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Costa Rica Costa Rica · Me encantan las galletas
Voto de Javier Moreno:
8
Drama La familia Solé lleva varias generaciones cultivando una gran extensión de melocotoneros en Alcarràs, una pequeña localidad rural de Cataluña. Pero este verano puede que sea su última cosecha: la fruta ya no renta y los paneles solares están sustituyendo a los árboles.
10 de mayo de 2022
5 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ocaso es un lugar común para la nostalgia y Carla Simón sabe retratarlo muy bien. Para ello es necesario que el motivo del cariño esté lleno de una realidad. No hay nada superfluo ni vacío en Alcarrás porque el cariño está anclado a una realidad. Los personajes no recolectan frutales porque lo amen, no trabajan por gusto. Se equivocan, fallan, son frágiles y sufren. Y sin embargo todo el cariño que desprenden ellos y el entorno es real por una razón: ellos deben mantener algo que es su vida.

Presenciar el final de algo es siempre triste. Que tras toda una vida y varias generaciones, no te corresponda nada más que volver a empezar es desolador. Inevitable y doloroso, asistimos a un retrato del fin de una vida y gracias a interpretaciones humildes pero honestas somos capaces de empatizar.

Los que viven alejados de un mundo en extinción lo vivirán con cierta perspectiva onírica, como un cuento de nuestros ancestros. Los que hemos probado los melocotones, controlado acequias, asistido a fiestas de pueblo y odiado/amado a los nuestros, sentimos el calor de Alcarrás como nuestro. En ambos casos, su magia nos hace llorar sin distinción.

Lo que consigue Carla Simón en Alcarrás es un prodigio, un gusto para los sentidos. Desde fotografías lacónicas a situaciones rurales que arrancan una sonrisa mientras se arrugan nuestros ojos. Neorrealismo, sí, pero sin una magia artificial. Aquí hay magia, sin más.
Javier Moreno
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