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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
6
Drama Tras un divorcio difícil, Lucas, un hombre de cuarenta años, ha encontrado una nueva novia, un nuevo trabajo y trata de reconstruir su relación con Marcus, su hijo adolescente. Pero algo empieza a ir mal: un detalle cualquiera, un comentario inocente y una mentira insignificante que se extiende como un virus invisible sembrando el estupor y la desconfianza en una pequeña población. (FILMAFFINITY)
31 de octubre de 2023
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La caza” es de esas películas que cuentan historias cotidianas y reales que dan más miedo que cualquier película de terror. Vista en su momento (2012), la película dejaba traslucir una extraordinaria y perturbadora capacidad visionaria, como si Thomas Vinterberg hubiese sido capaz de unir y dar sentido a todas las señales que, ya entonces, advertían de que se avecinaba un futuro de extremismo populista en el que la postverdad y la voluntad de la masa (o de los expertos en demagogia que conocen las palancas que guían a la masa) prevalecería sobre los hechos o la Justicia. Vista hoy en día, cuando ese futuro se ha hecho realidad, la película es una bofetada de vergüenza recriminatoria a los que no quisieron ver. O a los que vieron los warning y no les dieron importancia o, simplemente, no hicieron nada.

De entrada, “La caza” no ocurre en sociedades remotas ni en la visceral Norteamérica, sino en una de las democracias consolidades que siempre se suelen usar como referencia de bienestar, Dinamarca, quizá para consolidar las conclusiones: si la película puedo convertir en real o hacer pasar por convincente una historia que transcurre en un ambiente fuera de sospecha, entonces es extrapolable a cualquier ambiente. En un pueblecito apacible y próspero, la perfecta vida de un señor del que no se conoce nada reprochable, se vuelve un infierno cuando una niña deja caer una sórdida sospecha. A partir de ahí, sin pruebas de ninguna clase, sin mediar investigación alguna, la presunción de inocencia se aparca ante la gravedad de los hechos, los prejuicios y el veredicto social de la masa.

En 2012 “La caza” pasó como una película para reflexionar ante un conflicto extremo, como un experimento para analizar las reacciones y valoraciones de la gente ante una situación con un desarrollo supuestamente hipotético. Diez años después, con parte drama y parte thriller, es, sobre todo, una película de terror realista que refleja una situación a la que se expone hoy día cualquier persona denunciada por una serie de motivos a la que la propia legislación española (y europea) ha desprovisto de la posibilidad de presunción de inocencia. Un simple rumor, una expresión malinterpretada o que, simplemente, alguien con influencia mediática te etiquete como machista, racista o cualquiercosafobo supone, en el mejor de los casos, graves transtornos en tu vida social y, si la cosa se pone fea, en tu vida jurídica. Y todo sin derecho a réplica, porque la voz de tu defensa se pierde entre la jauría acusadora; ni derecho a juicio, porque, realmente, se juzga en el plano mediático y sin que nadie se pregunte qué gana el acusador o si hay intereses secundarios.

“La caza” es Casandra, hija de Príamo, avisando inútilmente a los troyanos de que quemaran el caballo de madera que los griegos dejaron a las puertas. Señales de hace diez años de que nos encaminábamos a juicios por aclamación y a un cambio de paradigma jurídico en el que es mejor meter a diez inocentes en la cárcel que tener a un culpable en libertad (salvo que sea un violador, un independentista prófugo o un malversador de dinero público vinculado al partido en el poder). Luego, además, tiene al protagonista perfecto, el enigmático Mikkelsen del que te puedes esperar cualquier cosa y la perfecta recreación de la asfisiante vida en los pueblos, donde todos se conocen y todo se magnifica. El desenlace es muy bueno, pero el final de la película es aún mejor, nuevamente demostrando que Vinterberg conoce perfectamente a la especie humana que perdona pero no olvida y olvida pero no perdona, pero nunca las dos cosas a la vez.
OsitoF
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