Un director siempre interesante como Ozon sorprende en este ejercicio de estilo a todas luces admirable, con un reparto de campanillas. La belleza de Romola Garai es un cuerpo espléndido al que viste mucho, tal como lo exige la época, y lo desviste por partes, nunca del todo, pero sugiere la sexualidad desbordante que nunca ha de vivir en plenitud la propietaria de ese cuerpo: la mujer que inventó la escritora Elizabeth Taylor en 1957, y sobre la que Ozon juega como ella lo hiciera en el papel.

La Taylor (que nada tiene que ver con la actriz) imita el estilo del folletín romántico de comienzos del siglo XX, con su lujo, sus apariencias y su decadencia, respetando la teatralidad de su protagonista. Francois Ozon hace lo propio realizando una preciosa película pastelosa y romántica en sucesión de situaciones no por previsibles menos encantadoras, pero al mismo tiempo "ejecuta" una distancia en la puesta en escena, apoyándose en gran medida en los excelentes actores aquí con papeles secundarios: Charlotte Rampling y Sam Neill, por ejemplo.

El drama, la belleza de los ambientes, la sensualidad de sus situaciones va desgranando una historia de poderoso atractivo si el espectador de hoy se deja de llevar por el amaneramiento y las sutilezas del folletín antiguo y la virulencia de la pareja protagonista, incapaces de adaptar sus fantasías a la realidad. Hay un diálogo perfecto respecto a lo que quiso hacer y logró el director:

—¿Por qué no escribes sobre su vida, tú que la conoces tanto?

—¿Qué vida? ¿La vida que vivió o la vida que soñó?