Aunque, a priori, nada tenga que ver con las apariencias de la familia protagonistas ni con el espléndido Denzel, me identifico a tope con la difícil lucha por la supervivencia y mucho más cuando toca sufrir lo peor que uno puede sufrir: ver en peligro a su hijo...

Y luego, cuando todo el conflicto estalla, muy alejado del mío, pues la sanidad pública y gratuita bajo la que vivo nada tiene que ver con el drama social de la sanidad privada de USA, también me identifico. Traslado el peculiar tema costumbrista a una nueva fase de la luca por la supervivencia. Si todas estas identificaciones funcionan es que hay un buen guión y un gran director que, desde luego, tiene una gran escuela heredada de su padre.

Todo el engranaje funciona con el ritmo trepidante de un thriller, lanzado vertiginosamente con la carga emocional, altísima, de un melodrama con niño de por medio. Todo lo cual lleva a actores excelente que se lucen hasta en las más elementales secuencias: más allá de la grandeza de Denzel Washington (el mayor actor en los últimos años: a la par de DeNiro), todo el reparto parece entregarse a la buena causa que la película defiende en este esfuerzo artístico por comprometerse por la lucha de parte del Partido Demócrata por lograr una sanidad gratuita y eficaz para cerca de 50 millones personas que no la tienen.