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Voto de jastarloa:
8
7.6
458
Documental. Drama Tres días de desesperación en un barrio pobre de Manhattan, los barrios bajos de Nueva York apodado "The Bowery" (el barrio de los vagabundos). La película cuenta la historia de Ray, un trabajador ferroviario, a la deriva en el Bowery, en busca de juerga después de un arduo trabajo. (FILMAFFINITY)
25 de septiembre de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente, muchos de nosotros hayamos pasado por esta calle al visitar los Little Italy y Chinatown de Manhattan, y, seguramente, la mayoría no hemos sido conscientes de su singular historia. Para serlo, tendríamos que habernos cruzado antes con documentos como éste, porque el barrio, cuyos orígenes se asocian a los primeros inmigrantes holandeses del siglo XVII, ha ido cambiando mucho a lo largo de las décadas, pasando de extremo a extremo. Alguien llegó a decir: “El Bowery ha sido pobre, rico, violento, culto, exclusivo y oprimido, todo al mismo tiempo”.

Entre los años de la gran depresión y los 70, la zona se empobreció especialmente, siendo considerado el barrio más bajo de Nueva York entre los 40 y los 50, cuando el tren elevado formaba parte, aún, de su paisaje y en las aceras se concentraban alcohólicos, rateros y vagabundos —condiciones humanas que no son mutuamente excluyentes, sino, más bien, lo contrario—. Por aquellos años, quería empezar a luchar contra las injusticias —así, en general, en abstracto— un joven idealista llamado Lionel Rogosin, desencantado con el capitalismo e impactado por los conflictos raciales que observó en Sudáfrica en sus viajes de año sabático tras la SGM. No tenía mucha experiencia en el cine, más allá de la amateur, pero estaba tan influenciado por el neorrealismo italiano y los documentales de Flaherty que mandó al traste su empleo como ingeniero químico en la empresa familiar y, con lo poco que había ahorrado, decidió financiarse un documental contra el apartheid. Cambió de planes debido al bajo presupuesto y decidió centrarse en algo más cercano, la marginal calle que nos ocupa. Entabló amistad con algunos residentes que le contaron las vivencias con las que construyó la breve línea argumental e, incluso, participaron como actores en la parte de pseudo ficción, que se entremezcla con escenas filmadas subrepticiamente con cámara oculta para mostrar peleas en los bares, indigentes durmiendo a la intemperie y borrachos que apenas podían mantenerse en pie. El trabajo final fue, sorprendentemente, notable, gracias a que se fueron incorporando al proyecto, poco a poco, profesionales con más experiencia que aconsejaron muy bien al joven director novel, rebajando sus ambiciones y aterrizándole a un proyecto humilde y sencillo, pero que terminó resultando muy revelador, tanto como para conseguir nominación al Oscar. El resto, es historia, y otros usuarios ya han listado por estos lares su coherente filmografía.

El espectador normal percibirá con mirada conmiserativa los personajes que se le presentan. Habrá, también, quienes sientan desprecio hacia ellos —de todo tiene que haber en la viña del Señor.
Yo soy incapaz de mirar a estos desheredados por encima del hombro, les entiendo demasiado bien. Quizás sea porque su misma debilidad la llevo en los genes: mi abuelo paterno y sus amistades pasaban las noches entre barricas y los días durmiendo la mona, allá en los pueblos manchegos de finales del franquismo, seguramente porque nada fue lo esperado ni lo deseado en sus vidas. De momento, sigo siendo abstemio, aunque ni yo mismo sé de dónde saco las fuerzas, porque cada vez comprendo menos el mundo y el alcohol me parece una ayuda tan válida como cualquier otra para hacer tiempo mientras se espera la llegada de la Parca. Creo que aguantaré así mientras siga pudiendo jugar al fútbol, mi particular droga.
jastarloa
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