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Voto de Kyrios:
9
Drama Tras un divorcio difícil, Lucas, un hombre de cuarenta años, ha encontrado una nueva novia, un nuevo trabajo y trata de reconstruir su relación con Marcus, su hijo adolescente. Pero algo empieza a ir mal: un detalle cualquiera, un comentario inocente y una mentira insignificante que se extiende como un virus invisible sembrando el estupor y la desconfianza en una pequeña población. (FILMAFFINITY)
2 de julio de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bien, en pleno 2013 nadie cree en brujas. O por lo menos no lo suficiente como para enviar alguien a la hoguera a morir por ello. Pues en Salem, Nueva Inglaterra, no hace mucho (finales del siglo XVII) se registró un episodio de histerismo colectivo en el que decenas de personas fueron enviadas a la hoguera por el simple hecho de ser acusadas por unas niñas del poblado, que decían que habían visto a dichas personas pactando con el diablo y cometiendo actos impuros. Los hechos causaron un gran revuelo y la “Justicia” no tardó en aparecer. Hubo gente que fue enviada a la hoguera por el simple hecho de no saber recitar el padre nuestro en inglés (lógico cuando la acusada era gaélica en origen) y porque toda la represión que aquella puritana sociedad había contenido se había desembocado en unos personas que no eran más que el cabeza de turco de una sociedad que vivía totalmente reprimida por el miedo. El éxito de las niñas fue tan desmesurado que visitaron otros poblados ejerciendo sus poderes como descubre-brujas, donde enviaron a más inocentes al cadalso.

El hecho fue utilizado por el escritor norteamericano Arthur Miller, quien se sirvió de la historia para elaborar una magnífica obra teatral en la que también atacaba una sociedad que tenía muchas coincidencias con la situación social de Nueva Inglaterra, y es que al igual que en Salem, la sociedad norteamericana de los años cincuenta vivía dominada por el auténtico miedo. Se ha dicho que miedo al rojo, al comunista, pero no era más que un odio cultivado sin sentido y que había creado una sociedad que sufría una paranoia constante. Así el mítico dramaturgo se aprovechó de la historia para definir una sociedad que también vivía su particular caza de brujas.


Y “La Caza” también es la particular caza de brujas de Thomas Vinterberg. El director danés elabora un terrible film que se convierte en una película tan cruda como necesaria (en contraposición a los miles de films norteamericanos de simple evasión, la película se muestra como un oasis de buen cine donde aún se respetan las buenas ideas). El director sitúa su historia en un pequeño pueblo donde todos se conocen, no viven muchos vecinos y todos más o menos saben las miserias de cada uno. Y las malas lenguas hacen mucho daño en un pueblo pequeño, todo el mundo lo sabe.

Y ahí el director atiza de manera directa, elaborando un tímido personaje profesor de escuela, divorciado y con un hijo. El pueblo habla receloso de él, porque lo ven como a un personaje cuyo divorcio ha amargado y que vive sólo con su perra. Y una pequeña niña con mucha imaginación será la desencadenante de todo.


Las situaciones harán que la película derive en unos tortuosos caminos que llevarán a nuestro protagonista a ser acusado de manera injusta por la manida justicia popular, que en vez de servirse en fundamentos, lo hace en teorías que se sustentan en el viento. Pero lo más elogiable del director danés es que nunca tensa las situaciones de manera que parezcan preparadas o tendenciosas. Vinterberg sólo conduce a sus protagonistas por un camino que ya parecía marcado de antemano y que se veía venir (que no que fuera el más lógico). Es destacable la entrevista en la que el psicólogo habla con la niña para saber si ha habido abusos sexuales o no. Ahí la película demuestra su fuerza, porque Vinterberg mantiene la escena al filo del cuchillo, con un pulso tremendo, tensando la situación quizá hasta el límite, y pese a que puede pecar de conductista (porque las palabras del psicólogo van dirigidas hacia la misma situación),¿ no son unas palabras que serían lógicas por otra parte? No serían las primeras que una persona trataría de sonsacar a una niña pequeña, de la cual se cree que ha habido indicios de abuso?

Y por supuesto, ninguna culpa tiene la niña. Porque el mal no está en ningún personaje, y ese es un gran acierto del director. No hay buenos ni malos, simplemente el director retrata un pueblo consumido por la histeria y que cíclicamente se encarga de demoler carnaza para mantener el equilibrio de la comunidad.

Se nota que Vinterberg ha asimilado muy bien el concepto de falso culpable del célebre director Hitchcock. De hecho la película puede leerse en clave de falso culpable pero ampliada a un espectro sociológico más amplio. El público siente una frustración absoluta cuando ve que todas las desgracias se vuelve en contra de un personaje que el espectador ha observado con sus propios ojos que es inocente. La cuestión es, si el público no supiera que el acusado no ha cometido abusos contra la menor, ¿Cómo se comportaría? Seguramente como uno de los tantos personajes del pueblo que rechazan al protagonista de todas las maneras

Y pese a que una vez se resuelve todo y las acusaciones se demuestran infundadas. Nada volverá a ser como antes, porque la mancha de la acusación se extiende como una balsa de aceite que impregna cada rincón de los momentos más íntimos de nuestro protagonista, que ni siquiera puede ir a comprar, porque es rechazado en cualquier establecimiento.

Y aún así, Vinterberg es condescendiente, pero a medias. Sabe que si la película hubiera acabado de otra forma el espectador no la habría podido digerir y recurre a una fabulosa escena final en la que todo queda claro, pero con una sensibilidad a la que muy pocos están a la altura. Estarás marcado, seas inocente o no, porque otros ya te habrán juzgado.

http://neokunst.wordpress.com/2013/07/02/ciclo-thomas-vinterberg-la-caza/
Kyrios
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