Fácilmente una de las peores películas del siglo XXI, y hasta del anterior, este engendro provoca eso: vergüenza ajena y grima. Que cuatro países cuatro se hayan conchabado para producir un desastre de unos cien millones de dólares, que no va a recuperar ni la cuarta parte de lo invertido, da idea del disparate en que se ha convertido una gran parte del cine actual. Salen monstruos, brujas, hechiceros, y te aburres como un carcamal. Sólo un friki como Jordi Costa, siempre ansioso por dar la nota, es capaz de alabar este insulto vomitado a la cara del espectador. Adornado con un reparto de lo más singular, es vuestra gran oportunidad de ver por primera vez a Jeff Bridges, Julianne Moore y Olivia Williams, intérpretes de reconocida solvencia, haciendo el ridículo más espantoso. Está claro que sólo están ahí por el cheque que les cayó al finalizar el rodaje. Para rematar la jugada, sale un tentetieso llamado Ben Barnes que es capaz de poner de los nervios al espectador más curtido. Su estulticia e inexpresividad transitan por la película como si estuviera posando para un anuncio de colonia cara y varonil. Para los fans, destacar la aparición de Jon Nieve, perdón, Kit Harington, casi con la misma indumentaria de Juego de tronos. Asoma la jeta unos minutos (pocos), con su habitual expresión de desamparo, y hace mutis por el foro. Al fondo, Marco Beltrami aporta una de sus habituales bandas sonoras pletóricas de ruido y de furia, supongo que con la secreta intención de despertar al espectador, pero ni por ésas. Un desastre en todos los apartados, un bodrio de muchísimos kilates, un horror sin paliativos.