Tal y como dije en mi crítica a su predecesora, la historia no hubiese necesitado continuación si fuese por mí. No obstante, Nolan volvió y le otorgó una despedida de calidad a su caballero oscuro. Un final cerrado y ejemplar, pese a que no llega ni por asomo a la maestría, ni al impacto de su predecesora.

Es imperfecta a nivel de guión y de ritmo. Mientras que la mayoría de personajes se muestran cuidados, el guión los va sacrificando un poco conforme la trama avanza y hay un giro final (muy discutido) que puede llegar a defraudar bastante, pues no es que no sorprenda, sino que ha jugado unas cartas que a nosotros quizás no nos interesaba que jugara (o que incluyese a personajes de relleno a los cuales nos te da tiempo pillarles afecto debido a su nulo desarrollo). El ritmo también es discutible. La película nunca aburre. Logra ser mínimamente tensa hasta en sus momentos tranquilos. No obstante, tarda en arrancar y se hace larga y cargada en algunos momentos. Da bastantes vueltas y revueltas, intentando engrandecer a una historia muy simple.

Eso sí, todo ello no impide que haya un factor que catalice nuestro interés y atención (aparte del esperado y ansiado final). Y ese factor es el de la emoción. La emoción (que no épica) está impregnada en cada escena, en cada plano y en cada diálogo. Es el as en la manga de esta tercera entrega. Lograr clavarte en la butaca una vez más aunque las escenas de acción sean más generales y blandas que la anterior (aunque mejores que Begins, sin dudas), y pese a que su villano no sea tan atractivo (su giro, mucho menos).

Aún con todos sus errores variados, la película logra engancharte en su telaraña y te hace esbozar una media sonrisa al acabar y completar el viaje de su protagonista (un final, eso sí, redondo y satisfactorio). Queda en un punto intermedio (algo bajo) entre las dos anteriores, y es una tercera entrega que se toma en serio a sí misma y que brilla con más luz que otras tantas terceras partes.

Buena película y buen final. Adiós, Caballero.