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España España · Barcelona
Voto de Tithoes:
5
Drama Thelma no es una chica normal. Desesperada, le pregunta insistentemente a Dios por qué la ha hecho así. Sus padres tampoco son de gran ayuda, sino dos personas misteriosas que se muestran tranquilas ante los poderes que muestra su hija, que, cada vez que siente algo, causa desastres. Cuando Thelma inicie una relación con una compañera, las emociones propias del amor harán estragos. (FILMAFFINITY)
3 de abril de 2018
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor: la gélida fotografía de Jakob Ihre, durante toda la película en general y en la secuencia introductoria en particular (el adjetivo cobra textuales tintes entonces), la cual se prolonga escasos segundos pero bien merece una mención aparte, amén de por su amenazante belleza, por la macabra trascendencia que a la postre cobra abarcado, al contrario que ocurre con la propia cinta, todo lo que pretende y más; la representación de la fauna animal (ciervos, pájaros, serpientes, gusanos e insectos) como alegoría de una feroz lucha por no ceder ante la atracción carnal (un instinto más primitivo y humano que cualquier deidad a la que se rinda culto) por parte de una joven sumamente devota que solo busca independiente libertad entre tanto prohibitivo control, ejemplares que perecen querer contactar con el sujeto en cuestión (íntegro donde los haya a pesar de los poderes extrasensorial que posee, circunscritos en una telequinesia muy similar a la antaño mostrada en la terrorífica Carrie) sin lograrlo a causa de múltiples barreras físicas (las vez tantas como el mismo avista en su interior); la perfecta muestra de inocencia corrompida, en primer término, por un caprichoso destino que se presenta tan tecnológico (las redes sociales como Facebook e Instagram imperan en las relaciones sociales con el riesgo de padecer el denominado “síndrome del cuello roto”, es decir, lesiones por el uso excesivo del móvil al mantener inclinada la cabeza cuarenta y cinco grados, la postura habitual, soportando el equivalente a un peso de veinticinco quilogramos) como mundano (la mayoría de individuos de cualquier población invita a la amoralidad bebiendo, fumando e intimando sin ningún remordimiento).

Lo peor: el parsimonioso ritmo narrativo desesperará a más de uno, si bien una de las claves para conseguir el propósito tensional (además de las pruebas explícitas para evidenciar que descuidos infantiles causan profundos traumas en edades adultas al reprimirse emociones y exteriorizarlas de un modo u otro, aquí mediante convulsiones no epilépticas) reside precisamente en dicho aspecto; la religión como verdad absoluta (en este caso bajo la etiqueta del cristianismo estricto aunque extensible a cualquiera) defendida por los fieles con sentencias del tipo “el saber no nos hace ser mejores que otros” cuando la única certeza es que ningún culto es universal ni superior al resto sino la pertenencia a algo en qué creer pese a que, como es obvio, cada cual (si las convicciones han sido inculcadas sin replanteamiento posible atemorizando con una cruel educación basada en técnicas como mantener la mano sobre una vela mientras se profiere “así es en el infierno todo el tiempo”) defenderá el suyo como si lo fuera, un equívoco aquí amparado en un arriesgado guión premiado en el Sitges film festival 2017 como el mejor de los participantes en dicha categoría; la insensatez del autor de dibujar un debate tan trascendental como el aludido (la obsesiva necesidad de conformar una identidad alejada de imposiciones es un conflicto remontable hasta el principio de los tiempos) con colores desgastados (trazando un símil con la herramienta de trabajo típica de un pintor y la actitud direccional denotada, propia de un niño con tanta curiosidad innata como errores pueriles), pecando de escepticismo fílmico al pretender dar respuestas a cuestiones que no las tiene, siendo solo solvente en el último cuarto (el metraje va creciendo en intensidad a medida que trascurren los minutos), contenedor de escenas de auténtico mérito como la del mechón en la ventana y la de la barca en el lago, optando por no incidir en ellas para no desvelar su contenido pero identificarlas al instante.

Daniel Espinosa
www.cementeriodenoticias.es.tl
Tithoes
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