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Voto de FATHER CAPRIO:
6
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6
6.0
1,196
5 de febrero de 2010
5 de febrero de 2010
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me siento, para nada, avergonzado, pero confieso que desconocía la filmografía de Haneke. ¿Imperdonable? Tal vez. Siempre hay almas caritativas dispuestas a echar un cable anímico. Con El castillo he saldado siquiera minimamente mi deuda con el cine de autor a pesar de que tengo la vaga sensación de que no he acertado plenamente. De Haneke todos, o casi, hablan excelentemente. Algo no funciona. ¿Que me pasa, doctor?. Mientras espero al galeno me estrujo las neuronas a ver si doy con la tecla y estas son las conclusiones a las que voy llegando...
Lector impenitente y devorador de negros sobre blancos, en mis años jóvenes, uffff, leí El castillo de Kafka. En un lenguaje que intuía más que comprendía, Kafka me hablaba de la pequeñez, de la impotencia, del orden establecido, del vuelva usted mañana. El castillo se me figuraba un monstruo devorador lleno de interminables laberintos repletos de legajos (no tan distinto de los actuales y abarrotados juzgados) y, enfrascado en la lectura, el pánico se iba apoderando de mi al entender que uno de aquellos polvorientos legajos, posiblemente el que estaba debajo de todos los demás llevaba mi nombre, tal vez subrayado en azul. Kafka me anticipaba ese poso que el devenir de los años va dejando en uno. Hoy la vida ha transformado aquellas intuiciones en relativas certezas.
La propuesta de Kafka exige necesariamente la soledad del lector y la ausencia de intermediarios. Comprendo que para directores de acusada personalidad como Haneke, Welles, Bergman o Lynch, llevar a Kafka al terreno de las imágenes suponga un auténtico reto. Aplaudo su osadía. Ensalzo su capacidad imaginativa para dar forma a la propia esencia de una novela que se desarrolla en las catacumbas de la mente humana. Pero el resultado no me llega, tal vez porque la sombra de aquella novela deteriorada por el uso es demasiado alargada.
Reconozco el ingenio de Haneke para crear esa sensación de irrealidad. La voz en off como lector de la novela e incluso interrumpiéndose en el mismo punto de la obra inacabada. El castillo siempre presente y nunca visto. Los espacios negros entre secuencias. El absurdo y el surrealismo dándose la mano. He descubierto un gran director en el austríaco pero seguro que no estoy ante su mejor película.
Disculpénme, llaman a la puerta. Probablemente sea el galeno.
Lector impenitente y devorador de negros sobre blancos, en mis años jóvenes, uffff, leí El castillo de Kafka. En un lenguaje que intuía más que comprendía, Kafka me hablaba de la pequeñez, de la impotencia, del orden establecido, del vuelva usted mañana. El castillo se me figuraba un monstruo devorador lleno de interminables laberintos repletos de legajos (no tan distinto de los actuales y abarrotados juzgados) y, enfrascado en la lectura, el pánico se iba apoderando de mi al entender que uno de aquellos polvorientos legajos, posiblemente el que estaba debajo de todos los demás llevaba mi nombre, tal vez subrayado en azul. Kafka me anticipaba ese poso que el devenir de los años va dejando en uno. Hoy la vida ha transformado aquellas intuiciones en relativas certezas.
La propuesta de Kafka exige necesariamente la soledad del lector y la ausencia de intermediarios. Comprendo que para directores de acusada personalidad como Haneke, Welles, Bergman o Lynch, llevar a Kafka al terreno de las imágenes suponga un auténtico reto. Aplaudo su osadía. Ensalzo su capacidad imaginativa para dar forma a la propia esencia de una novela que se desarrolla en las catacumbas de la mente humana. Pero el resultado no me llega, tal vez porque la sombra de aquella novela deteriorada por el uso es demasiado alargada.
Reconozco el ingenio de Haneke para crear esa sensación de irrealidad. La voz en off como lector de la novela e incluso interrumpiéndose en el mismo punto de la obra inacabada. El castillo siempre presente y nunca visto. Los espacios negros entre secuencias. El absurdo y el surrealismo dándose la mano. He descubierto un gran director en el austríaco pero seguro que no estoy ante su mejor película.
Disculpénme, llaman a la puerta. Probablemente sea el galeno.