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Voto de Sergio Berbel:
6
Drama. Intriga. Thriller Acusado de haber matado a su hermano durante la adolescencia, Salvador (Ricardo Darín) vive aislado en las montañas en medio de la Patagonia. Tras varias décadas sin verse, su hermano Marcos (Leo Sbaraglia) y su mujer Laura (Laia Costa), llegan para convencerle de vender las tierras que comparten por herencia. El reencuentro, en medio de un paraje solitario e inaccesible, reaviva el duelo familiar dormido. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2021
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"Nieve negra”, a priori, sólo podía ser un gran film, no podía ni debía estar llamada a ser un thriller más del montón, de usar y tirar, mero artificio para llenar salas, necesitaba trascender y, sin embargo... Tenía muchas y muy buenas mimbres el cesto, pero… esa narración artificialmente fragmentada con recurrentes y predecibles flashbacks (confusos ab initio y excesivamente explicativos con posterioridad) y un guión flagrantemente salido de un laboratorio, donde todo está pesado y medido ex profeso con demasiada profesionalidad pero poca credibilidad, acaban lastrando una obra que pudo ser mucho más importante de lo que acaba siendo, un prometedor noir encerrado en oscuras historias familiares a punto de estallar y que, paradójicamente, nunca estalla de forma veraz. Y todo bajo un frío gélido y una nieve perpetua de una de las zonas más agrestes de la muy cinematográfica Patagonia, otra ubicación mítica para el cinéfilo.

Todo ello, ahí es nada y como si de un olimpo de los dioses se tratase, protagonizado por Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia, Federico Luppi y una Laia Costa realmente deslumbrante y que eleva el film no desmereciendo ante estos monstruos eternos de la interpretación. La fórmula actoral también parecía invencible (aunque quizás ese dios llamado Darín siempre luzca mucho más como el bueno que como el malo de la película y pudiéramos estar ante un error de casting) y de nuevo… hay algo en la cinta que le impide trascender, que le obstaculiza para llegar a ser un hito para quedarse en otro thriller de sobremesa más, con tramposo giro final, alambicado e intragable, como no podría ser de otra forma.

Sé que todas las cartas que he puesto sobre la mesa conducían a una muy buena película de género, y mala no es desde luego, pero no llega nunca a calar. No hay nada más inmenso, glorioso y eterno que un thriller que te empape el alma (“Tarde para la ira” de Raúl Arévalo es el ejemplo glorioso de ello, o un vistazo a la filmografía de los andaluces Alberto Rodríguez o Manuel Martín Cuenca, o la obra maestra de su compatriota Juan José Campanella, “El secreto de sus ojos”), y éste no lo hace por mucha nieve que rodee a sus personajes a lo largo de todo el metraje.

Alguna escena forzada y una ruptura temporal demasiado artificiosa de la narración devalúa un film que pudo llegar mucho más lejos apenas se hubiese trazado el patagónico camino por un sendero más directo y visceral, más desde las entrañas que desde el argumento desarrollado por ordenador para ser fiel copia de otros tantos como él.
Sergio Berbel
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