Absolutamente estamos ante una serie de las que marcan época.
Hablar de Penny Dreadful significa hablar de la mejor serie escrita de los últimos diez o veinte años diría yo, pero hay que trazar un arco en ella.

Por un lado está la primera y la segunda temporada que fueron insuperables. Toda la esencia de los monstruos victorianos, insaciables, hermosamente grotescos, diabólicos, extraños dotados de una incapacidad de adaptarse durante el día que engendra su monstruosidad de noche, que hace que su tristeza al no encajar John Logan la narre en una especie de prosa poética que envuelve a Penny Dreadful de una capa de arte y sensibilidad que se aleja del público ordinario, para engrosar la minoría culta.

Tienen las dos primeras temporadas el aliento de una diosa, casi como diría Bécquer, el amor secreto de Ethan por Vanessa, la lucha de Eva Green por componer esa heroína tormentosa pero que no se da por vencida jamás, Vanessa Ives, el objeto de Penny Dreadful y todos los demás personajes. El dolor de Caliban, la extrañeza de Victor Frankenstein y su sentimiento de culpa, la lucha de Sir Malcolm Murray.
Todo se entremezcla para obtener de cada actor lo mejor para su personaje. Logan lo consiguió, que Dorian Gray brillara más, que el hombre lobo fuera más fuerte y se autoinculpase aún más.

Pero entonces tras tanto esplendor y derroche actoral y visual llegó el invierno. La última temporada, y la calificación pasa de un 10 a un 6, y siendo generoso. La tercera temporada no comprende más que un triste broche escrito deprisa y sin ningún deseo de querer dar un final a la altura, sino algo completamente simple, que deja entrever una escritura aburrida, vaga, en la que ninguna carencia es paliada, ningún deseo producido, solo la muerte es la verdadera protagonista. Pero no la de ningún personaje, sino la de la serie.
Penny Dreadful murió en la tercera temporada. Actuaciones sobresalientes a excepción de ese Drácula lamentable, miserable y débil que pusieron, que no logran engrandecerse a sí mismos antes del final por la trama tan predecible y larga.
La química desapareció, lo honorable, lo que hacía a Penny Dreadful grande, la calidad dramática, los monstruos dejaron de serlo para no ser nada.
Eva Green se sentía distante, forzada, pero no más que un Josh Hartnett descontento a todas luces con su personaje, el que mejor recorrido había tenido, el de Ethan Chandler por la primera y la segunda temporadas, en cuanto a reconocimiento de uno mismo, tema que Penny Dreadful ha convertido en esencial en las dos primeras temporadas. Dorian Gray tan aplastado como Josh Hartnett, interpretado por Reeve Carney aparece con menos vida que nunca, ejemplos todos de una trama absurda, de un final que nunca debió ocurrir y una debacle que destrozó el corazón de la mayoría de los fans.
Espero con ganas la secuela, Penny Dreadful: City of Angels, donde Natalie Dormer hará sufrir (espero) a Daniel Zovatto.
Que no la jodan como con la primera parte.