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España España · Olmeda de las Fuentes
Voto de Bettilda:
5
Comedia. Drama. Romance París, 1897, en plena Belle Époque. Edmond Rostand es un dramaturgo prometedor. Pero todo lo que ha escrito ha sido un fracaso y ahora sufre una parálisis creativa total. Gracias a su admiradora, la gran actriz Sarah Bernhardt, conoce al mejor actor del momento, Constant Coquelin, que insiste en interpretar su próxima obra. Y, además, quiere estrenarla dentro de tres semanas. El gran problema para Edmond es que todavía no la tiene ... [+]
23 de mayo de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cartas a Roxane nos traslada a un París inmerso en la fragancia de la Belle Époque a finales del siglo XIX para contarnos, la génesis y el proceso de creación de Cyrano de Bergerac, la obra cumbre y clásico por antonomasia del teatro francés. Lo hace a través de los vicisitudes de Edmond Rostand (Thomas Solivérès), un poeta y dramaturgo soñador, víctima de un bloqueo creativo total, que lleva unos cuantos fracasos a sus espaldas. El joven está levemente desesperado porque tiene serias dificultades económicas y una familia a la que alimentar. Pero su suerte está a punto de cambiar cuando su admiradora y gran actriz Sarah Bernhardt (Clémentine Célarié) le presenta al reconocido actor Constant Coquelin (Olivier Gourmet). Tras el encuentro, este último insiste en quiere y va a interpretar la próxima obra de Edmond. ¡Genial! Pero hay unos detalles sin importancia: Edmond no tiene ni una línea escrita, aunque sí el título “Cyrano de Bergerac” y que el estreno deberá ser en tres semanas.
Tal como señala su director, en su película «todo se mueve, bulle, rebosa de gente, los cambios de decorados son muchos y acontecen a la vista. Hay humor, emoción, poesía y ritmo». La fotografía es otro de los puntos fuertes de esta obra, ya que con planos y ópticas muy bien elaboradas nos da otro punto de vista sobre las varias historias del guión. Cartas a Roxane, sobre todas las cosas, es un oda al teatro y el universo que lo conforma. El propio Michalik es quien lo advierte: «Mi película es una declaración de amor al teatro, a sus actores, a su artesanía, y a sus ilusiones. No hago sino evocar a Rostand. También he incluido a Feydeau, Courteline, Sarah Bernhardt, Coquelin, etc. En suma, todos esos autores y actores que en aquella época sabían generar sobre el escenario verdaderos acontecimientos populares hechos de gracia y comicidad, festividad, poesía y drama».
Y en su tour Michalik -al tiempo que narra la historia de Edmond y la puesta en marcha de Cyrano en todos los sentidos- nos habla de los malabares que se hacían para conseguir los dineros para la obra; del martirio y el placer de los ensayos; los quebraderos de cabeza que a veces suponía el atrezo, solucionar cuestiones técnicas, de vestuario o con el casting de actores… En este apartado, al hablar de aciertos es obligado mencionar a un magistral Olivier Gourmet (Coquelin/ Cyrano) y una deslumbrante Mathilde Seigner (Maria Legault/Roxane).
No ocurre lo mismo con el Edmond de Thomas Solivéres, que podría haber dado más de si. Puede que sea una cuestión de la caracterización: un mostacho demasiado relamido y ¿grande o pequeño? para la cara infantil del joven actor; quizá que su vestuario parece cogido del armario de su padre. También puede tratarse de una falta de sintonía con la potencia interpretativa del resto de los actores. A su personaje, tímido, dubitativo y consternado le falta intensidad. Y no se debe al contraste con el resto de personajes, mucho más histriónicos y sonoros, ya que Igor Gotesman, que interpreta a Jean Coquelin, el hijo de Coquelin, algo lelo y muchísimo menos expresivo, borda su papel.
En su estreno original en el teatro Porte-Saint-Martin de París en 1897, Cyrano de Bergerac, en pleno auge del naturalismo y el realismo, tenía todas a su favor para ser un estrepitoso fracaso. Rostand se lanzaba al estrellato (o a estrellarse) con un pieza de cinco actos, de aventura y romance, ambientada en el siglo XVII y ¡en verso!. En Cartas a Roxane hay una escena entre Coquelin y Maria Legault, antes del estreno de su obra, que da fe de lo que debieron sentir los primeros protagonistas de este clásico francés y el amor de Michalik por el teatro.

Cyrano: «Los grandes actores soñarán con hacer Cyrano, y las actrices de Roxane».

Roxana: «¡Esta noche es nuestra noche!»

C: Sí, pero mañana…

R: ¿Por qué pensar en mañana? Para los actores el mañana no existe. Lo que existe es el público, el espectáculo, el instante. Somos artesanos de lo efímero. ¡Vamos a enseñarles nuestro arte!

No siendo un documental, y con abundancia de realidades ficticias -por cierto los idílicos decorados de París, con toda la esencia y una fidelidad preciosa a la Belle Époque fueron rodados en Praga-, tramas y subtramas, Cartas a Roxane es muy fiel a la historia y época del nacimiento de Cyrano. Con una primera parte un poco lenta y falta de emoción, el filme se deja ver, entretiene, despierta un buen surtido de sonrisas, alguna risa, pero no será uno de esos títulos que pasen a la filmoteca de nuestras memorias.

«Cartas a Roxane» llega este viernes a salavirtualdecine.com y en plataformas digitales como Movistar+, Rakuten TV, Vodafone, Apple TV y Google Play.
Bettina Dubcovsky en
https://lascosasdelquerer.com/
Bettilda
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