Tras la bochornosa confesión de cabroncete arrepentido, la poli (un ejemplo de competencia y saber hacer, por cierto) acaba de localizar la llamada (ya era hora). En eso que el jefe del ojo dormido (Forest Whitaker) le grita a Farell que ya tienen a su abogado y que salga.
Pero... pero oiga usted. ¿Cómo me lo quieres hacer salir? Esto debe ser lo que les enseñan en los cursos CCC para madero. Que salga para qué, ¿para que lo acribillen? Digo yo que si hay un francotirador, y le dices al pobre chaval que salga, lo más posible es que se lo carguen.

Pero da igual, porque entonces el tío sale como un poseso para que el otro dispare. A tomar por saco, di que sí, total ya estamos todos hasta los huevos de tanta cháchara. Poco después la poli irrumpe en la habitación del francotirador, pero el que está allí es otro (¡¡oooh!!). Han transcurrido 30 segundos desde que el psicópata deja de hablar hasta la patada en la puerta de los hombres de Harrelson. Y el tío ha tenido tiempo de salir de allí zumbando sin ser visto por nadie. Hay que reconocer que es un fenómeno, no solo del palique y la improvisación, sino de bajar escaleras más rápido que Usain Bolt.

Y para remate tiene las narices de pasearse tranquilamente delante de la ambulancia a vacilarle al otro que está, casualmente, con la visión borrosa (a mi me pasaba cuando iba a confesarme a la parroquia de mi barrio). Por cierto: teniendo en cuenta que el arma estaba en un trípode junto la ventana: ¿qué lleva en ese pedazo maletón? ¿Más pizzas? Ah, que lo lleva vacío. Es lo más lógico, salir pitando y llevarse la maleta.

Muy buena.