... porque en la tan celebrada de pasión homosexual, me temo que no, que era lastrada por una penuria, una morosidad, un desequilibrio emocional entre los protagonistas que contagiaba a la propia realización...

... pero esta vez en el quiero y no puedo, Ang Lee funciona como nunca antes pero, eso sí, exige del espectador mucha paciencia, sobre todo del espectador acostumbrado al ritmo vertiginoso del cine de hoy, preferentemente de USA o incluso europeo: el director se toma su tiempo, un tiempo que alcanza momentos de sublime romanticismo en el encuentro tan emocionante de estos dos que mal se quieren, ignorándose por completo pero atados a una pasión carnal que es también espiritual, y en eso el director resulta magistral: todas las escenas sexuales, abundantes por cierto, son extraordinariamente "puestas en escena" para demostrar la interrelación feroz entre cuerpos y almas de dos personas tan opuestas y desconocidas... hasta que ella da la sorpresa, anuncia el conocimiento profundo del amante adorado... en final que es apoteosis de amor, de belleza y de última copulación, esta vez sin tocarse...

Me ha maravillado, incluso cuando me ha cansado por tantas secuencias que parecen inútiles, pero que una vez vueltas a ver están cargadas de poesía.

Sus actores son formidables. Entristece un poco ver algo mayor a Joan Chen, la hermosa asiática de tantas películas...