The Wire es el realismo llevado a la perfección. Es también una experiencia contestataria, histórica, poética, es la vida de seres anónimos que habitan en una ciudad. Fue en este caso Baltimore. Tenemos, ahora que lo analizo con calma, varios arquetipos que encarnan en estos personajes. Por ejemplo, el rebelde, Jimmy Mcnulty, un personaje que pareciera poderlo todo, que pareciera poco importarle quienes están por encima de él pero que a su vez, y él lo sabe, debe formar parte de un sistema de jerarquías. Recibe órdenes. Pero no siempre las acata. Tenemos al asesino despiadado, Omar Little, pero podría también ser por ratos un justiciero sangriento, alguien que roba a los que roban o a los que también asesinan sin pensarlo dos veces. Tenemos a los políticos corruptos, a los maestros que piensan pueden aportar su grano de arena, a los talentos jóvenes que se pierden, entre un mundo de jeringas y drogas, de heroína en polvo, tenemos a una potencia mundial; como se supone lo es Estados Unidos, con su rostro más sombrío expuesto con sutileza. Un escenario de violencia que podría ser también cualquier barrio de Latinoamérica, un contexto semiapocalíptico, en, lo repito, la potencia mundial Estados Unidos de América o tal vez el barrio del Fuerte Apache en Buenos Aires.

Nunca te mueras Jimmy Mcnulty, vamos a casa. ¡Let's go Home!