Amanece en Nueva York y un teniente comienza su jornada, pronto nos daremos cuenta que este policía no ejerce las funciones habituales del cuerpo de seguridad, sino que él funciona según su propia ley.

Turbadora, adjetivo perfecto para definir el trabajo de Abel Ferrara, director al que siempre gustó satirizar y mostrar la realidad lo más dura y cruda posible. Aquí cumple su misión con creces porque pocas veces se ejemplificará el abuso de autoridad policial tan a las claras como él hace aquí.

Llama la atención la ausencia de una banda sonora, el único sonido es el de la retransmisión del partido de baseball que escucha el teniente en su coche.

Pero siendo realistas, sin Harvey Keitel no habría película. Él y sólo él es el dueño de toda la cinta, Keitel, que vivía una segunda juventud por aquel entonces, consigue su mejor interpretación y da vida a un ser grotesco, patético, autodestructivo, inmoral... la lista es interminable.

Real como la vida misma.