Y que el alquiler me costó un euro. Porque ¿habeis imaginado lo que es ir al cine y quedarte dormida en mitad de la película, expuesta al sobe del vecino de al lado, que también se aburre, o al chillido insufrible de la maruja que se empeña en hacer callar a los niños de trece años que piden cacahuetes? Pero por suerte a mí me dio por alquilarla y cocinarme unos macarrones mientras la veía... si es que la vi, porque no sé si es posible que esta película logre, en algún momento, enganchar al espectador. Y eso que el tema es interesante, ya que por todas partes abunda el típico político corrupto (o sea, el político en general) cuyo lema es: "Yo sé lo que necesita la gente y lo uso en provecho de mis propias necesidades". Más allá de eso, que es lo único que se entiende, LO QUE NO SE ENTIENDE es por qué no se ve la trama de corrupción, y sólo se oye hablar de ella.
Un Sean Penn desperdiciado y una película que por haber querido ser extremadamente fiel al texto, pues se queda en las palabras. Y es curioso, porque no suele pasar que en el cine se privilegien más las palabras que las imágenes, sin embargo esto es lo que sucede aquí. Y se supone que esto es cine, no literatura.
Lo mejor: la toma en blanco y negro de esos dos hilos de sangre que confluyen, finalmente, en una toma en color.
Lo peor: la película ¿qué sino?