Diría que hay otras maneras de 'familiarizarse' con la muerte -es un tema bastante tabú todavía para nosotros- y no a través del dolor o la angustia permanente... En la historia que nos ocupa la vive, o mejor desvive, una sola pareja en la que recae todo el pesar del tránsito en un universo cerrado que los oprime aún más (aunque es por decisión propia del enfermo y respetable). He vivido situaciones parecidas, no iguales, y puedo comprender a Marta e imaginarme a ese Luis pero en la vida real también hay momentos de fortaleza dentro de la adversidad, o, por lo menos entereza. Me refiero a que afrontarlo me parece primordial aunque cuando uno es joven no es tan fácil de llevar (Donés fue un referente).

Relativo al dolor bien está el que se busquen paliativos, por supuesto, y una buena compañía, quizás el mejor alivio, pero veo en esta historia casi la formalidad de un deber que hay que cumplir, encomiable por parte de ella, pero sin mayor soporte detrás donde incluso algún desaire de él, cuando regresan a casa, lo encuentro inadecuado sin apenas explicación que lo respalde mejor (puede ser la enfermedad o incluso la desconfianza que aflora someramente)... Pero bueno, que lo entiendo aunque en resumen me parece que el continente rebasa al contenido cuando yo agradecería que mejor fuese al revés y se profundizara más en esa relación a dos y que no se limitara a recordar su música preferida… De todos modos, como no soy ni el director ni la guionista y parece que quiera serlo -perdón por la interferencia- mis respetos, como no, al retrato de esas ‘guardias’ ya explícitas por sí solas y que resultan magistrales.

Me gustaría sin embargo, como complemento de interés, poder considerar también la obra original de Arthur Schnitzler en la que se basa la película, según leo al final de los títulos de crédito, para evaluarla mejor aunque sí es evidente los estragos que en su amor provoca la enfermedad y eso se refleja bien. En cuanto a la pareja protagonista -también en la vida real- nada que objetar, desde luego, pero sí le pediría a Fernando Franco, dicho sea de buen rollo, que no haga sufrir más a Marián Álvarez que con esta y "La herida" ya ha cumplido. De sobras.