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Fantástico. Comedia. Aventuras
Un grupo de científicos se encuentra en el norte de Finlandia investigando extraños sucesos que guardan relación con la existencia de una misteriosa criatura. Siguiendo sus pasos, el pequeño Pietari descubrirá la verdad oculta tras el rostro de Santa Claus. (FILMAFFINITY)
3 de diciembre de 2011
3 de diciembre de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Situémonos: en 2003 el finés Jalmari Helander dirige un cortometraje titulado 'Rare Exports Inc.' y en 2005 su segunda parte. En 2010 el proyecto se transforma en largometraje: 'RARE EXPORTS: A CHRISTMAS TALE', que gana en las categorías de película, director y fotografía en el Festival de Sitges del mismo año.
Cada año llega la Navidad de forma inevitable y con ella las películas de espíritu ñoño y solidario destinadas generalmente al público infantil. El cine acude al rescate de los que se suponen mejores valores humanos con historias mediocres sobre niños que ven a Santa Claus y padres que no entienden qué han hecho mal para que sus hijos hayan acabado así.
Algo de eso hay en la película finlandesa, naturalmente. Sin embargo Helander logra el imposible de convertir una película navideña en algo divertido. ¿Cómo? Apostando por el terror en lugar de la cursilería y convirtiendo al Santa Claus made in Coca-Cola en un ser siniestro.
El experimento, además de original, funciona de maravilla. Todo está mimado con detalle: cada gesto, cada mirada, cada frase. La música es una fiesta para el oído y no hay manera de apartar la mirada de la pantalla. El hechizo es de fábula y el relato un juguete que hay que llevar cuanto antes al colegio para presumir delante del resto.
La película crece por la naturaleza de un guión valiente que siempre camina sobre suelo firme. El tercer acto es divertidísimo y la escena final del casting rezuma ironía de primera división. Entretenimiento de alto voltaje para todas las edades.
De niño quisiera haber visto algo así. De adulto me alegro de no habérmelo perdido. Ya no se respeta nada: ahora resulta que en Navidad pueden pasar cosas buenas.
Cada año llega la Navidad de forma inevitable y con ella las películas de espíritu ñoño y solidario destinadas generalmente al público infantil. El cine acude al rescate de los que se suponen mejores valores humanos con historias mediocres sobre niños que ven a Santa Claus y padres que no entienden qué han hecho mal para que sus hijos hayan acabado así.
Algo de eso hay en la película finlandesa, naturalmente. Sin embargo Helander logra el imposible de convertir una película navideña en algo divertido. ¿Cómo? Apostando por el terror en lugar de la cursilería y convirtiendo al Santa Claus made in Coca-Cola en un ser siniestro.
El experimento, además de original, funciona de maravilla. Todo está mimado con detalle: cada gesto, cada mirada, cada frase. La música es una fiesta para el oído y no hay manera de apartar la mirada de la pantalla. El hechizo es de fábula y el relato un juguete que hay que llevar cuanto antes al colegio para presumir delante del resto.
La película crece por la naturaleza de un guión valiente que siempre camina sobre suelo firme. El tercer acto es divertidísimo y la escena final del casting rezuma ironía de primera división. Entretenimiento de alto voltaje para todas las edades.
De niño quisiera haber visto algo así. De adulto me alegro de no habérmelo perdido. Ya no se respeta nada: ahora resulta que en Navidad pueden pasar cosas buenas.