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Voto de Sergio Berbel:
10
Drama. Romance Ambientada en el húmedo y caluroso Mississippi, narra la historia de Archie Lee, un hombre maduro que se ha casado con Doll Meighan, una joven de 17 años, y por tanto menor de edad, a cuyo padre, un rico terrateniente, ha prometido respetarla hasta que Doll cumpla la mayoría de edad. (FILMAFFINITY)
13 de febrero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De nuevo Elia Kazan, cinco años después de “Un tranvía llamado Deseo” (1951), dirigiendo la adaptación de una obra teatral de Tennessee Williams, mi dramaturgo favorito. De nuevo todos y cada uno de los elementos que conforman ese asfixiante, cargado y misántropo universo del creador teatral más grande que haya existido desplegados para incomodarnos y mostrarnos el lado más repugnante y terrible del ser humano y, en este caso, en mitad del asfixiante y acalorado ambiente de una plantación de algodón en el sur de los USA, arrastrando además un descomunal contexto erótico que no para de crecer durante su metraje hasta el paroxismo final.

“Baby Doll” es una película en la que no existen los buenos, está plagada de malos y de dos criaturas femeninas que tienen que trascender los límites con tal de sobrevivir en semejante selva criminal, una a través de la inocencia y candidez sostenida más allá de una edad razonable o quizás tan sólo aparentada; la otra a través de la locura (la anciana tía de Baby Doll). El amor de Williams por los personajes inestables psíquicamente vuelve a brillar para atenazarnos y crear un desasosiego insoportable en el espectador.

Una cruel historia que tiene numerosos puntos de conexión con “Lolita” de Vladimir Nabokov, publicada el año antes del estreno de “Baby Doll”, en la que una magistral Carroll Baker interpreta a una joven bellísima de 19 años que fue casada por su padre, antes de fallecer, con un desmotador de algodón (magistral como siempre Karl Malden) con graves problemas económicos para poder dar a Baby Doll todo lo que le prometió a su padre. Eso sí, la condición implícita en aquel matrimonio de conveniencia convertido en jaula para la joven era no consumar el matrimonio hasta que cumpliera los 20 años y eso va a suceder al día siguiente de los hechos que se narran en el film. En ese equilibrio imposible vive la pareja hasta que el marido Archie Lee, ahogado económicamente por la empresa que se ha hecho con todo el negocio en la zona, decide provocar un incendio en esa gran desmotadora empresarial para buscar una oportunidad de supervivencia. Eso llevará al gerente de la misma, un siciliano apuesto (Eli Wallach) a acercarse a la casa y a conocer a Baby Doll. Lo sentimental y lo económico comienza a mezclarse peligrosamente.

El ambiente malsano, acalorado, pleno de desgarro en sus personajes atrapados y de cochambre interior y exterior propio de las obras de Tennessee Williams brilla cuando es adaptado por el propio genio del teatro a guión cinematográfico para que Elia Kazan incidiera en los encuadres valientes, profundamente modernos y adelantados a su tiempo y con ciertos tintes expresionistas que ya ensayara en “Un tranvía llamado Deseo”.

Resulta portentosa la dirección de fotografía en blanco y negro de Boris Kaufman, tanto en los sofocantes exteriores tan propios de las grandes plantaciones sudistas americanas como los oscuros y terroríficos interiores de una vieja mansión en ruinas donde habitan los protagonistas de esta obra maestra.
Sergio Berbel
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