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Voto de Replicántropo:
2
6.4
8,808
Comedia. Drama
Inès trabaja en una importante consultora alemana establecida en Bucarest. Su estresante vida está perfectamente organizada hasta que su extrovertido y bromista padre Winfried llega de improvisto y le pregunta ”¿eres feliz?”. Tras su incapacidad para responder, sufre un profundo cambio. Ese padre que a veces estorba y que la avergüenza un poco le va a ayudar a dar nuevamente sentido a su vida gracias a un personaje imaginario: el ... [+]
27 de noviembre de 2016
89 de 134 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego, razón tenía Garci: qué grande es el cine y la diversidad de opiniones que genera una misma obra. Siempre me asombra que personas cuyo criterio valoro, estimo y me referencia, tengan una apreciación tan diametralmente opuesta a la mía... Líbreme Dios (y Billy Wilder, valga la redundancia) del espíritu de contradicción, de llevar la contraria por llevarla; y ojalá hubiera disfrutado yo también de lo que para mis amigos constituye una delicatessen y a mi me ha resultado un engrudo indigesto.
Para empezar, niego la mayor. O esto no es una comedia, o yo he perdido todo sentido del humor.
La machacona reiteración de los supuestos gags hacen que Toni no me parezca un tipo ocurrente y divertido cuyas bromas inviten a su receptora a reflexionar sobre su vida en general y su profesión en particular, sino un estomagante personaje que nos recuerda sin piedad a ese cuñado pelmazo que en la cena de navidad se empeña en reiterar su misma única broma año tras año desde que hace treinta alguien le rio esa gracieta: él la incorporó a su repertorio, y el resto la soporta como una liturgia tan inevitable como el discurso del Rey: que se ponga y se quite los dientes postizos (y la peluca, no olvidemos la peluca, debe ser la misma de Carrillo en 1975) treinta veces en la película, tiene gracia?, lo dudo; tiene sentido?, pues tampoco me parece, pero en fin...
(Para no reventar su argumento, señalo algunos detalles en la zona spoiler).
Pasemos a la calidad de la película como tal: el debate sobre su planteamiento político y social no debería menoscabarla si la tuviera; nadie en su sano juicio (bueno, nadie no: acaba de ganar Trump) reivindica el mensaje de "El nacimiento de una nación" (la peli de Griffith, aclaro: va a estrenarse otra homónima), pero la infamia de su planteamiento no anula su consideración de obra seminal del cine.
El sentido de la síntesis es inexistente: de ahí el título de este comentario, tomado de una canción de Pablo Milanés, "La vida no vale nada". Y de ahí también la queja de la mayoría de las críticas: no es larga, es larguíiiiiiiiiísima para lo que cuenta.
Igual podríamos referirnos al desconocimiento de la directora del concepto de la elipsis: esta señora cree que tiene que mostrárnoslo todo, en un montaje pesado y sin ritmo, olvidando una máxima irrenunciable en el cine (y en la vida): lo que no suma, resta.
Su supuesta novedad no me resulta tal. Todo esto ya lo hemos visto, y sin tanto ditirambo ni pretenciosidad, en "La ciudad no es para mí", en "El diablo viste de Prada"; en las películas del landismo (un tanto aggiornado, claro, en apartamentos de diseño), en "Un día de furia"... Por cierto, si no nos reímos de Michael Douglas cuando su carga de estrés lo rompe, ¿donde está la gracia del ataque de ansiedad de Inés, al recibir a sus invitados desnuda porque la tensión puede con ella? Lo mismo podríamos decir de Bridget Jones, ¿por qué Renée Zellweger en la escena final de su "Diario..." persiguiendo a Colin Firth medio desnuda es cine barato de sobremesa dominical, y resulta que Inés persiguiendo al pelmazo de su padre disfrazado de Chewbacca es una escena desopilante, exquisito bocado de cinéfilos?
Termino ya, que me paso de espacio, falta lo peor: lo peor de todo es que esta irritante película resulta insoportablemente aburrida.
Para empezar, niego la mayor. O esto no es una comedia, o yo he perdido todo sentido del humor.
La machacona reiteración de los supuestos gags hacen que Toni no me parezca un tipo ocurrente y divertido cuyas bromas inviten a su receptora a reflexionar sobre su vida en general y su profesión en particular, sino un estomagante personaje que nos recuerda sin piedad a ese cuñado pelmazo que en la cena de navidad se empeña en reiterar su misma única broma año tras año desde que hace treinta alguien le rio esa gracieta: él la incorporó a su repertorio, y el resto la soporta como una liturgia tan inevitable como el discurso del Rey: que se ponga y se quite los dientes postizos (y la peluca, no olvidemos la peluca, debe ser la misma de Carrillo en 1975) treinta veces en la película, tiene gracia?, lo dudo; tiene sentido?, pues tampoco me parece, pero en fin...
