En una esquina cualquiera de la Italia rural Vittorio de Sica ofrece la imagen que buscaba. No es un don nadie, sabe lo que hace y coloca ante nosotros a Sophia Loren, la rodea de personajes vulgares del campo, la envuelve de hambre, miseria, miedo y mantiene una incertidumbre que, no hay duda en ello, casa fielmente con la realidad. Esa imagen supone la esencia de "Dos mujeres": en el pueblo de Sophia Loren, da igual la que sea, podría ser en la iglesia con Belmondo y los campesinos o en la cama de su casucha con su hija. Si esa imagen es el retrato perfecto de un momento, todo lo que viene antes y lo que viene después con el camino de ida y vuelta como protagonistas, es lo que hace de Vittorio de Sica un cineasta brillante.

La sensualidad de una Sophia Loren imponente físicamente (y eso sin enseñar absolutamente nada) viene acompañada de una interpretación impecable. La fuerza del cariño de madre a hija se desprende en cada minuto, en Roma al principio, en el pueblo y en el nefasto camino que recorren arriba y abajo. Un trabajo desgarrador, dramático (eso ya lo sabíamos) y recomendable pese a su crudeza. La fase final de la guerra, cuando son años de sufrimiento los que se arrastran, ofrece el peor retrato posible pero ese sentimiento de protección maternal, de supervivencia, de amor... ah!! queridos humanos!!, esa es la esperanza de la especie, no todo es pesimismo.