Titus es una obra de arte total, como una ópera, donde todo ha sido tratado con exquisito gusto. Partiendo del salvaje texto de Shakespeare (que si no habéis leído, aquí tenéis una inmejorable oportunidad para acercaros a el), aquí se nos pone ante los ojos una adaptación no por elegante y lírica es menos salvaje, con niveles de crueldad extremos. Y es que en esta historia de venganza sobre venganza, la clave es la capacidad para diseñar planes con tanta violencia y horror que solo pueden dar...una nueva venganza.
Por otra parte, las interpretaciones son todas creíbles, no solo la de Hopkins, que ya esperamos como mínimo profesionalidad, sino la de todo el reparto.
Ahora, el apartado estético es el punto fuerte del filme. Es algo tan complejo como arrollador, fascinante, brillante. Decorados y localizaciones ideales, con variedad de objetos diseñados para la película. El vestuario, genial. Fotografía, iluminación, efectos visuales, maquillaje, perfectos. Esa prodigiosa combinación de diseño romano, fascista italiano y nazi alemán y detalles contemporáneos es un verdadero caramelo visual, que mantiene su sabor hasta el último minuto. Ropas, vehículos, edificios o armas son un estimulante collage de épocas históricas. En ese aspecto recuerda a la también deliciosa The Fall (el sueño de Alejandría).
El único contra que podrían encontrar algunos son las dos horas y media de duración de la película, pero debo decir que por mi parte, que me había planteado verla en dos partes, la vi de un tirón, absolutamente fascinado ante la pantalla. Engancha. Una verdadera experiencia artística inmersiva que compacta en una sola obra el conocimiento artístico y técnico de siglos.
Una película de visionado fascinante, absorbente, un manjar para cualquier amante de la cultura, el teatro, y sobretodo, del cine. Del mejor cine, innovador y ambicioso.