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España España · Salamanca
Voto de Polikarpov:
7
Drama Anton es un médico que divide su tiempo entre una idílica ciudad danesa y un campo de refugiados en África, donde ejerce su profesión. Anton y su esposa, padres de dos hijos, están separados y se plantean el divorcio. Elias, el mayor de sus hijos, entabla una estrecha amistad con Christian, un chico que acaba abandonar Londres para establecerse con su padre en Dinamarca. Sin embargo, Christian involucra a Elias en una peligrosa revancha ... [+]
3 de abril de 2011
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Susanne Bier le gusta contar historias de familias. De hecho, es toda una especialista en drama (o melodrama) familiar.

Además, a su manera, es una revolucionaria: se le nota que mantiene la esperanza de que la humanidad podrá superarse a sí misma y seguir evolucionando, en vez de haber llegado al convencimiento de que será la estupidez supina la que termine tragándosela entera.

Esto le da a la chica un simpático toque de ingenuidad guerrera.

Cachondeos aparte, en “Haevnen” (venganza), titulada aquí “En un mundo mejor” (definitivamente, me gustaría conocer a los que ponen los títulos de las pelis por aquí; tiene que ser un interesante grupo de mutantes), la Bier vuelve a la carga con las familias (más o menos mutiladas, más o menos erosionadas) para contarnos con su estilo sobrio y austero una parábola sobre la violencia surgida del odio nacido de la frustración y de la amargura (el hijo del viudo), del propio miedo del incapaz de entender poco más que códigos territoriales (el abusón de colegio y el mecánico matón) o de la simple prepotencia psicopática (el señor de la guerra, probablemente etíope, de tres al cuarto).

Y la respuesta que proponen Bier y Thomas Jensen (autor del guión) ante tal planteamiento es la que daría el mismísimo Jesucristo o un ser supercivilizado con nervios de acero: tranquilidad (al menos aparente), razonamiento y amorosa comprensión… mientras se pone la otra mejilla.

Naturalmente (quiero decir, antinaturalmente), todo eso está muy bien. Sabemos que, ante una humillante agresión, lo que hay que hacer es denunciar y llamar a la policía (o al revés). Pero (seamos sinceros) también sabemos que hacemos tal cosa porque tenemos miedo de que, si respondiéramos como nos lo pide el cuerpo (es decir, repartiendo unas hostias como panes), podríamos, de una forma u otra (institucional o no) salir trasquilados y, encima, sin poder saborear las mieles de la venganza.

Y es que somos así. Qué le vamos a hacer.

En resumen: recomendable.
Polikarpov
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