Las llamas tardan en formarse, a pesar de dos o tres explosiones iniciales. Parecen asomar cenizas a punto de encenderse, pero todo exaspera demasiado. El relato va tomando forma con la definición de los personajes, que es tratada como creación detallada y no como dato creativo. Los caracteres son todo en un ritmo lento de imágenes manidas. No amanece sino que atardece en la primera hora de esta película canadiense más digna de un drama danés. Pero nos adentramos en Daresh, Deressa y demás localidades con la esperanza colgada de la protagonista, que una vez muerta, acaba de dar comienzo a una vida, tal vez dos. Sus dos hijos se deciden a rastrear su vida y muerte hasta dar con un trauma incendiario e incandescente para cualquier época. Desde un clasicismo griego hasta las contemporáneas de Park Chan-Wook.

Hacia su segunda mitad deja de adolecer su extenuante tempo y acelera una narrativa que llama la atención por su estrategia. Escoge muy bien Villeneuve para contarnos una historia dolorosa y necesitada de experiencias lentas, por eso que funcione y nos deje muy buen sabor de boca.

Aunque no sé si recordaré algún detalle pasado el tiempo.