Últimamente parece que el tema de ETA está permanentemente sobre la mesa (no me parece correcto aquí usar la manida frase de "estar de moda"). Y entiendo que es buena cosa, pues discutir, discrepar, asentir e incluso gritar, llorar o murmurar (hablar, en definitiva) es lo único que puede ayudarnos a conseguir superar como sociedad este tipo de asuntos tan graves. Y que no pase como con otros terribles dramas de nuestra historia, cuyas heridas aún permanecen abiertas, porque se optó por pasar página (sin apenas leerla) para no molestar a los criminales del bando poderoso.

Y esta producción documental de 8 horas de duración es sin duda la más completa, plural, exhaustiva e incluso sorprendente (hay imágenes reales que ilustran e impresionan más que 1000 series de ficción) que se haya hecho y, creo, se pueda hacer en el futuro. Aparecen prácticamente todas las personas y personalidades que tienen algo que decir sobre el asunto: todos los presidentes de gobierno vivos, lehendakaris, periodistas, guardias civiles, policias, infiltrados, políticos, etarras de primera hornada, de segunda y de tercera (con las inmensas diferencias que saltan a la vista y al entendimiento entre unos y otros). Y por supuesto, las víctimas, en toda su crudeza y con toda la grandeza que muchas de ellas irradian.

No pretende el documental tomar partido por ninguna cara del tremendo poliedro que siempre es la verdad. Más allá del respeto y homenaje a las víctimas inocentes (prácticamente todas), las conclusiones las ha de elaborar el espectador. Para ello, esta producción aporta 8 tremendas horas de inigualable "food for thought".

Lo Mejor: Hay tanto que casi no se puede ni enumerar. Me quedaría con lo tremendamente plural del completísimo plantel de entrevistados, el montaje sobrio y efectivo y algunas imágenes reales inéditas que ilustran la verdad que se esconde detrás de atentados, preparativos, seguimientos, detenciones o maniobras políticas.

Lo Peor: Sinceramente no le veo ni un solo pero.