Me encantan las películas de zombis. Dicho esto:

Me temía lo peor viendo la portada. Una familia made in USA, muy rubios y muy guapos. Pues ya sé de qué va, esto ya lo he visto mil veces. Y sí, así es. Te imaginas lo que va a pasar y pasa. No hay escenas excesivamente desagradables, ni sangre, ni tripas y tampoco mucho drama.

¿Entonces por qué me ha gustado tanto?

Porque para empezar, lo que importa en una película de zombis son los zombis. Y estos dan miedo. Son una plaga que asfixia, rápida y letal. Punto. Como debe ser.
Porque no han invertido una hora del film para poner escenas familiares de ésas que tanto asco me dan.

[-¿Mami, irá papá a verme jugar?
-No lo sé cielo, tu padre tiene mucho trabajo. Pero Tom sabes que irá.
-Pero Tom no es mi papi y nunca lo será.
-Anda hijo, calla y cómete la carne de búfalo.
-OH MAMI!! Unos zombis!!!
-OH MY GOD!! Llamaré a tu padre para que nos salve. Siento que ya le vuelvo a querer. Mira cómo se comen a Tom!]

No te da tiempo ni a aprenderte sus nombres. ¿A quién le importa? A mí no. A penas te has sentado en la butaca y ya hay zombis por todas partes.

Porque no te aburres, ni pasas vergüenza con los diálogos, ni nadie hace chistes sin sentido, ni tampoco hay ningún graciosillo machacándonos los oídos durante toda la película.

Que sí, que el final es tal y Brad Pitt cuál. Vale. Pero se merece un notable por dos escenas impresionantes: