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España España · Santa Cruz de Tenerife
Voto de Ozymandias_Iskander:
6
Acción. Ciencia ficción Tras la catástrofe nuclear, Mad Max cruza un desierto donde pierde su caravana de camellos. Llega a una ciudad donde le proponen cambiárselos a cambio de que ataque al tirano de la ciudad subterránea, un enano que fabrica gas metano con excrementos de cerdo. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2013
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué meta le quedaba, tras tanto camino y carrera, al loco Max? Parece ser que George Miller decidió que el sendero del mesías (o, tal vez, más exactamente el de Moisés)… pero la carrera resulta hasta cierto punto fallida.

Max (Mel Gibson) vaga por el desierto y acaba encontrando los albores de una nueva civilización, Negociudad, que comete los mismos pecados de la anterior (pese a querer liberarse de la violencia de las guerras, ellos mismos tienden a la violencia).

Este Max ha pasado de ser un justiciero vengativo al estilo Charles Bronson o Harry el Sucio de la primera película a un vaquero al estilo Clint Eastwood en la Trilogía del Dólar en Mad Max 2. Guerreros de la Carretera. Ahora, en un mundo donde el tiempo ha pasado (ya ni siquiera hay carreteras), se convierte en la última esperanza de un mundo al borde del colapso (una civilización de mierda directamente) y de otra a punto de nacer, encarnada por docenas de niños que recuerdan a los Niños Perdidos, los Ewoks y al pobre Niño Salvaje del boomerang cortante de la anterior película (hermosa, aunque repetitiva, la idea de que el futuro son los niños). Él deberá decidir ahora.

El problema es que está premisa se hunde en un film que resulta irregular y largo, porque llegan a notarse las diferencias de los dos directores George Miller y George Ogilvie. Tras un comienzo que no está nada mal, luego llega la lucha en la Cúpula del Trueno y, desde ahí, el film se deshincha.

Ya sea porque el ritmo escasea, los niños Ewoks resultan poco llamativos o la amenaza de Negociudad (o Truequeciudad) resulta aburrida… o porque, sobre todo, no tenemos a una villana a la altura: Tía Alma, una Tina Turner que aporta poco, que uno no sabe si fue la financiación americana lo que la puso en la película o qué y queda muy atrás de villanos repulsivos como Humungus en la segunda o Cortauñas en la primera.

En la segunda mitad y el final de Mad Max 3 hay escenas salvables, pero no demasiadas y todo empieza a naufragar en este mundo postapocalíptico que se mezcla, de repente, con El Señor de las Moscas… Y el pecado de caer en los clichés ochenteros del cine de aventuras, como hacer de la violencia algo trivial al estilo Indiana Jones y no con la crudeza e incluso gore de las predecesoras de Mad Max.

Todo puede que se deba a que George Miller dejó la dirección de parte de la película por la muerte de un amigo, Byron, al que le dedica el film y Ogilvie se encargó de las escenas que no era de acción. Como deje entrever, se notan las cuatro manos.

A esto se suma que algunos puntos del guion a cargo de Miller y Terry Hayes quedan reiterativos (la historia narrada por el futuro ya lo vimos en la anterior) o algunos momentos algo incomprensibles que detallo en el spoiler.

Si bien algunos puntos “vacíos” quedaban bien en la segunda parte (nunca sabemos qué ocurre con la mujer de Max realmente), ahora nos encontramos con que nuestro personaje ya no cojea (como en la antecesora) y ni le falta un ojo (como se insinuaba en la anterior, al final) y, pese a que Max recibe bastantes golpes (uno de los logros de la trilogía es hacer a un héroe vulnerable), uno siente que ya no es tan real. Resultado general: un quiero, pero no puedo.

Y eso pese al mayor presupuesto, que se nota a la hora de recrear las civilizaciones, la destrucción del antiguo mundo (planos preciositas genuinos) y demás, pero se pierde en gran parte el efecto llamativo que recordaba tanto a los cómics (¿o los tebeos recuerdan a Mad Max?). La mejor idea es ese Maestro/Golpeador, que de pronto se redime sin que sepamos muy bien por qué (¿o esta especie de Yoda siempre fue Yoda sin que nos diésemos cuenta y los malos eran los otros?)… Se pierde un poco la gracia.

Hasta los vehículos o persecuciones están puestos a calzador (solo al final), sin la fuerza de las anteriores pese a un mayor despliegue de medios.

Y el personaje de Bruce Spence, su hijo hostiable y su avión poco pintan, pese a que aquí el actor interpreta a un personaje diferente al de la segunda parte, pero más olvidable pese a su papel fundamental.

La banda sonora de Maurice Jarre es uno de esos puntos donde se nota el cambio. Ya no corre a cargo de Brian May y se nota… para mal. Al principio, incluso resulta estridente o fuera de lugar (la primera vez que viajamos al submundo), luego no está mal, pero no tiene la gracia del miembro de Queen. Los aportes de Tina Turner a los créditos están bien, incluso quizás más que su aparición como “villana” de la película.

Pese a todos sus defectos, la película no deja de ser disfrutada y, quizás, es la más recordada de las tres… o, simplemente, la más parodiada (me viene al recuerdo cierto capítulo de la irreverente Futurama).

En fin, Más allá de la Cúpula del Trueno y más de dos décadas después, Max sigue recorriendo el desierto. ¿Quién sabe qué paraíso o infierno le deparan los dioses de la venganza y la locura? Solo Max y George Miller lo saben.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ozymandias_Iskander
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