(Para no reventar su argumento, señalo algunos detalles en la zona spoiler).
Pasemos a la calidad de la película como tal: el debate sobre su planteamiento político y social no debería menoscabarla si la tuviera; nadie en su sano juicio (bueno, nadie no: acaba de ganar Trump) reivindica el mensaje de "El nacimiento de una nación" (la peli de Griffith, aclaro: va a estrenarse otra homónima), pero la infamia de su planteamiento no anula su consideración de obra seminal del cine.
El sentido de la síntesis es inexistente: de ahí el título de este comentario, tomado de una canción de Pablo Milanés, "La vida no vale nada". Y de ahí también la queja de la mayoría de las críticas: no es larga, es larguíiiiiiiiiísima para lo que cuenta.
Igual podríamos referirnos al desconocimiento de la directora del concepto de la elipsis: esta señora cree que tiene que mostrárnoslo todo, en un montaje pesado y sin ritmo, olvidando una máxima irrenunciable en el cine (y en la vida): lo que no suma, resta.
Su supuesta novedad no me resulta tal. Todo esto ya lo hemos visto, y sin tanto ditirambo ni pretenciosidad, en "La ciudad no es para mí", en "El diablo viste de Prada"; en las películas del landismo (un tanto aggiornado, claro, en apartamentos de diseño), en "Un día de furia"... Por cierto, si no nos reímos de Michael Douglas cuando su carga de estrés lo rompe, ¿donde está la gracia del ataque de ansiedad de Inés, al recibir a sus invitados desnuda porque la tensión puede con ella? Lo mismo podríamos decir de Bridget Jones, ¿por qué Renée Zellweger en la escena final de su "Diario..." persiguiendo a Colin Firth medio desnuda es cine barato de sobremesa dominical, y resulta que Inés persiguiendo al pelmazo de su padre disfrazado de Chewbacca es una escena desopilante, exquisito bocado de cinéfilos?
Termino ya, que me paso de espacio, falta lo peor: lo peor de todo es que esta irritante película resulta insoportablemente aburrida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En general, las situaciones absurdas no me hacen gracia, y me incomodan mucho. Pero no por empatía con personaje alguno, sino por vergüenza ajena ante su pura tosquedad. Por ejemplo, la escena de sexo la vi con profundísimo desagrado; yo, que no me creo un puritano mojigato, e incluso considero a Rocco Siffredi un buen actor de género (pese a su escasez de registros). Desde luego esa escena no encaja en modo alguna con el género de comedia... Y de ahí en adelante, por el estilo; como irrumpir en la casa de personas que no tenían nada que ver con la historia para pintar unos huevos de Pascua y dejar su fiesta patas arriba, sólo para que la detestable liquidadora pueda cantarnos por Whitney Huston..., sí, sí, el amor más grande, ja!, y su posible redención de la canalla en que se convirtió: su personaje revela quien fatalmente es ya: Inés Conradi está perdida, se dejó abducir por el lado oscuro de la fuerza, la música de la Huston no evitó que cambiara de empresa pasando de Bucarest a Singapur..., a hacer lo mismo, claro, según yo entendí. Por lo demás, me resulta obscena esa sucesión de escenas: ella viene de comentar con su padre que cuantos más obreros despida el encargado, menos tendrá que despedir ella..., y luego canta que se lo podrán quitar todo, menos la dignidad... Jajajaj, me rompo la garganta de reír, qué gracia, por favor, pero qué gracia... Vamos, me hace tanta gracia que me apetece asaltar la Bastilla otra vez.
Completo este acercamiento a la lectura política del argumento alertando sobre su obvio mensaje reaccionario hasta decir basta. Y es que ya estoy un poco cansado de estos dramas que aquejan a estas mujeres-piraña, que es habitual que se nos contrapongan a las marujas: yo quiero mujeres (como hombres, pero nosotros no nos vemos afectados por este asunto tan específica y explícitamente) de verdad; ni mantis, ni mujeres felpudo; quiero creer que para romper el techo de cristal ni hay que convertirse en una hija de puta, ni renunciar a una vida personal plena a cambio de un (discutible) éxito profesional.
Completo este acercamiento a la lectura política del argumento alertando sobre su obvio mensaje reaccionario hasta decir basta. Y es que ya estoy un poco cansado de estos dramas que aquejan a estas mujeres-piraña, que es habitual que se nos contrapongan a las marujas: yo quiero mujeres (como hombres, pero nosotros no nos vemos afectados por este asunto tan específica y explícitamente) de verdad; ni mantis, ni mujeres felpudo; quiero creer que para romper el techo de cristal ni hay que convertirse en una hija de puta, ni renunciar a una vida personal plena a cambio de un (discutible) éxito profesional.