Sorprendentemente entretenida y por momentos inquietante. Lo peor, los diez minutos finales, tan previsibles como políticamente correctos. Alguien dijo que el verdadero terror no se esconde tras criaturas demoníacas, muertos resucitados ni visitantes de otras dimensiones, sino en lo cotidiano. Esa es la mayor virtud de la película, y de la niña protagonista, una de las más afortunadas encarnaciones de la hijoputez en estado puro de los últimos tiempos.

¿Tópicos? Por supuesto. Que alguien me diga una película o género que no los tenga. La cuestión está en saber manejarlos, y Collet-Serra lo hace. Probablemente su objetivo haya sido enganchar y angustiar al espectador para hacerle pasar dos horas de simple entretenimiento. Ahora, si la pretensión era dibujar la quintaesencia de la maldad humana desde la óptica psicoanalítica, o una parábola socio-emotiva acerca de la desestructuración del núcleo familiar, probablemente el director haya fracasado. Para esos menesteres ya tenemos a la tribu intelectual. Yo sólo quería ver una peli de terror. Soy así de simple.

El giro que nos explica el verdadero origen de la niña es sorprendente, salvo para los cuatro superdotados que lo sabían incluso antes de que la pareja de papás fuesen de visita al orfanato, por supuesto. Aunque el tramo final decae de forma evidente, la sensación general es positiva, es una obra muy por encima de la media de un subgénero, el de los niños endemoniados, que da muy pocas alegrías. Aquí no hay demonio que valga, simplemente la prota es mala, muuuuuuuuy mala. Solo espero que no haya una segunda parte que termine por chafar el buen sabor de boca.