Original historia la que nos trae Derrick Borte acerca del materialismo personalizado en una familia creada para y por las ventas. ¿Cómo? Como han leído, una empresa elige entre sus candidatos a un grupo de cuatro miembros para formar la familia perfecta, guapos, inteligentes, amables, con afán de crecimiento, pero sobretodo con el don de meterte cualquier producto por los ojos. Son vendedores expertos.

Todo lo que ves es falso. La casa es un palacio con todas las comodidades habidas y por haber. Si vas a conducir llévate el último modelo de Audi, tienes que llamar la atención de tus vecinos. Si haces una fiesta, da a conocer todos los alimentos a los cuales tienes parte en la comisión. Joyas, bebidas, relojes, videojuegos, televisores, todo depende del miembro de la familia que seas. La madre en la peluquería, el padre en el golf, la chica con sus amiguitas y el chaval con los muchachotes...pero todos persiguen un fin, mostrar su fantástica vida rodeados de todo lo que el dinero pueda comprar y crear el deseo en los demás por conseguir lo mismo.

La historia es poco creíble la verdad y a medida que se va desarrollando flojea por muchos lados, pero me quedo con lo que nos quiere transmitir el director. Personas sin pudor, a los cuales les importa muy poco la felicidad de los demás, solo aumentar sus ventas y obtener más privilegios de la empresa. Hasta las relaciones afectivas están vetadas dentro de la familia, actúan como robots siendo humanos. Por fortuna esta no es la naturaleza humana y uno de sus protagonistas abre los ojos después de un desgraciado accidente a un amigo cercano.

Entretenida película para pasar el rato, que cumple con su cometido en especial dejando la duración en unos escasos 90 minutos.