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Voto de horacio:
10
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10
8.1
32,919
Intriga. Drama. Cine negro. Thriller
Tras realizar un atraco en el que han muerto dos personas, Ben Harper regresa a su casa y esconde el botín confiando el secreto a sus hijos. En la cárcel, antes de ser ejecutado, comparte celda con Harry Powell y en sueños habla del dinero. Tras ser puesto en libertad, Powell, obsesionado por apoderarse del botín, va al pueblo de Harper, enamora a su viuda y se casa con ella. (FILMAFFINITY)
29 de enero de 2011
29 de enero de 2011
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
... pero nadie lo ve: la crítica no entiende esta película y al público le da repeluz; corre la voz en contra y el maestro de maestros no da de sí, no consigue inversores para nuevos proyectos. Actor genial con muchos altibajos ante los que nunca se achicó: teatro, radio, televisión, y cuando todo salía mal hacía giras recitando poetas, interpretando escenas.
Esta Noche del cazador, inquietante novela que en manos de Laughton es mucho más: fascinante trhiller en el que pasan terror unos niños y Mitchum es un tipo extraordinariamente perverso frente a la deliciosa sexualidad de Shelley Winters, y finalmente, tras la dura lucha de falsos dioses y auténtico demonio, la sabia veterana Lillian Gish se encarga de convertir tanta perversión en un cuento de hadas milagroso.
Charles Laughton fue un divo de difícil trato para algunos como Hitchcock (El proceso Paradine), pues participaba activamente en todos los aspectos creativos de sus trabajos; para Billy Wilder (Testigo de cargo), uno de los más grandes actores de todos los tiempos para quien preparaba Irma la dulce junto a Shirley MacLaine. Pero a sus 63 años se derrumbó gravemente enfermo.
Wilder jugó el juego del teatro en el teatro y simuló que esperaba su pronta recuperación para hacer la película. Días antes de morir, Laughton le ofreció una tarde estupenda: hablaron de su personaje —que acabaría haciendo Jack Lemmon—, de determinadas escenas, y se mostró muy recuperado: "Estaba muy desmejorado físicamente, todos sabíamos que iba a morir muy pronto, pero se ocupó de representar para mí la brillante actitud de un valiente por encima de toda sospecha".
Sus últimas interpretaciones fueron Espartaco y Tempestad sobre Washington. En la primera se enfrentó a Laurence Olivier, y en la segunda, a Henry Fonda. Era un gran actor, un hombre de gran talento con una apariencia que limitaba mucho sus papeles a medida que pasaban los años y padeció ser un secundario en el cine. La oportunidad de Irma la dulce hubiese sido genial; por primera vez le veríamos haciendo una comedia desenfadada en el genial papel del hombre que, enamorado de una deliciosa prostituta se convierte en un cliente con diferentes apariencias para que no se acueste más que con él. Hubiese sido algo grande; lástima que cuando llegó esa oferta de Wilder, ya era demasiado tarde, ya se había entregado.
Me pregunto si no tendrán razón los estudiosos de la medicina psicosomática que inciden en que la mayoría de las enfermedades son provocadas por distintos grados de estrés. En este caso, el cáncer de huesos de Charles Laughton podría deberse a una incapacidad para afrontar su decadencia a partir del fracaso de su debut como realizador con La noche del cazador:
"Cáncer: Resentimiento. Sensación de que la vida decepciona una y otra vez, que no va a cambiar".
Herida profunda. Resentimiento. Autocrítica. No se quiere. Sensación de que la vida decepciona una y otra vez, que no va a cambiar.
Esta Noche del cazador, inquietante novela que en manos de Laughton es mucho más: fascinante trhiller en el que pasan terror unos niños y Mitchum es un tipo extraordinariamente perverso frente a la deliciosa sexualidad de Shelley Winters, y finalmente, tras la dura lucha de falsos dioses y auténtico demonio, la sabia veterana Lillian Gish se encarga de convertir tanta perversión en un cuento de hadas milagroso.
Charles Laughton fue un divo de difícil trato para algunos como Hitchcock (El proceso Paradine), pues participaba activamente en todos los aspectos creativos de sus trabajos; para Billy Wilder (Testigo de cargo), uno de los más grandes actores de todos los tiempos para quien preparaba Irma la dulce junto a Shirley MacLaine. Pero a sus 63 años se derrumbó gravemente enfermo.
Wilder jugó el juego del teatro en el teatro y simuló que esperaba su pronta recuperación para hacer la película. Días antes de morir, Laughton le ofreció una tarde estupenda: hablaron de su personaje —que acabaría haciendo Jack Lemmon—, de determinadas escenas, y se mostró muy recuperado: "Estaba muy desmejorado físicamente, todos sabíamos que iba a morir muy pronto, pero se ocupó de representar para mí la brillante actitud de un valiente por encima de toda sospecha".
Sus últimas interpretaciones fueron Espartaco y Tempestad sobre Washington. En la primera se enfrentó a Laurence Olivier, y en la segunda, a Henry Fonda. Era un gran actor, un hombre de gran talento con una apariencia que limitaba mucho sus papeles a medida que pasaban los años y padeció ser un secundario en el cine. La oportunidad de Irma la dulce hubiese sido genial; por primera vez le veríamos haciendo una comedia desenfadada en el genial papel del hombre que, enamorado de una deliciosa prostituta se convierte en un cliente con diferentes apariencias para que no se acueste más que con él. Hubiese sido algo grande; lástima que cuando llegó esa oferta de Wilder, ya era demasiado tarde, ya se había entregado.
Me pregunto si no tendrán razón los estudiosos de la medicina psicosomática que inciden en que la mayoría de las enfermedades son provocadas por distintos grados de estrés. En este caso, el cáncer de huesos de Charles Laughton podría deberse a una incapacidad para afrontar su decadencia a partir del fracaso de su debut como realizador con La noche del cazador:
"Cáncer: Resentimiento. Sensación de que la vida decepciona una y otra vez, que no va a cambiar".
Herida profunda. Resentimiento. Autocrítica. No se quiere. Sensación de que la vida decepciona una y otra vez, que no va a cambiar.