Isao Takahata como sabiendo que partiría del mundo en el 2018, dejó en el 2013 esta joyita de la animación. El Cuento de la Princesa Kaguya que está basado en un cuento tradicional de Japón llamado El Cortador de Bambú, Isao juega con la técnica Kaiga conocida como la pintura traidicional japonesa para de paso negar estilismos más estéticos, esta forma de animación no solo permite jugar con el surrealismo de manera más orgánica y libre , si no que posiciona la animación lejos de otras corrientes. Es como si de fondo en un pliego blanco en donde las formas, los movimientos y los mismos personajes no se preocupan por cumplir un estilo visual, son libres, libres como trazos al viento, que se dibujan y desdibujan para dar campo a la historia. Isao, tal vez menos fantasioso y niño que su amigo Hayao, hace que este filme se cierne sobre lo real, no está interesado en castillos que vuelan o gatos como buses , no, a Isao le interesa la animación como un medio real donde sí existe su magia pero está mucho más orientado al folklore japonés que a la creatividad desbordada. Eso está bien, son dos estilos y Ghibli se benefició bien de eso. No puedo dejar la oportunidad para escribir que en este recorrido de más de dos horas, Isao ha dado su visión crítica sobre un Japón patriarcal y posesivo. Reposiciona de manera maravillosa la libertad femenina. Hay secuencias realmente emocionantes y brillantes desde cualquier punto que se le mire.

Es un un filme mayor, como casi todo lo que hace Ghibli. Animación con corazón y magia. La música está también estupenda.