Debido al exitazo tan rotundo de esta serie surcoreana, la más vista de la historia de Netflix, sus creadores ya están planeando una segunda temporada pero de momento tendremos que conformarnos con los nueve episodios que componen la del 2021. Lo primero que conviene aclarar es que "El juego del calamar" no es para niños sino para mayores de 16 años, si bien en realidad tampoco es que pueda calificarse de gore. Me sorprende que haya tantas personas que la censuren por su grado de violencia ignorando que la violencia, de una manera u otra, forma parte de la gran mayoría de productos audiovisuales. Según este criterio papanata habría que prohibir casi todo el cine y las series, suprimiendo géneros enteros como el western, el bélico, el thriller o el terror. Sospecho que lo que pretenden con esta maniobra es adoctrinarnos con el drama social progre, educativo, no sexista y con "valores". Sea como fuere, "El juego del calamar" tiene una cosa muy buena, que es el concurso en sí, las distintas pruebas a vida y muerte. Confieso que te engancha mucho porque te permite especular constantemente con lo que haríamos cada uno de nosotros en esa situación, cuál es la mejor estrategia, cómo superar los juegos mortales, cómo ganar y seguir viviendo. Esta es la clave del gran éxito de la serie, hacernos "jugar" a todos. Sin embargo, salvo por este ejercicio de supervivencia, el resto de la ficción no funciona. Para mí tiene tres errores claros, de menos a más importante, y algún otro más de diversa magnitud. Por ejemplo, la trama policial parece que va a ser determinante pero se diluye en la nada. Más grave es que no te puedas creer que haya tanta gente dispuesta a participar en esta locura de juego y esos dos capítulos finales tan desubicados.

El primero, es que los personajes femeninos no son verosímiles por ser unas tías duras badass, todas. El segundo, que la serie pastelea lo suficiente, hace trampas para proteger a los buenos para que nunca tengan que ensuciarse las manos, para sobrevivir sin matar y así seguir siendo buenos. Esto les lleva a una postura incoherente y a menudo irritante porque fingen ignorar qué están haciendo allí. El juego es de una brutalidad total, y ellos son plenamente conscientes, no se les oculta nada, por lo que nadie en su sano juicio participaría pero si has decidido hacerlo entonces tienes que estar dispuesto a morir y a matar. Y cada uno de los jugadores debe ser consciente. Si eres bondadoso, si no eres capaz de traicionar, asesinar y usar a los demás, entonces ¡no participes! o en su defecto muere a las primeras de cambio. Por esa razón mis simpatías estaban con los "malos", con el mafioso del tatuaje y sobre todo con Sang-woo, el amigo del protagonista, que está maravilloso desde todos los puntos de vista... salvo al final. El tercero, es que no podemos empatizar con los personajes porque no sólo han llegado a ese estado de desesperación por su culpa, sino porque aún teniendo la capacidad de marcharse, es una opción que se les da, ¡prefieren seguir jugando! Pues entonces morid. Bajo esa premisa la supuesta crítica a la sociedad capitalista se diluye sola o como alguien dice porque demuestra ser más capitalista o competitiva que a lo que estás censurando. Ellos no deben jugarse la vida porque sean unos pobres y excluidos sociales, sino por su culpa, por irresponsabilidad, por avaricia, por estupidez, por maldad o por simple frivolidad. O incluso por su amoralidad, porque por dinero están dispuestos a todo, hasta a asesinar.