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Voto de Cirilo:
6
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4.4
1,709
Comedia. Fantástico
En 1875, el pasante de un notario tiene que llevar los documentos de aceptación de una herencia a una tétrica mansión en mitad de la nada. El fallecido es un terrateniente que deja su herencia a su bella sobrina Alicia, pero en la siniestra casa hay una disparatada servidumbre que sabe que en algún sitio hay escondidas cientos de monedas de oro, y tratan por todos los medios de asustar a la joven y al pasante para que abandonen la casona. [+]
10 de agosto de 2011
10 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sobrina del rico propietario de la mansión, recientemente fallecido, acude junto el secretario de la notaría para formalizar la herencia, pero en la casa se encontrarán con la servidumbre que intentará por todos los medios que la joven no se lleve ni un duro. Líos de faldas, muertos que no lo son tanto, personajes grotescos, tías en pelotas y Andrés Pajares como siempre metiendo mano, en la tónica habitual de las películas de Mariano Ozores.
Lo mejor es la lograda (dentro de lo que cabe) ambientación de casa fantasmagórica y la tropa de tarados que componen el servicio de dicha morada: una siniestra ama de llaves, la cocinera ciega, el fortachón que lo entiende todo al revés, un jorobado inspirado claramente en el Aigor de "El jovencito Frankenstein", el cochero con la mano defectuosa haciendo los cuernos (el manco del espanto), la doncella sordomuda que se comunica mediante ruidos y pedorretas y el mozo homosexual que en luna llena se convierte en un amanerado hombre lobo.
Empieza bien, pero a medida que avanza pierde un poco de fuelle. A pesar de todo es otra simpática comedia perpetrada por el incombustible Mariano Ozores, y en el que esta vez su hermano Antonio no destaca tanto como en otras.
Lo mejor es la lograda (dentro de lo que cabe) ambientación de casa fantasmagórica y la tropa de tarados que componen el servicio de dicha morada: una siniestra ama de llaves, la cocinera ciega, el fortachón que lo entiende todo al revés, un jorobado inspirado claramente en el Aigor de "El jovencito Frankenstein", el cochero con la mano defectuosa haciendo los cuernos (el manco del espanto), la doncella sordomuda que se comunica mediante ruidos y pedorretas y el mozo homosexual que en luna llena se convierte en un amanerado hombre lobo.
Empieza bien, pero a medida que avanza pierde un poco de fuelle. A pesar de todo es otra simpática comedia perpetrada por el incombustible Mariano Ozores, y en el que esta vez su hermano Antonio no destaca tanto como en otras.