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Voto de FATHER CAPRIO:
8
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8
7.1
3,282
Intriga. Romance
A pesar de que sus últimas misiones son bastante irrelevantes, el agente secreto británico Alec Leamas no desea abandonar la clandestinidad para ocupar un despacho oficial. Su nueva misión en la Alemania Oriental parece más interesante: consiste en hacerse pasar por un desertor y para que su deserción resulte verosímil se las ingenia para desacreditarse y desacreditar a sus jefes hasta conseguir que lo expulsen de la agencia de ... [+]
30 de agosto de 2007
30 de agosto de 2007
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debo reconocer que lo del Martini mezclado y no agitado, lo de “me llamo Bond...James Bond”, lo de las “chicas Bond” (en España y allá por los 60) significó para muchos de nosotros, entre los que me cuento, una especie de revolución cinematográfica donde los agentes secretos no surgían precisamente del frío sino de paradisíacos paisajes tropicales con sensuales valkirias emergiendo de azuladas aguas. Y nosotros con los ojos como platos...
Después, el tiempo nos ha enseñado a diferenciar entre sueños y vigilias, entre realidad y ficción y sobre todo hemos aprendido que los buenos no ganan siempre. Y esta nueva óptica de las cosas que nos ha dado la propia vida nos permite comprender y aceptar a agentes secretos con menos licencias para matar y mas alcohol en sus venas, a chicas menos espectaculares y más ingenuas y, sobre todo, nos permite aceptar un mundo con menos sol, palmeras y playas y más sombras, tristezas y paredones.
Martin Ritt consigue que “encajemos el golpe”. Que lo de Bond está muy bien como entretenimiento pero que los toros tienen cuernos y muy afilados. Que ni los buenos son tan buenos ni los villanos tan malvados. Ritt nos hace abrir los ojos y ver. Claro que eso de hacer milagros no estaba muy bien visto y le costó quedar en la lista negra de los caza brujas al servicio de inquisitoriales senadores que es mejor ni nombrar.
Alguien puede decir y con razón que el mérito es de John Le Carré por su magnífica novela. De acuerdo. Pero el paso del papel al celuloide lo efectuó Martin Ritt con suma profesionalidad. Tanta que, a pesar de los intrincados giros de la trama, a pesar de agentes dobles y otros personajes de dudosa ubicación, el espectador no se desubica en ningún momento. Bueno, debe poner su poco de atención, eso si, pero solo la justa y suficiente.
La música y especialmente la fotografía en blanco y negro contribuyen a configurar una atmósfera sórdida y fría que derrocha tristeza y desencanto por los cuatro costados. La actuación de Richard Burton, de las que se recuerdan. Oskar Werner en su línea de "El barco de los locos", es decir francamente bien. Y la película, en su conjunto, un trabajo excelente a la par que crudo. Real como la vida misma.
Después, el tiempo nos ha enseñado a diferenciar entre sueños y vigilias, entre realidad y ficción y sobre todo hemos aprendido que los buenos no ganan siempre. Y esta nueva óptica de las cosas que nos ha dado la propia vida nos permite comprender y aceptar a agentes secretos con menos licencias para matar y mas alcohol en sus venas, a chicas menos espectaculares y más ingenuas y, sobre todo, nos permite aceptar un mundo con menos sol, palmeras y playas y más sombras, tristezas y paredones.
Martin Ritt consigue que “encajemos el golpe”. Que lo de Bond está muy bien como entretenimiento pero que los toros tienen cuernos y muy afilados. Que ni los buenos son tan buenos ni los villanos tan malvados. Ritt nos hace abrir los ojos y ver. Claro que eso de hacer milagros no estaba muy bien visto y le costó quedar en la lista negra de los caza brujas al servicio de inquisitoriales senadores que es mejor ni nombrar.
Alguien puede decir y con razón que el mérito es de John Le Carré por su magnífica novela. De acuerdo. Pero el paso del papel al celuloide lo efectuó Martin Ritt con suma profesionalidad. Tanta que, a pesar de los intrincados giros de la trama, a pesar de agentes dobles y otros personajes de dudosa ubicación, el espectador no se desubica en ningún momento. Bueno, debe poner su poco de atención, eso si, pero solo la justa y suficiente.
La música y especialmente la fotografía en blanco y negro contribuyen a configurar una atmósfera sórdida y fría que derrocha tristeza y desencanto por los cuatro costados. La actuación de Richard Burton, de las que se recuerdan. Oskar Werner en su línea de "El barco de los locos", es decir francamente bien. Y la película, en su conjunto, un trabajo excelente a la par que crudo. Real como la vida misma.