth Shue, una actriz muy secundaria, pero que aquí brilla como esos neones de los que está rodeada. Es la buena química (¡nunca mejor dicho!) entre los dos lo que hace que la cinta remonte, y alcance momentos de gran brillantez.
Desde el principio ya sabemos cómo acabará la historia, así que no hay lugar para la intriga ni la sorpresa. El que busque aquí algo parecido, la lleva negra. La historia es monocorde, porque Ben lo que hace es beber todo el tiempo, y ella hace también lo que ha aprendido, es decir, prostituirse por unos mugrosos billetes. Ambos son almas en pena, en la ciudad del pecado, en donde todos los vicios están permitidos, porque es el infierno en la Tierra, ya lo he dicho. Y en un lugar así, todo brillo falso, que nunca duerme, ¿qué es lo que hace falta? Un ángel. ¿Y quién es el ángel necesario? Pues Sera, mismamente. Ella es la que se cruza (literalmente) en el camino de nuestro hombre, para llevarlo a un territorio mejor, lejos de ese cuarto de hotel infecto en el que se aloja al principio (buen juego de palabras: The Whole Year Inn, The Hole You're In, “el agujero en el que estás”, como lee el pobre alcohólico). Como bien se dice en varios momentos, Ben está creído que ella se le ha aparecido en forma de ángel, para salvarlo. Un ángel muy carnal, y un ángel paradójico, pues no se encuentra en una situación muy superior a él. Entre ambos surge el amor, o algo que se le puede llamar amor, que es más bien un reconfortamiento mutuo, un cuidarse lo mejor posible, hasta que llegue la hora fatal.
Lo malo es que no hay remedio. Él no quiere dejar de beber, no quiere que ella se lo pida. Uno nunca cambia, y un alcohólico menos. (Por cierto, vaya fastidio, que se siga confundiendo estado con condición: se tiende a decir “borracho”, cuando se quiere hablar de “alcohólico”; borracho, es algo pasajero, joder.) Ella puede dejar de salir a hacer la calle, pero él sí que no. Es la aceptación de este estado de cosas, lo que da a la cinta su carácter profundamente trágico.
¿Qué es lo que rechina aquí, o mejor dicho, qué es lo que me molesta? No la magnífica banda sonora, también del bueno de Figgis, que al parecer es músico de jazz antes que cineasta. No seré yo el que critique las pelis con banda sonora de jazz, ¡me encanta el jazz, es la mejor música para una peli así! Lo que no entiendo es la inclusión de las canciones de Sting, un músico que nunca me hizo gracia. Son canciones pegajosas, que desentonan con el resto de la banda sonora y que añaden un poco de melaza y “buenas intenciones” a una historia de lo más nihilista. Que no, que no, que ni Angel Eyes ni My First and Only Love. Que mejor te callas, y así estarás más guapo. Otro punto en contra es la fotografía, bastante conseguida, de Declan Quinn, pero que por momentos roza la estética del videoclip, tan extendido en esos años. Hay secuencias un poco ridículas, pero bueno, en general, el color, la elección de los decorados, la planificación, todo está en su lugar. Por momentos, la peli parece un documental, el realismo está muy conseguido. También me gusta el cambio de color /planificación, cuando Sera habla con su psicoanalista, le cuenta toda esta historia que ahora vemos (guapísima, Elisabeth Shue). Si no fuera por esos detalles, sin duda estaríamos ante una obra maestra absoluta.